Serie Amores de Refugio: “Esa Boquita tan Linda… Yo la Beso”. Capítulo VIII: “ALTOS Y BAJOS”. Por Luis Homes Jiménez
Altos y Bajos
La vida te va llenando de saltos y bajos muy grandes. A veces no sabes cómo vas a reaccionar a estas inesperadas subidas y bajadas, como yo he visto en las películas y propagandas, cuando la gente se monta en esas espectaculares y temidas montañas rusas. La gente sube los trenes con los ojos que les van creciendo y creciendo hasta casi salírseles de la cara y bajan a toda velocidad con los ojos cerrados, para que no se les caigan. Así pase yo esta semana en el refugio. Cada día mas asombrada de las cosas que me pasaban: de la tristeza tan grande que inundaba mi corazón hasta sentirme ahogada, asfixiada, sin casi ni poder caminar, hasta la alegría rebosante de un reencuentro que no esperaba. ¿Como puede una niña transformándose en mujer, vivir estas cosas de tal intensidad, sin preguntarse el misterio de la vida a mis 16 años?
Estuve todo el tiempo vigilada por Miss Hortencia que tomaba nota en un cuaderno de cada uno de mis pasos, cada quince minutos. Si bostezaba me preguntaba si tenia sueno. Si no bostezaba, otra pregunta para saber si estaba descansada. Si no comía, era porque estaba deprimida y si comía, era porque antes tenia hambre. A la final le dije que podía anotar lo que quisiera, pero que por favor me dejara tranquila y en paz. Yo quería vivir mi tristeza sola, y si estaba aislada pues que me dejara aislada y vigilada, pero que me dejara en paz. Ya esperaría la próxima semana para hablar con mi consejera.
Sentí por primera vez lo que era el luto. Saber que mi mama murió y yo sin despedirme de ella, sin estar a su lado, sin poder ir a su entierro, fue una cosa horrible. Solo me llamaron a la oficina y en presencia de la consejera y mi trabajador de caso me informaron de la mejor manera que mi mamá había fallecido y ellos tenían el deber de decírmelo. Como acá las personas no se pueden tocar por las reglas del refugio, pues nadie me abrazó. Nadie pudo acercarse a mí, cuando me desplomé en el piso a llorar. Y quede tiraba acariciando el calor de la alfombra sucia, hasta que absorbiera mis lagrimas y las llevara imaginariamente hasta mi pueblo. Yo quería que mis lagrimas quedaran en el ataúd de madera de mi madrecita querida.
Yo me quede llorando de dolor, allí en el piso junto a la alfombra marrón y les dije a las misses que me dejaran un momento. Fue entonces cuando me quede profundamente dormida y soñé en con la Iglesia de Jesús de la Divina Misericordia recibiendo el humilde cajón de madera, el más barato que habían podido comprar los vecinos de San Miguel con su colecta llena de amor y generosidad de gente pobre. Así fue que pude ver en sueños, el rostro de mi madrecita querida y la vi sonriendo, recordándome con su voz que tenía que seguir estudiando y que allí en El Salvador no podía, porque las muchachas como yo, apenas a los 16 años, quedaban embarazadas de hombres mayores que las enamoraban y después las abandonaban por otras más jóvenes; o de los muchachos que formaban las maras, que las obligaban a juntarse con ellas. Pero igual las embarazaban y también las abandonaban.
En medio de mi dolor me tranquilizo ver el rostro de mi mamita sonriendo y recordando su consejo, que me viniera, que allá no iba a hacer nada y que por favor viniera a acompañar a mi hermana Matilde, viuda de Eduardo, también asesinado por las maras. Al menos creo que mi madrecita estaba contenta por habernos enviado a sus dos hijas a los Estados Unidos, con todo el dolor de su alma. Pero mi mamita, con su sonrisa que vi en el sueño, creo que murió en paz y pues, a la final, las madres siempre saben lo que hacen por sus hijos. Y terminan teniendo la razón. Por eso, ella siempre decía: “Mi mama siempre tenía la razón, así yo no la entendiera”. Pero no deja de dolerme la muerte de mi madre. Pero después de ese sueño, creo que mi dolor será un dolor de paz.
Me duele también mucho la partida de Carmelo. Que se lo hayan llevado sin despedirse de nadie y que ahora este en un Centro de Detención y no sepamos nada de él. Yo quedé esperando ese beso con sabor a caramelo, porque cuando cometió la travesura de besarme en medio de todo el mundo y que hizo que nos castigaran a los dos, pues yo volteé la cara de la sorpresa y no me pudo besar en la boca como el me lo había prometido. Si yo hubiera sabido todo lo que vendría después acá en el refugio, todo el escándalo y todo el castigo que se nos vino encima, pues me hubiera dejado besar en la boca, porque creo que el castigo hubiera sido el mismo y al menos hubiera besado a Carmelo y me hubiese quedado con su sabor a caramelo
¿Qué va a pasar con él? Pues no lo se. Pero Angelica me dijo que no me preocupara, que ella tenia un plan. Y pues yo le creo. A pesar de que el plan de fuga con Carmelo ya no podrá ser, pues a lo mejor algo inventará para sacarme de acá. Eso lo guardo como una esperanza. Sin hacerme muchas ilusiones porque no soy capaz de aguantar tanto desengaño ni otro dolor más.
Yo si tengo la esperanza de volver a ver a Carmelo. Sus ojos brillaban cuando me veían. Y sus manos sudaban cuando tocaban mis manos. Yo podía escuchar los latidos de su corazón, cuando se acercaba a mi sin poder abrazarme y sin poder acercarse mucho. Yo veía como el miraba por los pasillos buscándome y se quedaba con la mirada fija cuando me encontraba.
¿Eso será amor, madrecita querida?
Luis Homes Jiménez
3 Comentarios
Charles Timaure
Me habían comentado en el tecnológico de esta página y no tiene desperdicio. Los felicito. Hace falta culturizar al país. Me gusta esta serie muestra una realidad latinoamericana en forma novelada.
Angel Martínez González
Buen narrador!…No pare de escribir dr!
Torcuato da Luca Tena
Me había extrañado que cortaran su continuidad.
Excelente narrativa Sr. Luis Homes