EN LA CASA DEL POBRE. Manuel Rojas
EN LA CASA DEL POBRE
En la casa del pobre hasta la soledad tiene hambre. Los balcones lucen descuidados las cortinas resisten la inclemencia del sol soportan los duros inviernos y las caídas de luna en sus pliegues de amarillenta palidez. Los niños juegan a la mesa a la mamá que sirve la comida que se comen los pájaros. En sus ojos hay ojeras de madrugadas espantosas, de pesadillas absurdas donde la vida vale un plato de espaguetis. Las sillas respetan la carencia de horas mendigas – sillas flacas, desdichadas donde se sientan las sombras de sus almas- benditas sombras, benditas sobras que no sobran y el perro ufano,
triste de alborada con pulgas de huesos a tiempos muertos, desanda como un fantasma por entre la mirada de sus amos persiguiéndose la cola en el refugio de estrellas solitarias que le asignó la vida.
En la casa del pobre hasta la tristeza tiene hambre…
Manuel Rojas