«AGUA». Olimpio Galicia Gómez
AGUA
Comparecí ante el agua con mi sed de raigambre y mis ojos secos de llantos apagados, y, en el rostro de mi nieto, el asombro de una vida de cuatro años, al sentir la lluvia que le destilaba los cabellos y le encogía el corazón, en esa primaria entrega que departía el cielo en pringas de cristales.
La sed no se mitiga a cántaros, ni la garganta desvanece sus costras de salitre, ni al pecho se le quita el galopar de sabanas, ni a mis huesos el redoblar de la marcha diaria y consecuente.
Pero las nubes, equivocadas de rumbo, descargaron bondades en el lomo de la tierra, se llenó de olores frescos la arcilla, las piedras rodaron su alboroto por la cuesta de la quebrada, la casa lavó su estampa y destiñó su cal milenaria que la amparaba.
Fue tan fugaz el momento de apresurado frío, que el horizonte escondió sus azules extremos, y conmovido de humedad, el patio festejó su alegría de charcos y diminutos riachuelos.
Cuando llegó la calma, con su perfil de iguana mansa, entendimos que el corazón quedó agrietado, por las goteras que desprendía.
Olimpio Galicia Gómez