«SILVANO ACOSTA», texto inédito de Jorge Luis Borges, dictado a María Kodama, en 1985, pocos meses antes de morir.
A continuación un texto inédito, hasta el 1 de Noviembre de 2020, del escritor agentino Jorge Luis Borges, titulado «Silvano Acosta».
El escritor argentino Jorge Luis Borges dictó a María Kodama el relato “Silvano Acosta” el 19 de noviembre de 1985. Este 1 de noviembre, el diario “La Nación” de Argentina publica el texto que permanecía inédito, en el que Borges cuenta la historia real de un desertor y la culpa que padece por un fusilamiento que ordenó su abuelo, el coronel Francisco Borges.
Diario La Vanguardia de Mexico. Tres (03) de Noviembre de 2020
SILVANO ACOSTA
Mi padre fue engendrado en la guarnición de Junín, a una o dos leguas del desierto, en el año de 1874. Yo fui engendrado en la estancia de San Francisco, en el departamento de Río Negro, en el Uruguay, en 1899. Desde el momento de nacer contraje una deuda, asaz misteriosa, con un desconocido que había muerto en la mañana de tal día de tal mes de 1871. Esa deuda me fue revelada hace poco, en un papel firmado por mi abuelo, que se vendió en subasta pública. Hoy quiero saldar esa deuda. Nada me costaría fantasear rasgos circunstanciales, pero lo que me ha tocado es lo tenue del hilo que me ata a un hombre sin cara, de quien nada sé salvo el nombre, casi anónimo ahora, y la perdida muerte.
Asesinado Urquiza, la montonera jordanista asedió a Paraná. Una mañana entraron a caballo en la plaza y dieron la vuelta golpeándose la boca y gritando algún sapucai para hacer burla de la tropa. No se les ocurrió apoderarse de la ciudad.
Para levantar el sitio, el gobierno envió al regimiento número dos de infantería de línea. Faltaban plazas y una leva recogió algunos vagos en las tabernas y en las casas malas del Bajo. Acosta fue apresado en esa redada, entonces común. Nada me costaría atribuirle una parroquia de Buenos Aires o un oficio determinado -peón de albañil o cuarteador- pero esa atribución haría de él un personaje literario y no el hombre que fue lo que fue. A la semana desertó del cuartel y se pasó a los montoneros. Tal vez pensó que la disciplina entre gauchos sería menos severa que en las filas de un ejército regular. Tal vez quería desquitarse de haber sido arrastrado a la guerra. Prosiguió la campaña y un Destacamento del Dos trajo prisioneros. Alguien reconoció al pobre Acosta. Era un desertor y un traidor. El coronel Francisco Borges, mi abuelo, firmó la sentencia de muerte con la buena caligrafía de la época. Cuatro tiradores la ejecutaron.
Yo nací treinta años después. Un vago sentimiento de culpa me ata a ese muerto. Sé que le debo una reparación, que no le llegará. Dicto esta inútil página el diecinueve de noviembre de 1985.
Jorge Luis Borges
2 Comentarios
Maria
A veces somos culpables de culpas que no son nuestras, y a veces el ejecutar alguna acción nos hace ser culpables y solo lo hacemos creyendo estar haciendo lo justo
Mónica L
Al menos esa fue una deuda refrendada en papel
La mayoría de nuestras deudas ancestrales son anónimas son a veces indetectables
Y las culpas heredadas hacen estragos
Creencias inculcadas casi genéticamente
Que liberador fue para Borges
Gracias por compartir