Letras

«EL RECUERDO». Olimpio Galicia Gómez

EL RECUERDO

«Recordar es vivir», nos dice la añeja canción que nunca dejaremos de escuchar, la que con su mensaje nos convence de la necesaria evocación de hechos y circunstancias que forman parte de lo acontecido en nuestras vidas y pertenecen a la memoria, guardados, esperando el momento para emerger, bien sea para regocijarnos o alegrarnos de su bondad, de lo hermoso que pudo ser, de cómo nos marcó, del momento especial cuando sucedió, o para entristecernos por su fatalidad, por lo penoso, desgraciado, tormentoso o lamentable del hecho.


Recordar, en todo caso, es darle marcha atrás al pensamiento y rebuscar en la memoria ese archivo que aún no ha caducado y que el cerebro puede ubicar con relativa facilidad en su registro.


Y en razón de la canción con la que iniciamos esta breve perorata, ésta nos indica que recordar es un acto de vida, y es así de simple, mientras podamos hacer funcionar las neuronas hay garantías vitales para seguir adelante, encontrando motivos que despierten nuestra inquietud.


Recordar, entonces, es un proceso vital y de salud, siendo además un indicador de nuestra capacidad receptora de ideas y pensamientos.
Hay casos muy particulares en torno a la buena memoria de la gente, y gracias a ello, tenemos insignes creadores de la literatura, por sólo citar una rama del saber, que han sido cerebros prodigiosos para crear y guardar acontecimientos, bien sea vividos personalmente o escuchados en relato de otras voces, para después plasmarlos en hermosas novelas que han trascendido el tiempo y el espacio y se han convertido en Obras de Arte universales.


Cuando el mundo se enteró que el Premio Nobel de Literatura lo había logrado el escritor Colombiano Gabriel García Márquez, los periodistas acudieron hasta la casa donde residía la madre de este extraordinario escritor, interrogándole acerca de lo que ella pensaba de este tan importante premio que recibía su hijo, a lo que respondió afirmando, no son palabras textuales, «es que el Gabo tiene muy buena memoria. Todo eso que escribió fue porque se lo contaron». Igualmente, el escritor Mexicano, Juan Rulfo, tuvo una época donde la gente le preguntaba y le increpaban para saber el porqué después de su novela «Pedro Páramo», no había vuelto a escribir, a lo que éste les contestaba: «es que el Tío Celerino, quien me contaba las historias, se murió».


A todos nos ocurre que hemos colmado la capacidad de almacenamiento de nuestro pobre cerebro con basura de cualquier calaña, con tanta banalidad, demasiada cursilería, pobres expectativas, fechas, lugares, ilusiones estériles, fracasos, inútiles creencias, peores fantasías, vanas esperanzas, amores inciertos y una extensa malla de celdas usadas que han sobre saturado la capacidad de reserva, por lo que sería aconsejable aplicar las recomendaciones de Facundo Cabral, citando a Bernard Shaw, cuando nos decía que hay que desaprender, «porque se imaginan si borramos todas las pendejadas que aprendimos en la escuela, seríamos, por lo menos, un Octavio Paz».


Es bien sabido que poco a poco ese borrador se va afincando en cada uno de nosotros en la medida que transcurre el tiempo, y el olvido va ocupando el lugar del recuerdo y se va despejando la memoria sin poder recuperar los espacios ya usados, por lo que van quedando lagunas que después se convierten en lagos y pueden llegar a ser océanos mentales. Se nos va desvaneciendo el pensamiento y lo que atinamos a recordar son apenas vestigios que se asoman tímidamente. Generalmente, y en la medida que se agudiza el padecimiento, van resultando diferentes tipos de demencia, en donde se destaca por ser más común el Alzheimer. Las personas de cierta edad avanzada son las más propensas, sin embargo hay alguna cantidad de casos en adultos de mediana edad afectados por esta penosa enfermedad.


No obstante hay muchos ancianos lúcidos, que recuerdan hasta los mínimos detalles de sucesos que tienen ya muchas décadas. Éstos representan un porcentaje esperanzador para los que ya estamos en la recta final y que aspiramos a llegar a los cien años contando las hazañas de nuestra juventud. Por cierto, hablando de juventud, ya no recuerdo los nombres de esos muchachos que andan por allí y, según dicen, son mis nietos.

Olimpio Galicia Gómez

RECORDAR ES VIVIR. Daniel Santos