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LUDOVICO Y SU POESÍA. Por Enmanuel Camejo

Ludovico Silva

Cada vez que intentaba leer a Ludovico a mis 17 años, un sutil frío se colaba por alguna rendija de mi alma. Ludovico siempre quería atrapar la muerte y seguir vivo, pero no vivo en el mas allá en esa promesa de «la vida eterna» que hacen las religiones, sino vivo en lo incógnito, en lo que no se sabe si vendrá.

Ludovico era complejo, oscuro, pero con esa particular oscuridad que proviene de una luz interior que choca con lo social y lo enciclopédicamente establecido, proyectando sombras para quienes no entienden ni aceptan de dónde proviene aquella particular luz.

El Ludovico del que escribo no se llamaba Ludovico, sino Luis José Silva Michelena (más conocido como Ludovico Silva).

Ludovico Silva, quien nació en Caracas el 16 de febrero de 1.937 y murió, en la misma Caracas, 51 años después, fue un escritor, ensayista, filósofo y poeta venezolano, estudioso de Karl Marx. Es considerado como uno de los más importantes intelectuales venezolanos del siglo XX.

Hoy en Al Margen de Tiempo, una pequeña muestea de su interesante poesía.

Enmanuel Camejo

Ludovico Silva

POEMA QUE TODOS PUEDEN LEER

Ellos creen que he muerto. Nunca se han desvivido.
Para tener recuerdos hay que saber de olvido.

Ignoran cuanto dicen, no saben lo que quiero.
El día que yo pacte conmigo mismo, muero.

Veo ríos que van hacia su mar, tranquilos;
veo arañas que urden, en soledad, sus hilos.

Veo paisajes crueles. Mares que se levantan
y enormes animales que todo lo quebrantan;

tumbas que se estremecen y expulsan siglos, dioses
que modulan, cantando, viejas y extrañas voces.

Voces del tiempo de la vida y de la muerte!
Qué tristeza, Dios mío, que yo no pueda verte!

He preferido el canto de los mares divinos
donde vivientes hablan misterios eleusinos.

El mar, donde los muertos flotan. Allí florecen
todos los sembradíos que en la tierra perecen.

Yo no he muerto, yo vivo –y esa es mi diferencia–
de estructura y verdades, y nunca de apariencias.

Si alguien dice que he muerto, que se muera leyendo
estas cosas extrañas que estoy escribiendo.

SENTIDOS

Mis ojos nada saben de estas joyas
conque mi alma ha mirado
la soledad futura del recuerdo.

Mis manos nada saben de estas ramas
conque mi alma ha tocado
la tristeza de ser tan solo un cuerpo.

Mi lengua nada sabe de los perros
con que mi alma ha gustado
el licor genesíaco del tiempo.

Mi nariz nada sabe del fragmento
conque mi alma ha olfateado
la vecindad sangrante del espejo.

Mi oído nada sabe
del caracol sonoro
conque mi alma ha inventado
el rumor de la mar ebria de muertos.

CASA

Una casa encendida
por dentro
con golpes de cincel
en el torso del tiempo,
y un poeta que alumbra una morada
donde brillan callados los recuerdos,
donde el ángel de Mozart
vuela como un espectro
y cuatro soledades se conjuran
para decir cantando el requiem nuestro
y el dolor de la vida no se siente
sino como un rumor que va por dentro.
Casa, casa encendida
entre límites verdes y serenos,
no me dejes morir entre la vida,
no me dejea vivir como los muertos;
que tus ladrillos dancen en la tarde
como piedras cantadas por Orfeo,
que tus muros se muevan en la noche
como un pueblo de sueños
y que los cuatro conjurados vivan
toda la eternidad en un momento.

SER Y SOLEDAD

La vida es soledad acompañada
que marcha hacia su propio destierro.
Ir a la nada, es algo.
Venir del fondo del ser, es más aún.

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