Microrelato del dolor. De Enmanuel Camejo

La imprecisa sonrisa de aquel hombre se desvaneció por completo, cuando sintió desde dentro, la rabia ciega que lo atormentaba. Ese terrible dolor que le partía los huesos sin desprenderlos, esa impotencia crónica de ser feliz.
Entonces, como desesperado demiurgo ante el colapso de su imperfecta creación, miró al cielo y rogó en silencio su muerte.
En ese justo instante se escuchó en el aire (en tono irreverente) un canto de Mald’aurore:
» ¿Qué son pues el bien y el mal?
¿Son acaso una misma cosa con la que damos, rabiosamente, testimonio de nuestra impotencia y
de nuestra pasión por alcanzar el infinito,
aún con los medios más
insensatos?
¿O son dos cosas distintas?«
De mas acá, en un pedazo de papel con trazos difuminados, alcanzó a leer:
«… Ese es el mal de Aurora, ese basilisco que llevamos todos dentro, el monstruo perverso, que está ahí oculto y que uno fomenta o no fomenta…«
Apenas se leía por quien era suscrito: Auté.
Se levantó, con torpe mecánica del cajón polvoriento donde estaba sentado y viendo una foto de su padre… lloró.
Enmanuel Camejo
Un comentario
Maria
Realidades injustas o amargas? soledades tan inciertas, …cercania y lejania, buscando en el infinito del horizonte, alguna respuesta…