Letras

Cuando ya no esté. Reconocerás mi sombra (Tercera parte) por Luis Homes

«Hoy la luna llena
Se derrite ante la montaña de tus senos…»

III

El Dr. Fernández comenzó a pensar con más frecuencia en Virginia. Se sorprendió varias mañanas enviándoles mensajes de texto, deseándole cariñosamente los buenos días y en algunas noches, invitándola a ver “la luna llena haciéndole caricias al Ávila” que desde la encumbrada urbanización donde vivía Virginia en el este de Caracas, se apreciaba espectacularmente.

Hoy la luna llena
Se derrite ante la montaña de tus senos.
Y un blanco puro como la nieve
Pincela tu cuerpo desnudo sin sombras
Solo asómate a la ventana
Y veras reflejada,
Y desnuda,
La maravilla de tu propia creación.

Escribía Fernández en versos transmitidos vía mensajes de texto. Inmediatamente le anexaba la canción “Luna Tucumana” de Mercedes Sosa. Y así Fernández iba entretejiendo sueños e ilusiones con su amiga Virginia, a quien poco a poco le concedía mas permiso de entrar en “su mundo”.

Ese entrar en su mundo incluía el permiso para interrupciones en sus intensas jornadas de trabajo. Una noche en una larga cena sin sexo, le dijo a Virginia, con voz de niño cómplice:

-Cuando quieras o necesites hablar conmigo, tu puedes llamarme a la oficina.


-Wuaooo que privilegio. Interrumpir al famoso Dr. Fernández en su sitio de trabajo. – dijo Virginia pellizcándole la mejilla.


-Si, solo que no te identifiques como Virginia. Te vas a identificar con este nombre.

Tomó una tarjeta suya y escribió el nombre “Ofelia Zambrano” Profesora de la U.C.V.

-Me encantan tus misterios, Fernández. – Y le tomó la mano.


-Y a mi compartirlos contigo, dijo el Dr. Fernández, sonrojándose.
Pero podría pedirte el favor que no me identificaras como Ofelia cuando llame a tu oficina?


-Alguna razón especial?, pregunto Fernández.


-Es que ese nombre me recuerda una amiga de la escuela que tenia cara de elefante.


-Esta bien, solo te identificas como la Profesora Zambrano.

Virginia tomó la tarjeta que estaba sobre la mesa y observó que había una mancha oscura sobre ella. Café o vino tinto derramado. Sintió una vibra negativa, algún toque de misterio. Iba a decir algo cuando Fernández le dijo:

-Guarda la tarjeta, princesa.


-Te la iba a devolver porque tiene como una sombra, pero te la acepto con amor porque me dices princesa.


-Si. Y pues todos tenemos algunas sombras.

Se levantaron del sitio y cada uno salió por separado a su destino. Era finales Noviembre y ya el frio de la época (“Pacheco”) comenzaba a acariciar el Valle de Caracas. Fernández descapotó su Mustang convertible, tomo la Avenida Las Mercedes y se refugio en el frio del camino.

Luis Homes

LUNA TUCUMANA. Mercedes Sosa

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