Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): «XXVI- Persecución». Por Luis Enrique Homes
XXVI- Persecución
En algún momento que Andrea encendió su teléfono, se dio cuenta de la cantidad inesperada de mensajes de textos que el licenciado le había enviado. Algunos mensajes llenos de amor y de ternura. Otros de amenazas, cargados de rabia y rencor. Unos seguían a otros en cuestión de minutos, incluso segundos y las emociones y el contenido variaba inesperadamente.• Andrea mi amor perdóname, no volverá a pasar. He estado muy tenso y cansado y con algunas copas de más, pierdo el control de lo que digo y hago.
- No creas que te vas a salir con las tuyas. Esta la pagaras porque a mi nadie me hace eso que tu me estas haciendo.
- Me hace mucha falta tu y el niño, por favor perdóname.
- Lo que estás haciendo es ilegal porque estás secuestrando a mi hijo. Cuando te agarre la policía vas a ir presa, y yo me quedaré con el niño.
- Yo te prometo que cuando regreses te trataré como una reina y a Omar como un príncipe. A ninguno de ustedes le ha faltado nada.• Mocosa desgraciada no sabes lo que estás haciendo ni con quien te estas metiendo. Es mejor que te aparezcas en la casa rápido antes de que te encuentre y te mate.
- No hay amor mas grande que el mío hacia ti y hacia mi hijo.
La lectura de los mensajes dejó perpleja a Andrea y a Jacinta. ¿Cómo puede una persona pensar y sentir de manera tan diferente en cuestión y minutos o segundos?
Estaban deliberando qué hacer cuando sonó insistentemente el teléfono de la casa, pero ellas no se atrevieron a responderlo. Al teléfono de Jacinta llegó un mensaje de texto del Dr.Ignacio indicando que respondiera el teléfono de la casa, que Ignacio estaba llamando y quería hablarles. Andrea respondió.
- Tienes que cuidarte Andreita por Dios, cuidate mucho. Tienes que buscar la forma de irte del pueblo, de escaparte con alguien, de irte bien lejos mientras hay alguna forma de que salgas del país. Ese hombre es muy peligroso. Maneje mucho dinero y allí en Montaña Clara tiene comprado a todo el mundo, pues ya te habrás dado cuenta. Una vez que se apodera de la gente, no se puede salir de sus garras. Tu vida corre peligro
Las mujeres hablaban entre ellas desordenadamente, se intercambiaban el teléfono para hablar con Ignacio, contaban lo que les había pasado con el trabajo que cada una de ellas estaba haciendo con el conteo de un dinero de dudosa procedencia, la falsificación del documento de venta de la casa abuela, la sospencha de que su muerte no no hubiese sido una muerte natural si no un asesinato, los maltratos que Andrea recibia en la casa, la operación de un prostibulo clandestino en las Quince Letras, todo lo veian ahora con una claridad abismal en esta conversacion con Ignacio.
- A mi estuvieron en una celda en una casa solitaria por dos días. No me dieron comida, no me dieron agua. Tenía que hacer mis necesidades allí. Me preguntaron una y mil veces si tenía amores contigo y me hicieron prometer que nunca más me acercaría a ti, porque me matarían. Ellos estaban seguros que nosotros teníamos algo. Me seguían a todas partes. Y todo porque te acompañe una vez a las Quince Letras y te lleve al hospital el dia del parto.
Andrea temblaba de miedo con todo lo que estaba escuchando. Abrazaba al niño fuertemente como si un fantasma se estuviera acercando a la casa.
- Traten de buscar dinero como sea y salgan del pueblo, tienen que irse a otro país, si es posible busquen a alguien que los guíe hasta la frontera con México y Estados Unidos. Por bus, por avión o como sea y allí se pide asilo. Eso parece que es largo y fastidioso, pero es lo mejor. No se vayan a una ciudad cercana porque las pueden conseguir. Mientras estén en esa casa, yo puedo llamarlos a este teléfono. No al suyo. Organícense y las llamó en dos días. Hasta luego, no podemos hablar mucho. Una última cosa: no confien en nadie que trabaje con el licenciado. Todos son mafiosos. Solo se puede medio confiar en el enano Julian, a pesar que dicen en el pueblo que es hijo del licenciado.
Al cerrar el teléfono la casa se inundó de un profundo y espeso silencio. Jacinta y Andrea no se atrevían a mirarse a las caras, para no enfrentarse cada una de ellas con la cara de temor y horror de la otra. La conversación con Ignacio delataba la magnitud y el peligro de lo que estaban enfrentando. Andrea se levantó de de la silla, le dijo en voz baja, como en secreto a Jacinta “cuidame a Jesús un momento acá” y se encerró en el baño.
Allí tomó una toalla, se la apretó con fuerzas en la cara y explotó en llanto, hasta que las lágrimas empezaron a salir por debajo de la puerta. Ya era de noche y exhausta salió del baño directamente a la cama. No había nada que decir, no había nada que pensar. Habría que tener la mente clara para el proximo dia.
Luis Enrique Homes
Un comentario
Claudia Lopez
Cuánta gente inocente habra en estos pueblos como Andrea
Una historia triste pero real