«Del Pozo a la Laguna». Luis Homes
Eran tiempos de sequía en “La Estancia”, una pequeña aldea al extremo sur de Venezuela. Por mucho tiempo no había llovido y una pequeña e insignificante llovizna, era el recuerdo más remoto que tenían los hombres y mujeres más ancianos del pueblo. “Ya se nos olvidó como era una gota” “Solo sé que era un burbuja de agua bajada del cielo” “Era pequeña, pero juntas quitaban la sed” “ A veces, cabían en un vaso”, eran formas de referirse al preciado líquido.
Mariano, un muchacho de esos que aun piensan. Había decidido en secreto excavar un pequeño agujero y pensó que era mejor comenzar moderadamente para no ofender el pesimismo de los pobladores. Un metro por un metro basta. Así no se darán cuenta mis abuelos. Lo hare en el patio, en medio de los matorrales que aún quedan. Y cuando venga la lluvia, que algún dia vendrá, tendremos agua almacenada.
Mariano clavo una pala vieja, oxidada y sin filo, en el corazón de la tierra agrietada por la sequía y dio comiendo a su secreto proyecto. Al cabo de unos días se dio cuenta que era pequeño un pozo de un cuadrilátero de un metro por un metro y lo duplico a uno de 2 x 2. A la semana siguiente quiso duplicarlo a un 4 x 4 y tardo un mes más qquería llevarlo a un pozo de 8x 8.
El vecino, un sabio descalzo que llamaban por el simple nombre de Emilio, le dijo una mañana mientras tomaba su café matutino: “Tu estas ayudando a la obra de Dios en la Estancia. “Sigue así muchacho que te sorprenderás. El sabio se sonrió, se dio la vuelta y se metió a la choza a continuar sus largas y solitarias jornadas de silencio. Mariano se sorprendió, No supo si era una burla, una advertencia o un estímulo para el. Quedo, como todas las cosas que decía Emilio, sin respuestas y lleno de incertidumbre.
El Pozo quedo allí, con su cuerpo y brazos extendido al cielo, por varios meses. Recibiendo en sus entrañas el sol inclemente que parecía esconderse a las siete de la noche, en el nuevo oeste profundo de Mariano. Sirviendo de peligrosa guarida y trampa a los animales que rondaban en la aldea. Y como un testimonio, o un entierro silencioso de la esperanza.
Un julio caluroso llegó acompañado de temblores y nubes negras a La Estancia. Gotas enormes comenzaron a caer a la sedienta tierra y los pobladores salieron de sus chozas y ranchos con modestos valdes desechados. La mayoría de los recipientes estaban derretidos por el calor. Las gotas perdieron la forma y comenzó una torrencial lluvia. El pozo se llenó en pocos minutos y se desbordó entre caminos y sendas. Las paredes del pozo se derrumbaron, la profundidad se abrió en sus cuatro costados y se fue extendiendo con fuerzas arrogantes, el agua sobre la tierra resquebrajada.
Del pozo comenzaron a salir ruidos extraños, como si los animales entrampados comenzaran a resucitar. La lluvia inclemente hacia múltiples silbidos desde las profundidades y cráteres que se abrían en una tierra sediente. Se caían más paredes internas del pozo. Ya no eran cuatro, ni diez, ni veinte. Se estaba desbordando el pozo entre el campo seco y no había fronteras, espacios ni tiempo para crecer ese caudal de agua infinito.
Mariano lloraba de tristeza porque su obra se derrumbaba. El pozo había desaparecido. En medio de su llanto indignado, con rabia, voltio su rostro y vio al sabio vecino que solo alcanzo a decir, entre risas y gritos:
Las obras de EL nos sobrepasan. EL sabe muy que necesitamos una laguna. Pero todo nació con tu pozo.
Luis Homes
Un comentario
Raul Oropeza
Que historia tan bonita. Hay que reflexionar para entender que las cosas simples te llevan a Dios
Saludos