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«PREÁMBULO BÉLICO A LA BATALLA NAVAL DEL LAGO DE MARACAIBO, parte II». José Luis Reyes

PREÁMBULO BÉLICO A LA BATALLA NAVAL DEL LAGO DE MARACAIBO, parte II

El movimiento independentista en Maracaibo. Pronunciamiento de la «Escuela de Cristo» del 12 de marzo de 1812, los sucesos del 19 de abril de 1810 y concreción de la independencia el 5 de julio de 1811

El proceso de emancipación iniciado por Caracas en 1810 no se puede desligar de los acontecimientos generados en 1808 por la crisis política de la monarquía española que afectó profundamente los territorios ultramarinos. En España, a raíz de la abdicación en Bayona de Fernando VII en favor de José Bonaparte hermano de Napoleón, emperador francés, se constituyeron en varias provincias hispanoamericanas Juntas Supremas como respuesta al vacío de poder y a la invasión Napoleónica a la península ibérica.

El 19 de abril de 1810 la Junta Suprema conmina al Capitán General Vicente Emparan
a regresar ante el cabildo de Caracas y abandonar su cargo en favor
de la Junta Suprema de Caracas
Los hechos del 19 de abril de 1810, tienen su desenlace
el 5 de julio de 1811 con la firma del Acta de Declaración
de la Independencia de Venezuela

Caracas y otras ciudades americanas Buenos Aires, La Paz, Quito, Santa Fe de Bogotá quisieron, aunque sin conseguirlo, formar juntas similares a los cabildos españolas., de hecho, la crisis de la monarquía, producida por la invasión de las tropas francesas en territorio hispano, provocó también en América una ola de fidelidad al monarca cautivo Fernando VII y la negativa de reconocer a José Bonaparte como soberano legítimo del imperio español. Las Juntas provinciales representaban el poder monárquico y el ejercicio de la soberanía, pero no permitían coordinar la acción militar contra Francia. En septiembre de 1808 se conformó en Aranjuez la Junta Central Gubernativa del Reino para asegurar la unidad del Imperio, coordinar la defensa nacional y resolver el problema de la legitimidad del poder.

Pese a la creación de la Junta Central Gubernativa del Reino, no se resolvió la legitimidad del poder ni se mejoró la ofensiva militar contra los franceses; el año de 1.808 transcurrió en medio de intensos debates políticos, difundidos fundamentalmente a través de la prensa, y en 1.809 se optó por convocar a Cortes Generales, donde cada reino, provincia e isla debía tener su representación nacional por medio de sus correspondientes diputados. El fracaso político y militar de la Junta motivó su disolución, en enero de 1.810, dando paso al Supremo Consejo de la Regencia; en adelante sería el organismo rector del reino. La Regencia se adjudicó el derecho de ostentar la soberanía real y se encargaría de preparar todo lo concerniente a la instalación de las Cortes.

Sur América 1810

En 1.810, las noticias llegadas a América sobre la dispersión de la Junta Central, su reemplazo por la Regencia y la ocupación de Andalucía por los franceses, hicieron resurgir entre las elites americanas la idea de formar Juntas autónomas. Al mismo tiempo expresaron su negativa a reconocer la legitimidad de la Regencia. Así, en varias jurisdicciones hispanoamericanas los grupos de poder locales asumieron la soberanía mediante la instalación de Juntas Supremas en defensa de los derechos de Fernando VII; lo hicieron en Caracas el 19 de abril, en Buenos Aires el 25 de mayo, en Santa Fe de Bogotá, el 20 de julio y en Chile el 18 de septiembre de 1.810, constituyendo movimientos autonomistas y planteando una crisis de legitimidad al desconocer la autoridad de la Regencia, en consecuencia, la crisis de España se trasladó a América iniciándose el proceso de transformación política que condujo, a los procesos históricos a asumir un nuevo discurso político y al establecimiento de una nueva legitimidad republicana.

En la Capitanía General de Venezuela, y en América, este proceso fue iniciado por la Provincia de Caracas. A partir del 19 de abril de 1.810, Caracas asumió el manejo autónomo de sus asuntos internos al recuperar la soberanía real, legada a la Regencia en ausencia del rey, mediante la instalación de la Junta Suprema Defensora de los Derechos de Fernando VII. La elite mantuana desconoció a la Regencia y fueron expulsadas las autoridades peninsulares encabezadas por el Capitán General don Vicente Emparan; se produjo un conflicto de legitimidad al tomar Caracas partido, de modo independiente, ante el vacío de poder producido por la ausencia del monarca. Sin embargo, la evolución de los hechos demostró claramente que la decisión trascendía el asunto de la legitimidad cuestionada al Consejo de Regencia, y que existían posturas autónomas radicales exteriorizadas por algunos miembros del Ayuntamiento y otros personeros de la vida militar, eclesiástica y económica de la Provincia.

Con la instalación de la Junta Suprema se inauguró un gobierno autónomo y una nueva legitimidad. En Caracas, la estructura de poder quedó organizada inicialmente así: la Junta Suprema constituida por 2 presidentes, Martín Tovar Ponte y José de las Llamozas, 21 vocales y 4 secretarios de Estado: Juan Germán Roscio en Relaciones Exteriores, Lino de Clemente en Marina y Guerra, Nicolás de Anzola en Gracia y Justicia y Fernando Key Muñoz en Hacienda; el Tribunal de Apelaciones, Alzadas y Recursos de Agravios, que sustituyó a la Real Audiencia; el Ayuntamiento se Convirtió en Municipalidad; una Junta de Guerra y una Junta de Hacienda. El 14 de agosto de 1.810 se crearía la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía para …que se fomente… la agricultura del País, se adelanten las artes… progrese el comercio, se generalice y perfeccione la educación pública de la juventud de ambos sexos, y toquen mejor el objeto de su destino los establecimientos de beneficencia que tenemos, o se promuevan otros.

La Junta Suprema de Caracas empezó a legislar en asuntos que antes habían sido privativos de la Monarquía, y que habían causado siempre malestar entre la clase mantuana dueña de la producción agrícola y terratenientes, entre otras medidas: Suprimió el derecho de alcabala sobre los comestibles y objetos de primera necesidad; extinguió el impuesto de exportación; dio libre entrada a varios productos de manufactura extranjera para proteger el beneficio de los frutos del país; declaró que los indios quedaban exentos de todo tributo… hasta prohibió el tráfico de esclavos.

La Junta Suprema de Caracas invitó al resto de las provincias de la Capitanía General a plegarse al movimiento autonomista, mediante una Proclama del 20 de Abril de 1.810: “Habitantes de Venezuela: éste es el voto de Caracas. Todas sus primeras autoridades lo han reconocido solemnemente, aceptando y jurando la obediencia debida a las decisiones del pueblo. Nosotros, en cumplimiento del sagrado deber que éste nos ha impuesto, lo ponemos en vuestra noticia y os convidamos a la unión y fraternidad con que nos llaman unos mismos deberes e intereses… y os llamamos oportunamente a tomar parte en el ejercicio de la suprema autoridad, con promoción al mayor o menor número de individuos de cada provincia… Confiad, amigos, en la sinceridad de nuestras intenciones y apresuraos a reunir vuestros sentimientos y vuestros afectos con los del pueblo de esta capital”. 

Con esta convocatoria, se planteó a las demás provincias una disyuntiva: ¿aceptaban la invitación y se sometían al liderazgo de Caracas? o ¿permanecían fieles a la Monarquía, acogiéndose a la legalidad de la Regencia mediante la elección de sus diputados a Cortes? No era fácil la elección. A la primera opción respondieron, con la formación de Juntas Autónomas similares a la de Caracas, las ciudades de Barcelona, Cumaná, Margarita, Barinas, Trujillo y Mérida. Estas dos últimas, conjuntamente con La Grita y San Cristóbal, aprovecharon la coyuntura política para proclamar su independencia del gobierno de la Provincia de Maracaibo al cual pertenecían. Por su parte, la jurisdicción de Coro, bajo la autoridad civil de la Provincia de Venezuela, y las Provincias de Maracaibo y Guayana rechazaron los sucesos de Caracas manteniendo su fidelidad a la Monarquía bajo los lineamientos de la Regencia.

La posición de Maracaibo respondió a las características históricas del momento, en lo general y particular del proceso, primero ocurre en un período de transición, comienzan a aflorar algunos rasgos de la modernidad política, pero permanecen en la práctica histórica las estructuras del Antiguo Régimen español,  el sistema monárquico es consubstancial a la vida cotidiana del maracaibero; en segundo lugar, para mantener los privilegios autonómicos políticos y socioeconómicos sobre la región marabina al sector oficial y a la elite dirigente le convenía asumir su soberanía regional, pero auspiciada por la Monarquía española, la autonomía provincial de Maracaibo en el marco de la estructura monárquica significaba la consolidación del poder político frente a sus opositores caraqueños, a la vez que la sujeción del gobierno hispánico les garantizaba el control del comercio exterior monopolizado por los comerciantes catalanes, aliados directos de la provincia marabina, quienes eran desafectos a la independencia en esos tiempos por sus ventajas comerciales.

 

Maracaibo se convierte, durante los primeros años de la emancipación política, en baluarte del gobierno monárquico con el respaldo de su cabildo, respaldo que se afianzará aún más después que el Consejo de Regencia, pese a esta tendencia monárquica, resulta difícil pensar que los sucesos de Caracas y las ideas propagadas por sus líderes no penetrasen en el imaginario de reducidos sectores marabinos, dando lugar a reuniones secretas para discutir las circunstancias políticas del momento y considerar plegarse al movimiento caraqueño. Así lo demuestran las tentativas de desacato a la autoridad monárquica develadas en Maracaibo durante el lapso comprendido entre 1810 y 1812.

En cuanto al año de 1811, los constantes rumores sobre la sospecha que varios individuos preparaban actos conspirativos y vociferaban en contra del Gobierno Provincial y a favor de Juntas similares a la de Caracas, llevaron a las autoridades locales a practicar el arresto de don José de Mesa, don Félix de Soto, don Juan Evangelista González y de don Lucas Baralt, acusados del delito de conjuración. A tal efecto el 7 de octubre de ese año, el Gobernador Ruiz de Porras, abrió expediente a los citados detenidos, y en los días siguientes hizo comparecer a varias personas avecindadas en la ciudad para que declarasen lo que sabían sobre la acusación que se les imputaba a los detenidos. Después de examinar las testificaciones solicitadas, el Gobernador Porras determinó la absolución, en auto de 20 de octubre de 1811, por no habérseles probado a los acusados el gravísimo delito de conspiración a la corona española. 

Sin embargo en Maracaibo, continúo gestándose la aparición de espacios libertarios e independentistas como en Caracas los movimientos de la Academia de Matemáticas, la Sociedad Patriótica y el Congreso Constituyente; para 1808 se produjo la publicación del Pasquín de la “Casa de Correos”, libelo que incitaba a la población maracaibera a levantarse en armas contra la monarquía, e iba firmado por el seudónimo “Los hijos de Maracaibo”, la inmediata reacción de las autoridades locales impidió que tal incitación surtiera efecto, al ofrecerse una recompensa de 500 pesos a quien descubriera o denunciara a los autores del libelo.

Más tarde, a principios de 1812, se organizó la primera sociedad política secreta de que se tenga noticias en Maracaibo, la conspiración de la Escuela de Cristo, como se conoce en la historia del Estado Zulia, el movimiento conspirativo para proclamar la República e Independencia, que debía explosionar en Maracaibo el 26 de marzo de 1812, entre aquellos conspiradores existían notables patricios quienes se reunían en el templo de Santa Ana, ermita situada al lado del hospital que fundará Doña Inés del Basto, hoy Hospital Central de Maracaibo,  donde paralelamente a sus oraciones comunicaban noticias, recados e instrucciones para el cumplimiento de sus planes, engañando a las autoridades españolas que no atinaban a descubrir el centro motriz de la agitación provocada por múltiples consignas revolucionarias, las cuales se hacían llegar a muchos sectores del pueblo mediante pasquinas.

Mientras el precursor Sebastián Francisco de Miranda con el título de Generalísimo, gobernaba con poderes extraordinarios como máximo mandatario de la Confederación Venezolana, en  nuestra Provincia, las noticias provenientes del Congreso que declaró la Independencia de la provincia de Venezuela, el 5 de Julio de 1811, y siendo que tres meses después, el 21 de diciembre de dicho año, se sancionó la Constitución que en su artículo 128 establecía: “Luego que libres de la opresión que sufren las Provincias de Coro, Maracaibo y Guayana, puedan y quieran unirse a la Confederación, serán admitidas a ella, sin que la violenta separación en que a su pesar y el nuestro han permanecido, pueda alterar para con ellas los principios de igualdad, justicia y fraternidad de que gozarán, desde luego como todas las demás Provincias de la Unión” Aquella norma constitucional dejaba abierta la adhesión regional a la causa venezolana, pronunciando los patriotas marabinos el 1º de marzo de 1812, mediante un manifiesto en los siguientes términos: “Patriotas maracaiberos: la noble empresa de rescatar nuestra bella tierra de la incertidumbre en que vegeta, desarrolla sus medios de acción, la luz de la libertad ilumina las frentes de los descendientes de Mara, vigorizando su voluntad, marchando a paso gigantesco. Pero a medida que la posibilidad de éxito nos alienta, nuestro deber eleva su sagrado carácter y requiere la práctica de austeras virtudes y la más completa abnegación hasta el sacrificio de la vida en la tortura, si fuere necesario” …. “Unión fraterna, para que sea positiva la unidad de la acción, docilidad para ejecutar el mandato, activa vigilancia, perspicaz recato, profundo sigilo, firme convicción y confianza de alcanzar eso, nos demandan sin prescindencia, el honor y la patria, y la seguridad de todos y cada uno. Preparémonos en esta forma para el día solemne que se acerca; e invoquemos a Dios. Los Miembros de la Junta Directiva”.

Pronunciamiento de la Escuela de Cristo, en asamblea el 12 de marzo de 1812, presidida por Don Juan Crisóstomo Villasmil, reunidos los patriotas León Campos, Joaquín y Marcelino Vale, Nicolás Leiva, Dionisio Torres, Domingo Briceño, José Antonio Almarza, Fernando Saint Just, Diego Melo, Manuel López, Juan Evangelista González, Jacobo y Francisco Puche, Pedro Lucas y Cenobio Urribarrí, Tomás Vega, Lucas, Ildefonso, Martín y Manuel Molero, José Manuel y Pedro Borrego, Antonio Añez, José Lozano, Patrón Belloso, Jesús Mendieta y José María Carrasquero, el resto de los nombres de estos nobles patriotas, pueden leerse en el frontispicio existente en el templo de Santa Ana de la ciudad de Maracaibo.

Este movimiento contaba además con el apoyo de los contingentes del Cuartel de Veteranos, milicias y flota de buques armados, a los que pertenecían algunos de los comprometidos, algunos eran incluso oficiales al servicio de España que conspiraban por la Independencia de su patria. Desafortunadamente esta revolución fracasó, a causa de la traición de un personaje traidor de nombre Servando García, quien, corrompido por el envilecimiento del oro, ascenso y cobardía, develó la conspiración de la Escuela de Cristo, así denominada por sus miembros fundadores. El Gobierno regional español decretó severas medidas contra los conspiradores, unos fueron condenados a muerte, otros remitidos a las bóvedas de los castillos de San Carlos, Puerto Cabello, Cuba y Puerto Rico, aunque afortunamente algunos patriotas lograron evadirse hacia las Antillas del Caribe.

Es oportuno destacar, que diferentes hubieran sido los acontecimientos de haber triunfado los patriotas de la Escuela de Cristo, de haberse constituido el gobierno republicano en Maracaibo, sus entusiastas y aguerridas fuerzas hubieran libertado a Coro y derrotado al jefe realista Domingo Monteverde en su marcha hacia Caracas, de manera que el Generalísimo Miranda no hubiera capitulado, y en consecuencia, el gobierno de la Primera República no hubiera caído en manos nuevamente de los realistas.

Indistintamente del fracaso de la Escuela de Cristo, de los actores sociales que la integraron y los fines que éstos perseguían, el camino tomado por los sectores dirigentes de Maracaibo para reafirmar y acrecentar su autonomía fue contrario en procedimientos, más no en objetivos al de Caracas. Una prueba palpable de ello fue la actuación de José Domingo Rus, como diputado por la Provincia de Maracaibo en las Cortes de Cádiz, durante el lapso 1812-1814. Rus en las sesiones de las Cortes de Cádiz, hizo solicitudes autonomistas para su Provincia, al momento mismo en que Caracas ejercía su particular reacción en los campos de batalla. De manera que el ideal autonomista adquirió distintas formas de expresión: desde las más radicales, como la de Caracas que evolucionó hasta la Declaración de su Independencia, hasta las formales y moderadas, como las solicitudes de Maracaibo en las Cortes para separarse de Caracas y erigirse en Capitanía General, de hecho, la provincia de Maracaibo en las Cortes de Cádiz, hacia un pronunciamiento en favor de un proyecto autonomista, pero como súbditos de la corona española. 

La convocatoria expedida por la Junta Central en 1.809 para elegir y enviar diputados a las Cortes Generales y Extraordinarias de la Monarquía española representó una oportunidad única para las elites americanas de expresar y reivindicar sus aspiraciones políticas y socioeconómicas ante el poder central. La Provincia de Maracaibo no desaprovechó tal oportunidad; desde 1.810, se aprestó a elegir a su diputado cuya representación efectiva, después de varios intentos eleccionarios, recayó finalmente en el Dr. José Domingo Rus, elección nada fortuita, si se toma en cuenta la trayectoria de este personaje dentro del entramado social y la estructura de poder de la Provincia.

Don José Domingo Rus, Licenciado en Ciencias Filosóficas,
Doctor en Cánones, y Abogado.
Diputado a las Cortes de Cádiz por Maracaibo
(3 de marzo de 1812 a 10 de mayo de 1814)
luego juez de la Corte Suprema de México,
cuya acta de independencia contribuyó a redactar.
Nació en Maracaibo el 4 de agosto de 1768, casado con Doña María de las Mercedes
Lezama y Suárez Medrano, Murió en Toluca (México) en 1835

El Doctor Don José Domingo de las Nieves Rus y Ortega de Azarraullía, perteneció a una de las más notables e influyentes familias de la sociedad maracaibera, ocupando algunos de sus miembros los cargos de Alcaldes ordinarios, Juez general de diezmos, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición, entre otros. Por otro, su formación académica como Licenciado en Ciencias Filosóficas, Doctor en Cánones y Abogado, le permitieron distinguirse en el desempeño de actividades cívicas y burocráticas al frente de importantes cargos oficiales como: Diputado del Real Consulado de Caracas, Alcalde Ordinario de primera Numeración, Regidor y Asesor nato del Ayuntamiento, Auditor de Guerra, Consular del Tribunal de Inquisición de Cartagena de Indias, Fiscal de Real Hacienda, Comisionado Regio para la demarcación del Obispado de Mérida, Síndico del Convento de San Francisco. La experiencia en el ejercicio de sus funciones, sobre todo como diputado por Maracaibo del Real Consulado de Caracas y de las Cortes de Cádiz, y su empatía con las ideas ilustradas, que constituyen en el ámbito español y americano el clima mental de los procesos revolucionarios del momento, se reflejan en sus escritos y representaciones recogidos en sus obras tituladas: Maracaibo representado en todos sus ramos, publicada originalmente por el propio Rus (Madrid, 1814) y Agere Pro Patria, texto conservado en la Biblioteca del Archivo de Indias y reproducido entre 1885 y 1886, en el diario maracaibero “El Fonógrafo”.

A diferencia de sus homólogos venezolanos Esteban Palacios y Fermín de Clemente que carecieron de las instrucciones de sus representados, la labor parlamentaria de José Domingo Rus fue el resultado de su trabajo mancomunado con la elite maracaibera que lo eligió. Como miembro y representante de la misma, Rus encauzó su actuación hacia la solicitud y defensa de reivindicaciones políticas, militares, económicas y sociales para la Provincia de Maracaibo y, sobre todo, devolverle la autonomía y el estatus político que había perdido en 1.777 con la creación de la Capitanía General de Venezuela.

La concesión por parte de las autoridades monárquicas de solicitudes tan importantes como: la erección de la Provincia de Maracaibo en Capitanía General, la concentración de centros eclesiásticos, educativos y de administración de justicia en su capital y la introducción de algunas medidas económicas reportarían la consolidación de las aspiraciones históricas de la elite maracaibera, es decir, mayor autonomía para administrar sus recursos y más poder político, con el consiguiente prestigio social. 

De allí la insistencia del diputado en alcanzarlas, tales demandas podrían ser parte de un proyecto autonomista e ilustrado que, con visos liberales, fue concebido y adelantado por los grupos de poder en Maracaibo para preservar sus privilegios ante la amenaza del movimiento emancipador iniciado por Caracas.
La oportunidad para exponer dicho proyecto se presentó con la participación de Maracaibo en las Cortes de Cádiz mediante su diputado José Domingo Rus.

En lo político, José Domingo Rus y la elite que representaba estaban conscientes de la situación interna de la Capitanía General de Venezuela, a raíz del movimiento independentista iniciado por Caracas; por lo tanto, para defender su espacio político, consideraron oportuno solicitar la erección de Maracaibo en Capitanía, mientras se decidía el expediente sobre erigir a la Provincia de Maracaibo en Capitanía General, la Regencia decretó por Real Orden de 2 de octubre de 1812 nombrar al Mariscal de Campo Fernando Miyares Capitán General de Maracaibo, en calidad de delegación. 

Más tarde, Miyares es despojado del mando por Domingo Monteverde que había llegado a la Provincia de Caracas encargado por la corona española para pacificarla. A raíz de ello, tanto Rus como la elite que representaba, comenzaron una insistente lucha por lograr ante la Regencia la revocación del poder a Monteverde, en favor de Miyares, y lograr la sede permanente de la Capitanía General bajo el argumento de que la disidencia de Caracas tornaba imprescindible la autonomía de la Provincia de Maracaibo para preservar la unión con España. 

Una representación comisionada en fecha 19 de enero de 1.814, es enviada por el Ayuntamiento de Maracaibo ante el diputado Rus para ser introducida en las Cortes: Solicitando que…  “La provincia de Maracaibo y su capital, que ha dado nombre a Venezuela, debe merecer el mayor concepto en presencia del Gobierno Nacional y de la soberanía misma, atendidas sus opulentas producciones e industria… y que protegidas por V. A. S. serán sin duda un objeto de delicias, al paso que, desatendida, continuará en el vértigo a que la ha reducido la intriga y rivalidad de los caraqueños… Con bastante conocimiento y sinceridad, y aún con desprendimiento de su autoridad en la extensión, representó en 28 de octubre de 1.810 el capitán general don Fernando Miyares… lo necesario que era establecer esta ciudad en Capitanía General, con las demás gracias que solicitó por su informe citado… y fue así que bajo este aspecto ya se le nombró a él por tal general de esta ciudad y su provincia, y sucesivamente se declaró como parte integrante de ella la provincia de Río Hacha. Y si este Ayuntamiento ha de decir con sinceridad lo que es verdad, ninguna de las ciudades y provincias de Venezuela se halla en la actualidad ni tan ilesa, ni tan impenetrable, ni tan proporcionada de sostener la Capitanía General, Audiencia y cuantos establecimientos principales ha habido en Caracas, como en Maracaibo, por su fidelidad, situación local y que en nada le ha tocado la general desolación de las demás ciudades vecinas… este Ayuntamiento suplica a V. A. Se sirva… dar la más pronta y eficaz providencia, a fin de sostenga la independencia de esta provincia de las de Venezuela en todas sus partes, así en lo militar como en lo político, y antes bien sea atendida esta capital, para que se fijen los establecimientos tan conducentes a su fidelidad”.

Las autoridades y la elite de Maracaibo consideraron que la dependencia de su Provincia a la de Caracas perjudicaba el buen funcionamiento de la primera y lesionaba sus intereses locales. De allí que Rus, en numerosas intervenciones y en atribución a los poderes que le confirió su ciudad para representarla en las Cortes, insistiera drásticamente en separar a Maracaibo de Caracas, en lo administrativo y político, basándose en los criterios liberales aprobados por la Constitución Carlista de 1812: “…ya es preciso confesar que Maracaibo ni por un momento debe depender de Caracas, cuyas determinaciones y recursos negados parece se habían propuesto dar en tierra con su agricultura, comercio y defensa; y no es bien ya se deje de conocer la mejora en que debe empeñarse cada provincia cuando por la Constitución política de la Monarquía española que acaba de sancionarse, todas tienen un interés igual para ocurrir a sus ramos y salir del abatimiento en que las habían tenido los siglos de hierro o las depravaciones de aquellos que con títulos de capitales, como Caracas, todo se lo absorbían y nada concedían a las pobres subalternas, a quienes miraban con desprecio, porque nunca consultaron sino su propio interés y el brillo de sus poseedores. Debe cesar este sistema y mejorarlo, para pasar al de oro de cada pueblo. Mi provincia busca el de su pertenencia y quiere ser restituida, si como es justo se lo merece…”. Rus denuncia las irregularidades en el sistema de administración español en América, y plantea la tesis autonomista que compartían la élite y el sector oficial maracaiberos; argumento formaba parte de las ideas liberales discutidas en América por los propios españoles.

Esta posición autonomista en nada contradecía la fidelidad a la Monarquía, repetida en todo momento por el diputado Rus, la clase mantuana maracaibera pretendía reasumir su soberanía dentro de la estructura monárquica que le podía asegurar el goce de los privilegios autonómicos: la lealtad hacia España ya no era un simple atavismo histórico; era una opción política. Esta fidelidad a España le valió a Maracaibo el título de Muy Noble y Leal otorgada por la Regencia y a instancia de José Domingo Rus según Decreto de 21 de marzo de 1813. Sin embargo, la fidelidad del diputado no llega al extremo de pensar en el fortalecimiento de los lazos con la Península; por el contrario, trabaja por lograr una gran autonomía local para las provincias americanas; en 1.814, solicita que se designe en Maracaibo a un Gobernador e Intendente autónomo, y exige que este último y sus subalternos sean oriundos de su provincia. La actitud asumida por José Domingo Rus ante el proceso independentista, desencadenado desde Caracas, es igualmente reveladora de las diversas modalidades de ilustración y liberalismo que se debaten en las Cortes. Claramente expone su apego a la legitimidad de la Monarquía, pero pugna por el otorgamiento de mayores libertades y privilegios autonómicos para su provincia. El enemigo común de la nación española era Francia, pero, también, el absolutismo real.

Tanto para Rus, como para la elite que él representa, la libertad nacional y la seguridad individual de americanos y españoles están vinculadas a la observancia de la Constitución de Cádiz. 

Así lo expresa el Cabildo de Maracaibo en una carta dirigida a las Cortes, y leída por uno de los secretarios, en sesión de 7 de diciembre de 1812: “…el Cabildo de Maracaibo… no puede omitir felicitar a V.M por haber sancionándola grande obra de la Constitución política de la Monarquía… Este Código inmortal es recibido de todos los buenos con sumo respeto, ternura y entusiasmo… pues al mismo tiempo que consigna en él la gloria, prosperidad y libertad individual del ciudadano, enfrena en los magistrados el poder de la arbitrariedad y establece por base fundamental la religión católica…”.

Rus criticó abiertamente al sistema colonial y a los excesos que en, nombre de la Metrópolis, se podían cometer en la administración de los territorios americanos, el diputado abogó repetidamente por el respeto a los derechos de los americanos; asimismo, denunció en varias ocasiones el abuso de poder y las injusticias en que incurrieron algunos funcionarios de la Capitanía General de Venezuela como el Gobernador Pedro Ruiz de Porras, el auditor de guerra José Vicente de Anca y el Capitán de Navío Domingo Monteverde.

Al referirse al envío de tropas para el complemento del Batallón Veteranos de Maracaibo, se quejó de la actitud de algunos funcionarios peninsulares: “Aquí note V.M. que, si se tratase de buena fe por la tranquilidad de los países conmovidos de América, no se les remitiría, como se les remite, una tropa inmoral, sin disciplina y corrompida, para ir hacer el mal y no el bien; y de este modo Señor, ¿Habrá América tranquila?

Por otra parte, Rus aspiraba a una organización administrativa más coherente y funcional para la América hispana; al discutir sobre el funcionamiento de las instituciones afirmaba: “…todos los Ayuntamientos deben igualarse, para que ninguno tenga queja de etiqueta despreciable cuando sólo debe tratarse del buen servicio, única sustancia de los gobiernos y sociedades más útiles…”.

Estas solicitudes eran importantes para las aspiraciones de las autoridades y la elite dirigente de Maracaibo, por cuanto reportaría beneficios económicos a la provincia ya que contaría con un considerable fondo anual procedente de los diezmos. Además de un Colegio como centro académico, al igual que en otras capitales importantes, facilitaría el acceso de Maracaibo a la modernidad y daría prestigio a la elite; José Domingo Rus estuvo consciente de esta novedad, no sólo por su insistencia en el traslado del Colegio de Mérida, sino por su preocupación ante la falta de escuelas de primeras letras en Maracaibo, cuyos habitantes, afirmaba aún existen privados de este beneficio con la mayor inconsideración e injusticia; en consecuencia, hizo ante las Cortes, en la sesión de 1º de septiembre de 1813, la siguiente propuesta: “Que los productos y rentas de la canonjía suprimida en la Catedral de Mérida de Maracaibo, destinada antes a la Inquisición, se apliquen al establecimiento de escuelas gratuitas de primeras letras, matemática y geografía en la capital de Maracaibo, y que dando aquéllas para más, se ponga en el Colegio Real de San otra en que se enseñe la Constitución política de la Monarquía española, para que aquellos fieles y buenos ciudadanos españoles, con su particular instrucción, se radiquen mejor en sus leyes fundamentales y gocen con más gusto de su benéfico influjo por el que tienen en toda la Monarquía española para que fueron sancionadas”.

Rus, en su afán de lograr el progreso social de su provincia y solucionar el problema de la mendicidad, de tantos ociosos y pobres desamparados, propuso la creación de una Lotería Nacional. Esta serviría como una renta de beneficencia social a fin de auxiliar la Hacienda Pública, la construcción de una Iglesia y, muy especialmente, la instalación de una Casa de Misericordia similar a la existente en Cádiz, es decir donde sus asilados trabajarían en actividades de provecho y erradicarían sus vicios.

En definitiva, las solicitudes expuestas por José Domingo Rus ante las Cortes de Cádiz, analizadas en su conjunto, demuestran la temprana presencia en la elite de Maracaibo de un propósito autonómico, inspirado en algunos principios de la Ilustración y al cual Rus trató de introducir y alcanzar con el apoyo de las Cortes de Cádiz, aprovechando el ambiente liberal reinante en España y en provecho del deslinde de la provincia de Maracaibo del poder central de Caracas. 

Para 1821, el panorama político regional cambia, el propio gobernador de la provincia, Francisco Delgado, así como todos los miembros del cabildo maracaibero, de ser fieles realistas y pro monárquicos, se rebelaron contra la corona y apoyaron desde entonces las posturas republicanas.

Este cambio de posición política, respecto de la independencia de la corona española, fue el resultado del trabajo de propagación de las ideas modernas entre la población maracaibera realizado secretamente por Juan Evangelista González y Rafael Urdaneta. Las nuevas ideas, propagadas a través de panfletos y contactos personales, despertaron el interés por la causa independentista, por sus simpatizantes y entusiastas seguidores, entre ellos los hermanos Luis y Lucas Baralt, quienes también apoyaron y auspiciaron superar la actitud monárquica de la población maracaibera, sino totalmente, al menos mayoritariamente.

Cuando, en 1821 Rafael Urdaneta puso en acción su plan para la toma de Maracaibo, se sorprendió por la facilidad y rapidez con que se desarrollaron los acontecimientos en favor de la República, por el amplio apoyo popular a la causa independentista de la corona española. Dando relación de los hechos al Libertador Simón Bolívar, Urdaneta explica: “La revolución de Maracaibo puede citarse como ejemplo de filantropía, pues no sólo no se ha vertido una gota de sangre, sino que no pasan de diez las personas que han debido asegurarse por su opinión contraria por ahora sólo me limito a felicitar a V.E. por este feliz acontecimiento de cuya organización tuvo V.E. la bondad de encargarme y que he podido lograr aun antes de lo que se esperaba”.

El entonces gobernador de la provincia de Maracaibo, Francisco Delgado, también refiere: “todas las clases del pueblo han hecho las demostraciones más vivas y sensibles de gozo y alegría, testificando su adhesión a la República, aún los mismo españoles y sus coterráneos criollos que antes fueron prosélitos de la opresión”.

Esta amplia aceptación de las nuevas ideas en la población maracaibera habla del éxito de la actividad desplegada por los patriotas marabinos, el hecho no fue fortuito, no fue circunstancial, ello se debió a la fermentación de los ánimos que ya venían preparándose y madurándose desde hacía tiempo y que finalmente desembocaron en la feliz declaración de Maracaibo y Coro en favor de la República y por Venezuela.

Bibliografía:

Belín Vázquez, “El proceso político de Maracaibo en una época de transición. 1799-1830”. Cuaderno de Historia Nº 16, La Universidad del Zulia, ediciones de la Facultad de Humanidades y Educación, Maracaibo, Venezuela, 1989.
Ligia Berbesí, “Independencia y conflictos locales en las provincias venezolanas, 1808-1812 Estudio de caso”, ponencia presentada en el XII Congreso “Los procesos de modernización en América Latina y el Caribe”. Roma, 27-30 de septiembre de 2005.
Romero Luengo, Adolfo. “Bolívar y Urdaneta”. Correspondencia.
Vinicio Nava Urribarrí, et. al. (1988), “Vivencias trascendentales del Gral. Rafael Urdaneta (El Brillante) en su tierra zuliana”. Sociedad Bolivariana de Venezuela, Memoria de la XXVIII Asamblea Nacional (1988), Maracaibo.
Juan Bessón, Historia del Zulia, ediciones de la gobernación del Estado Zulia, 1993.

José Luis Reyes Montiel.

2 Comentarios

  • Manuel Camacaro

    Maestría y pasión en el texto. Muy buena narración y conocimiento. ¿Eres el que trabajó en el SENIAT de 5 de Julio?
    Buenas noches