LA YU Y EL POETA LI PO. Manuel Rojas
LA YU Y EL POETA LI PO
Algo que se me ocurrió escribir después de leer un poco de Li PO
A Lam Yu le dolía mucho haber perdido la confianza de Cheng Yen; no entendía la causa y eso lo hacía sentirse muy triste. Ella, por su lado, había ordenado no recibirle más en su casa ni en su trabajo. La orden era clara, no lo quería volver a ver. El muchacho lloró la separación y pensó en suicidarse, muchas veces lo imaginó. Se vio en el fondo del río, hecho trizas por los peces asesinos de la costa. En otras ocasiones se imaginaba sobre el pavimento, como una naranja aplastada, bajo el puente de Chan GúShing, o perdido en el bosque de Xian, devorado por los osos. Quería morirse, definitivamente, no soportaba la vida sin Cheng Yen. Sin embargo, quiso el destino del dragón rojo que de pronto Lam Yu inventara una forma de vivir no tan común entre los pobladores del viejo pueblo de Chang. Decidió ser feliz, había dicho. Confió en la sabiduría del poeta Li Po, y empezó a soñar con las estrellas de una patria nueva. Se hizo un discípulo del bardo, y con el tiempo incendió todos los recuerdos que guardaba celosamente de la chica. Entendió que no se debía amar a alguien por confianza, que la vida no es un destino, es un laberinto, y en él todos estamos perdidos, todos vagamos a la deriva, y que, finalmente, el mundo es cambiante, como el agua del río Su, hoy rojo violeta, mañana verde aceituna, y que el arco iris que brilla sobre las aguas no es el mismo que se levanta entre las montañas, que nadie es de nadie y que la vida está hecha de sorpresas, como la despedida de Cheng Yen, o como el encuentro con los versos del poeta.
Manuel Rojas