Fernando Sánchez Dragó: ¡ha muerto un gran intelectual!
Sin lugar a dudas, todos moriremos en algún tiempo. Así como también miles mueren cada día. Pero lo cierto es que hoy ¡ha muerto un gran intelectual!: Fernando Sánchez Dragó.
Sánchez Dragó sostenía que la idea aristotélica de que el ser humano es un animal social no era válida para él, porque él no era sociable sino solitario, razón de que vivía en un pueblo con una docena de vecinos, y que la realidad en la que vivía era literaria, no social. Afirmaba que la política no le interesaba y que las ideologías eran el «acartonamiento de las ideas» y hacían esclavos. Es por esto que renegaba de la polis como concepto y del contrato social de Rousseau.
Te diré que ser de izquierdas o de derechas, como ya dijese Ortega y Gasset, es una de las infinitas formas de ser estúpido que tiene a su alcance el ser humano.
Pequeño mundo occidental, fruto del dualismo monoteísta. Nunca, nadie, fuera de ese ámbito, en Asia, por ejemplo, me ha hablado de derechas ni de izquierdas. Nunca, nadie, digo.
La derecha, por otra parte, es desarrollista, como también lo es la izquierda, y yo creo que lo único que puede salvar el mundo, si es que éste aún puede salvarse, es detener el crecimiento económico
Fernando Sánchez Dragóberles
En política internacional había criticado a Estados Unidos, la OTAN, a la Unión Europea y a la ONU por desencadenar «todas las guerras mayores de los últimos veinte años», y últimamente a Putín por haberles seguido el juego belicista.
El escritor afirmaba que nos encontramos en la etapa del Kali Yuga hindú, un «totalitarismo fofo» en el que solo hay vacuidad: el del Hombre Feliz a la manera de Aldous Huxley, el feísmo elevado a categoría de arte, la supresión del criterio de excelencia y la corrupción del lenguaje, la demagogia y rebelión de la chusma, la del rasero del igualitarismo, la de la nivelación castradora frente a la diferenciación ontológica de los dos sexos, la de la transformación de la libertad de pensamiento en la inanidad de este, la del cientifismo materialista y reduccionista, la de la sustitución de lo real por lo virtual, la de los tuiteros que se creen Shakespeare y actúan como Savonarola, la de la globalización que se postra ante los altares del santo consumo, la del mercantilismo a ultranza, la de la corrección política como nueva Inquisición. Afirmó que Rousseau es el padre del totalitarismo.
Reivindicó el destino de los pueblos, su arraigo en la historia, el inconsciente colectivo, la necesidad de lo sagrado, la pedagogía de los mitos, la reivindicación de la excelencia y la existencia de las razas. Además manifestó que el reductio ad Hitlerum es un instrumento del actual pensamiento único para acallar a los heterodoxos. Reivindicó ser de los pocos escritores y periodistas españoles, junto con Juan Manuel de Prada en apoyar el Brexit y la candidatura presidencial de Donald Trump.
Lo cierto es que con él muere uno de los grandes intelectuales españoles de todos los tiempos.
Descansa en paz.