Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XXX- La Reconquista”. Por Luis Enrique Homes
XXX.-La Reconquista
Andrea y su niño pasaron dos o tres días en la casa de Rosa a la espera de noticias de Jacinta, pero todo fue en vano. Mientras tanto, el licenciado seguía enviando mensajes de texto, pero esta vez en tono conciliador “todo será diferente a tu regreso” “Dejame por favor ver al niño” “No pasara nada si tu regresas” y una que otro mensaje que rayaba en la ridiculez. Andrea entre incrédula y nerviosa no contestaba los mensajes.
Alguien tocó la puerta de la carta con mucha decencia y cortesía y Andrea agarró al niño y fue a esconderse. Rosa abrió la puerta cautelosa y era el enano Julian.
- “Buenas Doña Rosa como anda todo por acá”.
Rosa hizo un ademán elegante para que pasara. El niño al escuchar la voz del enano, salió corriendo a sus brazos mientras decía en monosílabos “Ian, Ian, Ian”, como abreviatura de Julian. Era una de las pocas sílabas que pronunciaba Omar Jesus, atraído por el amor y la dedicación al niño, por este diminuto personaje.
Andrea quiso detenerlo, pero ya era muy tarde. Jesus encantado de ver a Julian, se le tiró en los brazos, lo abrazó, le golpeaba la cara con sus manitos y comenzó a pedirle sonidos raros, imitando sin poder hacer, esos sonidos.
• “Qué bueno que aparecieron. Que alegría saber que están bien. Me hacía mucha falta jugar con este muchacho”, decía Julian con espontánea naturalidad e inmediatamente preguntó: – Y dónde está Andrea?
• Hola como anda Julian? Andrea salió del cuarto de Rosa.
• Ay niña yo estoy muy bien, pero venga le digo algo que tengo que irme rapidito.
Julián agarró a Andrea por la mano y la llevó a la cocina. Agarró una silla y se subió como para poder verle los ojos a Andrea.
- Mire niña, por lo que usted más quiera, vuelva a su casa. Yo se porque se lo digo. Es por su seguridad y por la seguridad del niño y Andrea. No juegue con el Patrón que puede ser peor.¿Usted sabe algo de Andrea?. Después le cuento, después le cuento, pero por favor váyase rapidito a su casa que cuando el Patrón llegue por allá, pues pueda verla como si nada y déjese llevar por lo que le digo.
Andrea en ese momento recordó repentinamente el mensaje que había escuchado de Ignacio al hablar por el teléfono, de que “solamente se puede confiar en el enano”. Inesperadamente Julián se bajó de la silla, le dio un beso apresuradamente a Andrea, insistiendo una y otra vez “hágame caso, hágame caso, hágame caso” .
Andrea convenció a su mamá a que la acompañara a su casa hasta que llegara en cualquier momento el licenciado y esperaran que apareciera Andrea de un momento a otro. “ Mami, vamos a confiar en Julia, vamos a confiar en Julián. Si no es por mí, por lo menos creo que lo hace por el niño. Y hasta por mí también será que él me está diciendo que regrese. No sé, pero vamos a confiar en Julián”.
Las mujeres se trasladaron a la casa y comenzaron a preparar algo de comida. Cerca de las nueve de la noche, unos mariachis se apostaron en el frente de la casa, el licenciado les abrió la puerta y comenzó una serenata de bienvenida hasta la medianoche.
El licenciado estaba irreconocible. Llevo comida, frutas, flores, un triciclo de plástico para el niño y sin invitados, solo hizo que los mariachis contaran una y otra vez, las canciones que les pidiera Rosa y Andrea. Despidió a los mariachis con un fajo de billetes y al quedarse solo con Andrea, se arrodillo frente de ella y le pidió perdón diciendo que había perdido el control, que, por favor, no lo hiciera nunca más.
Luis Enrique Homes