PEPE, PAL Y UKIKÚ RIVERA AFRICANO. Por Belkys Rivera

PEPE, PAL Y UKIKÚ RIVERA AFRICANO

Un día, hace muchos años, llegó papá con un ovejo a nuestro hermoso hogar en Mérida en la calle 22 Canónigo Uzcátegui, donde vivíamos los Rivera Africano. Imagínate la alegría de 5 niños: los dos mayores, Beatriz y Juan, entrando en la adolescencia, y Ángela, Morela y yo, fascinadas, porque nunca habíamos tenido a ese peludo animal tan cerca.

Disfrutábamos de la compañía de un pequeño perro llamado Pal, un nombre que ya existía en la familia materna, y Ukikú, una preciosa gata, cuyo nombre se lo puso mi hermana Angela. Imagino que ambos estarían ocultos debajo de las camas, temerosos de aquel extraño animal y celosos, ¿por qué no?.

Desconocemos mucho de ellos…

Después de los apurruños, el ovejo recorrió su nueva morada y cuando entró en el cuarto de papá y mamá, se miró al espejo de un gran escaparate de tres puertas que había allí, empezó nervioso a darle pequeños golpes con la cabeza… quizá quería conocer a ese hermanito que sus ojos veían en el espejo y que no respondía. Después de varios intentos hizo algo que nos pareció insólito: ¡le dió la vuelta al escaparate para ver si su hermanito gemelo estaba detrás!

Con el tiempo entendí la inteligencia animal…

Nosotros, los brillantes seres humanos, que matamos por odio u otras viles pasiones…

Continúo la historia de Pepe Rivera, como llamamos a nuestro ovejo: el se convirtió en otra compañía para mis hermanas menores Ángela y Morela, y también para mi. Papá, consentidor y consciente, todos los días, le sacaba el asiento trasero a su carro, para llevar a Pepe a pastar, y en el asiento delantero iban sus dos hijitas menores.

Después, Pepe fue llevado a un pequeño solar en la esquina de la casa y lo visitábamos todos los días hasta que alguien se lo llevó.

No recuerdo si lloramos… Imagino que si, pero nos consolamos con los otros dos animalitos que teníamos Pal y Ukikú, dos miembros más de la familia Rivera Africano.

BELKYS RIVERA