¡El perdón, es posible, necesario y saludable!. Por Miguel Zurita Sánchez
Me parece interesante, tratar el tema del perdón, muy a propósito de la Semana Santa, sobre todo para nosotros los occidentales, en creencias, religión o filosofía, aun a sabiendas, que la fundamentalización y esencia de éstas, provienen del oriente.
Quiero dar inicio al tema, desde lo que son el concepto o significado y etimología de la palabra
Qué es, concepto o significado
Es un verbo activo transitivo. Este vocablo se refiere, de quien ha sido perjudicado en ello, condonar, exculpar o eximir la deuda, falta, obligación, afrenta, delito u otra cosa. Excluir a alguien de lo que comúnmente se hace con todos o librar de la obligación que se tiene. Privarse o renunciar de ello, más de todo de una mala acción.
Etimología
Perdonar es una palabra muy antigua con diferentes connotaciones la cual ha sido traducida, desde diferentes idiomas, con traducciones literales muy diferentes, pero el origen etimológico de “perdonar” del idioma español viene de la siguiente fuente.
Esta palabra se compone del latín tardío «perdonāre»; del prefijo «per» o del latín «per» a través de y «donāre» que quiere decir dar…. Realmente en origen el verbo perdonar significaba «regalar definitivamente un acreedor al deudor aquello que le debía».
¿Cómo es el perdón o cómo se interpreta, en las cuatro religiones o filosofías más grandes del mundo creyente?
En el Cristianismo
JESÚS de Nazaret y el perdón.
Jesús excusa y perdona a sus enemigos y así se lo pide al Padre: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Hasta ese punto llegó el perdón de Jesús. Jesús no se dejó vencer por el mal, sino que venció al mal con el bien (Rm 12,21).
Jesús presenta la misericordia fraterna como una buena disposición previa al perdón de Dios. “Es necesario perdonar para que también vuestro Padre celestial os perdone vuestras culpas” (Mc 11,25). Así decimos al Padre, que perdone nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos ofende (Lc 11,4). Realmente somos nosotros los que al perdonar ponemos la medida del perdón, pues con la misma medida que midamos, se nos medirá (Lc 6,36-38). Y hay que usar una buena medida para excusar los pecados de cada día, esos que van carcomiendo toda clase de amor. La reconciliación depende de cada persona, cada uno es libre para aceptarla o rehusarla (Mc 4,1-9); pero la reconciliación es, sobre todo, obra de Dios, él es el que realiza su obra, ensalza a los humildes y rebaja los soberbios (Lc 1,52-53).
En el Budismo.
En el Budismo, el perdón se concibe como una práctica para prevenir pensamientos dañinos que puedan alterar nuestro bienestar mental.
El budismo reconoce, que los sentimientos de odio y rencor dejan un efecto duradero en nuestro karma. De hecho, promueve el cultivo de pensamientos que dejen una sensación sana, éste no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos ofendió, es más bien un mecanismo para que yo sea libre de la amargura que dejó esa acción en mi corazón.
Yo puedo decidir perdonar a alguien, que no está arrepentido de haberme dañado, porque mi intención al perdonar, no es que esa persona quede libre de culpa, si no que yo quede libre en mi interior, que yo tenga paz, que yo pueda vivir bien y sin mirar para atrás.
En realidad pueden ser muchas las situaciones, que nos lastimen y generen en nuestros corazones un profundo resentimiento y tristeza, las cuales sentimos que no nos permiten avanzar.
”Perdonar es el valor de los valientes, Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar” M.Gandhi.
En el Judaísmo.
El Yom Kipur, o día del Perdón se celebra el 10 de Tishrei, 10 días después del Año Nuevo. Es la festividad más solemne y respetada del calendario judío. Este día se inicia, como todas las fiestas judías, la tarde del día anterior. Se observa un ayuno riguroso, es un día que se dedica a la plegaria y al arrepentimiento por las faltas cometidas durante el año, esperando el perdón de Dios, que ha de perdonar a todos quienes se arrepienten sinceramente.
En el Islamismo.
El perdón es una de las cualidades que caracterizan a Dios, de la cual deriva uno de sus más bellos nombres: “El Perdonador”. En el Corán, Dios a menudo se describe como «Indulgente» con el fin de subrayar la importancia de esta buena forma.
De Dios (Alá) se predica constantemente que es El Clemente, El Misericordioso (al-Rahman al-Rahim). El Corán, la Escritura de los musulmanes, deja claro que Dios castiga, pero también perdona. El islam enseña que Dios es «el misericordioso», y la fuente original de todo perdón.
Como vemos, las cuatro más grandes religiones o filosofías del mundo creyente, tienen al perdón, como uno de sus elementos fundamentales, y es posible que los grandes líderes de éstas, manejen el perdón como manejar una bicicleta, como lavarse las manos o amarrarse las trenzas, sin embargo he aquí la gran pregunta, ¿Cómo hace un ordinario y corriente mortal, para manejar el perdón? ¡Ojo… aun en prácticas como el trance, meditación, en Ṣalāt, en penitencia, en oración, en contemplación, en comunión, Nyung-nye o Ñung-ñe o Ñune o en ayuno!, los cuales son prácticas cotidianas de estas religiones o filosofías.
Para las religiones, filosofías, psiquiatría o psicología, apliquemos este concepto de lo ¿qué es el perdón?
El perdón es disculpar a otro por una acción considerada como ofensa, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante, no queden más o menos afectadas. El perdonante no «hace justicia» con su concesión del perdón, sino que acata la justicia al renunciar a la venganza, al justo castigo o compensación, en aras de intereses superiores. El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. No perdona quien no se siente ofendido, por lo que otras personas considerarían una ofensa. Tampoco perdona, quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del presunto ofensor, que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna.
El perdón es obviamente un beneficio para el perdonado, pero también sirve al perdonante (que también está interesado en ver recompuestas total o parcialmente sus relaciones con el ofensor y, en ocasiones, cumple al perdonar una obligación moral o religiosa) y a la sociedad, pues contribuye a la paz y cohesión sociales y evita espirales de venganzas, motivo por el que religiones y diversas corrientes filosóficas lo recomiendan.
¿Es posible perdonar, siendo víctimas del enjambre de afanes, calamidades, sobresaltos, tensiones, estrés, presiones, calumnias, mentiras, soberbia, horror, miseria, torturas, hipocresía, deshonestidad, corrupción, terror, odio, desamor, falsedades, injurias, robos, atracos, violaciones, asesinatos y todo producto resultante del mal, y en el cual convivimos y nos mantenemos?
Antes debo aclarar que, se entienda por mal, no sólo lo que tiene que ver con la maldad, desde el punto de vista religioso o filosófico, pues es un término que aglutina y sintetiza, a todo lo contrario al bien o a lo bueno.
En principio, toda ofensa podría ser perdonable, aunque las características de la persona y de la ofensa, la hacen más o menos difícil de perdonar. Es discutible si existen por tanto hechos imperdonables, pero si existen, los mencionados en la pregunta, seguramente estarían entre ellos. El perdón es una decisión libre y por tanto se puede sugerir, recomendar o pedir, pero nunca exigir. Además habría que tener prudencia porque la situación de vulnerabilidad propia de la víctima puede llevarle a pensar, ante esa exigencia de perdón, que si no lo hace, está convirtiéndose en ofensora, y crearle un conflicto interior más doloroso aún. El hecho de que una víctima perdone a su ofensor, no supone que deba renunciar a que se haga justicia y a que, este cumpla la condena establecida por el juez. Lo cierto es, que hacer justicia facilita el perdón de la víctima.
Sin embargo, la respuesta es simplemente, SI.
Para entenderlo de forma práctica, hagamos el siguiente ejercicio, tomemos la anterior definición de perdón, y apliquémosla a nosotros mismos; esto sería más o menos así:
El perdón es disculparme por una acción considerada como auto ofensa, es renunciar a vengarme de mi, o reclamarme un justo castigo, es optar por no tener en cuenta, ofensa alguna en el futuro, de manera que las relaciones entre mi Yo ofensor perdonado y mi Yo ofendido perdonante, queden sanadas, de modo que, estoy perdonándome por justicia, mas no por renunciar a la venganza o justo al auto castigo ni al falso olvido, que se transforma en remordimientos o pesares.
Es cierto que, si no hay ofensa no hay ofendido, aunque a veces tratemos de justificar nuestras auto ofensas, de cualquier manera, para no reconocer nuestras faltas con nosotros mismos.
El perdón es un beneficio tanto para el perdonado como para el perdonante, entonces, al perdonarnos, estaremos obteniendo un doble beneficio, contribuyendo con nuestra paz interior y con nuestra cohesión social, desde lo personal.
El perdón es una realidad de una riqueza tan profunda como el amor. De hecho, podemos considerarla como una forma de querer: cuando perdonamos estamos amando a la otra persona, y cuando se ama a otra persona, el perdón formará parte y acrecentará ese cariño al superar las pequeñas ofensas de cada día. El dolor de la ofensa tiende a generar una respuesta en parte defensiva, de protección, y en parte ofensiva, de devolver el daño con otro daño que, de hacerlo, nos convertiría de ofendido en ofensor. Al perdonar nos liberamos del lazo que nos une a la ofensa y al ofensor, al que tendemos a identificar con ella. Al perdonar, renunciamos al deseo de venganza y al resentimiento, emociones negativas de las que también nos liberamos. Las personas necesitamos vivir en el tiempo, mirando hacia delante, mientras que el resentimiento y el deseo de venganza nos atan al pasado, nos llevan una y otra vez al “lugar del crimen”. Por parte del que pide perdón, dar este paso le ayuda a superar su culpa, y vencer el remordimiento, en caso de haberlo.
A la persona ofendida que no quiere perdonar, sólo le cabe la escapatoria de vengarse del daño o confiar, en que el paso del tiempo cicatrice la herida. La venganza genera más venganza y dolor. No hacer nada por sanar la herida puede hacer crónico el círculo vicioso del daño-dolor, como el resentimiento, “ese veneno que, dice un experto, uno se toma para hacer daño al otro”.
La razón de nuestro perdón debe surgir del amor por nosotros mismos, llegar a amarnos tanto, que no surja la necesidad interior de perdonarnos, porque “Quien ama, ya no necesita perdonar”. Buda.
La relación entre lo psíquico y lo somático es estrecha, como lo demuestra el componente biológico de las emociones. El afán de venganza y el resentimiento son emociones auténticamente tóxicas, que nos desgastan con una fuerza extraordinaria que las expande a todos los rincones del fondo vital. No nos dejan vivir en paz, y nos mantienen en un constante estado de alerta.
En esas condiciones, los mediadores biológicos del estrés, como la adrenalina o el cortisol, podrían alterar el funcionamiento del organismo y, más en concreto, los sistemas inmunitario y endocrino, y la función cardiovascular. De hecho, algunos estudios demuestran que las personas con mayor actitud y capacidad para perdonar, necesitan menos recursos de salud, consumen menos fármacos, poseen un umbral superior del dolor, y, en última instancia, una mayor longevidad. La salud mental también puede resentirse. De hecho, los cuadros psiquiátricos más frecuentes – los trastornos adaptativos – se deben frecuentemente a sucesos, que la persona percibe de alguna manera como una ofensa. Estas vivencias pueden desencadenar o perpetuar síntomas o trastornos de ansiedad, depresión, insomnio y adicciones, como muestran algunos estudios.
“Si no puedes perdonar, vivirás con tus enemigos, con tus heridas, con tus dolores, con tus tristezas, con tus resentimientos.” Buda.
En conclusión.
Haz todo lo posible, para que no brote de tu interior, una acción de resentimiento, odio y venganza, hacia quien o quienes, sientes que te hizo daño. Si permites, estas malas emociones, podrías sufrir alguna enfermedad física, moral o espiritual y entonces pregúntate, ¿Para qué? ¿Vale la pena?
“Perdonar es posible, necesario y saludable, sólo es cuestión de amar”. Miguel A Zurita S.
Me despido con un poema de uno de mis maestros, Facundo Cabral “El filósofo viajero”, como lo he bautizado.
Miguel Alberto Zurita Sánchez. ¡No Más MGF´S!. Coro 06 / 04 / 2.020.
3 Comentarios
Maria
Cuanta falta hace en estos días, ponerla en practica
admin
Excelente Miguel. El Perdón, es expresión superior de amor. Del amor que no le interesa ganar ni poseer. Abrazos
Miguel Alberto Zurita Sánchez
¡Así es, Mano Lo! ¡Abrazos!