Cuando ya no esté. Reconocerás mi sombra (Cuarta parte) por Luis Homes
IV
El sábado en la mañana Fernández llamó a uno de los compañeros del Grupo Tamanaco y le manifestó que quería conversar un asunto delicado con él, pero que por favor no fuera en el Hotel para evitar ser interrumpidos por tantos amigos en común.
• Pues vente mañana a mi casa, desayunamos acá. Mi mujer está de viaje visitando a su familia en Margarita. Solo estoy con los perros. Ellos oyen, pero no hablan.
Fernández se presentó a las 10 de la mañana en el apartamento de Otilio, su amigo maracucho, con una bandeja de tequeños, mandocas, queso de mano, pasteles y una jarra de jugo de naranja. Otilio lo recibió sonriente, le dio la bienvenida y lo invitó a sentarse en la mesa con unas tazas de cada hirviendo. Durante el extenso desayuno y luego de asegurarse que nadie estaba en la casa, Fernández comenzó su dialogo:
• Tengo unos amigos muy cercanos en el Zulia con un problema grave. Durante meses han estado pagando vacuna a unos guerrilleros de la zona para proteger su finca y la vida de ellos. Pero cada vez les piden más dinero y ya sienten que no pueden soportar más. Quieren acabar con el problema de fondo y enviar un mensaje fuerte al Comandante de la guerrilla y no saben cómo hacerlo.
• Pues depende de lo que quieran. ¿Están buscando un “palabrero”? ¿Alguien que pueda negociar en serio con ellos?
• La verdad es que no sé muy bien. Pero creo que es algo más. Me da la impresión de que están pensando en algo más firme y violento. Algo que involucre el uso de las armas. Posiblemente hasta matar a uno de ellos.
• Pues ya la cosa es más delicada y complicada. Puede empezar una guerra de nunca acabar.
• Imagino que si. ¿Pero tienes a alguien que los pueda ayudar? ¿Alguien serio y profesional? ¿Y con el cual ellos se puedan entender y discutir directamente los planes?
• Nunca te imagine en estas circunstancias José Ramiro. – Le dijo Otilio encendiendo un cigarro.
• Pues yo tampoco. Solo lo estoy haciendo porque es la familia de mi exmujer y la verdad con ellos he quedado muy bien y de esa finca vive toda la familia, incluyendo Cecilia. Yo solamente quiero ofrecerle la opción que hablen con alguien profesional y hasta allí. No me voy a meter en más nada.
• Pues si, si tengo a alguien. Dame un momento.
Otilio se levantó, subió a un segundo piso del pent-house. se escuchó un ruido como buscando cosas y papeles. Se escuchó que hablaba despacio con alguien, aparentemente por teléfono. Se hizo larga la espera y al cabo de un momento, llegó y se sentó en la mesa:
• Toma, anota este teléfono. Y le pasó una hoja con un bolígrafo, mostrándole un par de números en una libreta vieja de teléfono.
• Cuando hablen, dile que va de parte de “El Camarón”, es como me conocen ellos. Y en ese número, cuando le respondan va a decir que necesita trabajar en una operación 545. Ya yo los llame y saben que alguien los va a llamar con esas instrucciones.
• Gracias Otilio. Esta conversación no se repite y nosotros nunca la hemos tenido.
• Así es José Ramiro. Lo que sí puede repetirse es el desayuno, cuando tú quieras.
Los amigos cambiaron el tema hacia la política doméstica, como le gustaba a Otilio. Las protestas en contra del gobierno de Maduro volvían a las calles de Caracas y la oposición estaba en un buen momento, pero sin rumbo fijo, según Otilio. Cuando ya eran casi las tres de la tarde y Fernández se quedaba sin palabras y hacía esfuerzos para contener los bostezos del medio día, se despidieron en la puerta del Pent house con un fuerte abrazo.
Cuando el Dr. Fernández llegó a su apartamento y se disponía a una buena siesta, se percató de una llamada perdida de Virginia. Era raro una llamada de ella un Domingo. Reviso sus mensajes de voz y escucho: “Esta noche, luego de la misa, voy a estar en el Restaurant del Rosal que te gusta. Nos vemos allí a las ocho y media. Un besote”
Luis Homes