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Serie Cuaresma. Entrega III: «La Traición de Judas». Por  Luis Homes

La Traición de Judas

La Traición de Judas

Les comentaba en la entrega anterior que mientras estábamos escondidos entre matorrales en el monte de los Olivos, mi perrita Rosaura se asustó al ver que un grupo de hombres armados de piedras y palos estaba cercando a Jesús. Varios de ellos tiraron piedras a Rosaura. Uno de los soldado le tiró una patada y Rosaura salió corriendo a mi lado. Pero antes de irme a mi casa, me quedé escondido observando lo que pasaba en esa noche misteriosa del huerto.  

Uno de los hombres que parecía conocido de Jesús, se acercó a él,  lo besó, lo abrazó y Jesús indiferente respondió a su saludo.  Luego supe que ese hombre era Judas, más conocido como el traidor. Y de verdad ha debido ser una componenda, porque apenas Judas besó a Jesús, dos soldados lo agarraron por el brazo con violencia.  Jesús no puso ninguna resistencia. Tiempos más tardes San Mateo narra este episodio en el Capítulo 26 de su evangelio, versículos 47 al 56, pero yo quiero hacerlo para vivir este este tiempo de cuaresma.

Los discípulos dormilones Pedro, Juan y Santiago hicieron un gesto por defender a su maestro. Uno de ellos sacó una espada, quiso herir a un soldado en el rostro, pero este  volteo su cara y fue allí cuando le cortó la oreja, que cayó sangrando al monte. El soldado puso su mano sobre el rostro sangrante y empezó a gritar maldiciones. Jesús, en un gesto sorprendente le dijo al agresor:

– Guarda esa espada. No voy a oponer resistencia porque no se cumplirían las escrituras. Yo no soy nadie para hacer cambiar lo que ya han anunciado los profetas y a mi padre, le debo obediencia. Siempre hágase su voluntad

Y volteándose al grupo que lo estaba deteniendo, les dijo:  

– Y ustedes que durante tanto tiempo me habéis visto predicar en el templo, que sabéis quien soy, por que venís a agarrarme como si fuera un delincuente, con piedras y palos?

Jesús miró con compasión a Judas y este por un momento bajó la cabeza, Los soldados le dieron una palmada en el hombro como de satisfacción. La misión estaba cumplida. Mateo comenta que Judas el Iscariote había ido a ver a los sumos sacerdotes y les habia preguntado “¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata. (Mat 16, 14-15)  

Yo mantenía a mi perrita Rosaura agarrada por el cuello para evitar que fuera donde estaba el grupo de hombres armados. Desde que Rosaura había llorado sobre la espalda de Jesús, sentía una atracción por él y no apartaba la mirada de lo que estaba pasando esa noche en el huerto de los Olivos.  De pronto Rosaura comenzó a latir fuertemente y no sabia porque. Al volver nuevamente mi mirada al grupo, me di cuenta de algo inexplicable: Los tres discípulos dormilones Pedro, Juan y Santiago estaban huyendo de la escena y dejando a Jesús completamente solo en manos de los soldados.

Rosaura salió corriendo detrás de ellos, pero no pudo alcanzarlos. La cobardía esta vez, ganó la partida. Yo supe en ese momento que Jesús estaba abandonado a su suerte y me preguntaba si yo, estando en ese grupo de los discípulos, hubiera huido con los tres discípulos dormilones,  me hubiera quedado con Jesús o también lo hubiera traicionado.

Luis Homes