Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XXXI- La Liberación”. Por Luis Enrique Homes
XXXI- LA LIBERACIÓN
Jacinta estaba como desmayada. Sin saber si estaba soñando o era realidad, sintió que la puerta de la habitación donde estaba cautiva se abrió. Pensó nuevamente en la inminencia de una violacion, pero decidió pensar que estaba sonando y quedarse tranquila y no pensar en nada. Escucho una voz casi imperceptible que le decía al oído, con ternura y suavidad:
• Diga que Andrea debe estar en casa de Rosa, o en casa del Licenciado.
Ella sintió que estaba moribunda y nuevamente la voz, esta vez un poco más firme:
• Diga que Andrea debe estar en casa de Rosa, o en casa del Licenciado.
Jacinta movió la cabeza como para despertarse, pero volvió a desmayarse. Al poco tiempo sintió un olor a alcohol en sus narices. Abrió los ojos y pudo ver a Julian que le estaba dando pequeñas cachetadas:
• Diga que Andrea debe estar en casa de Rosa, o en casa del Licenciado.
El enano agarró una toalla y comenzó a secarle el sudor. Le dio una botellita de agua. Luego le dio un caramelo y le volvió a dar agua hasta que Jacinta volvió completamente. Y solamente se le ocurrió decirle al enano con voz entrecortada y casi asfixiada por la tensión y el cansancio
• Ay Julian, por lo que mas quiera por favor. Sáqueme de aquí.
Julia se acercó a sus oídos como para decirle un secreto. En susurros le dijo algo que ella no entendió por el bajo tono de la voz, o por el nivel de semi conciencia en que se encontraba. Le hizo repetir varias veces, hasta que por fin pudo escuchar lo que Julian le quería decir.
• Yo no puedo sacarla de acá porque nos pueden hasta matar a los dos. Pero usted diga que Andrea está en casa de Rosa y allí la van a soltar.
Jacinta pensó que el consejo del enano era ardid más de la crueldad del licenciado y del grupo que la había secuestrado. Pero en medio de tanta confusión, recordó las palabras de Ignacio: “ Solo se puede confiar en el enano Julian”. Ay allí como pudo, le dijo también despacio:
• Y si Andrea no esta alla, pues me van a violar y hasta me pueden matar.
El enano la miro a los ojos fijamente, le tocó la cara con ternura y le dijo:
• Andrea está en casa de Dona Rosa, yo vengo de allá. Y le dije que se fuera a casa del patrón. Por ahora, eso es lo mejor. Usted diga lo que pueda y como quiera, pero que esta gente sepa que Andrea está allí y a usted no le pasara nada y la van a soltar.
El enano le dio un beso en la frente a Jacinta, camino despacio hacia la puerta y se retiró.
Jacinta quedó con un profundo dolor de cabeza que le bajaba al cuello y a los hombros. Sentía también el ardor de las quemaduras de tabaco en su vientre y en su seno. Imaginaba su cuerpo ensangrentado por la inminente violacion. Como pudo trató de estructurar una historia coherente para cuando vinieran sus verdugos. No sabía que iba a decir exactamente, pero en resumen, seguirá las instrucciones de Julian, único salvavida para evitar su desgracia.
Jacinta no supo cuánto tiempo pasó desde la visita del enano hasta que llegaron dos hombres corpulentos a preguntarle por Andrea. Ella les dijo que con seguridad, Andrea debía haber regresado a su casa, que era lo que ella le había aconsejado s insistido un par de veces por teléfono. Los hombres no le creían y comenzaron a tocarle cada uno una una pierna, desde los tobillos hasta los muslos, haciendo comentarios morbosos. A medida que ascendían en caricias y comentarios, le volvían a hacer la pregunta donde estaba Andrea. Hasta que ella gritó desesperadamente:
• Si ustedes son tan machos y hombres, debería averiguar lo que yo les digo antes de que me vayan a coger como unos perros salvajes.
Los hombres se detuvieron en su propósito. Se levantaron despacio, abrieron la puerta y salió uno de ellos. Otro se quedó vigilando a Jacinta, mientras lloraba. Al cabo de uno momento entró una joven muy bonita, le quito las amarras a Jacinta de los pies y las manos, le dio una limonado bien fría y le dijo:
• Venga para que se bañe, se arregle y cuando esté lista, la voy a llevar cerca de su casa.
Como si nada hubiera pasado, un joven muy bien parecido se acercó a Jacinta, le colocó una venda en sus ojos, luego un pasamontañas ,la montó en una camioneta último modelo de cuatro puertas, le dijo que se acostara en el asiento trasero y le puso una música instrumental de fondo. Le dijo «no se preocupe que no le va a pasar nada. Solo esté calladita y no ponga ningún problema en el camino”
En menos de una hora estaba en la puerta de su casa. El hombre se bajó de la camioneta, le abrió la puerta, le quitó el pasamontañas y le dio cinco billetes de cien dólares y solo le dijo:
• Quédese tranquila, no se meta en más problemas y no le pasara nada.
Luis Enrique Homes
4 Comentarios
Luis Enrique Homes
Saludos Claudia, Tiburcio y mis apreciados lectores. Nuevamente una disculpa. La historia sigue avanzando y tenia varias entregas listas, pero no me habia dado cuenta de la secuencia de la publicacion y que se habian agotado. Ya he enviado 10 mas y les pido atencion porque las historias comienzan a dividirse en las persecusiones de Andrea, Jacinta y Rosa.
Yo por mi parte pense que como no habia comentarios, pues habian perdido interes en el seguimiento y en la historia. Pero gracias por la fidelidad. Ya la historia esta en su etapa de culminar.
Un abrazo a todos y conservense sanos y seguros.
Jose Reyes
Primera vez que escribo, pero me he leido los 31 capítulos. Creo que mucha gente lo lee y pocos hacen comentarios. Igual a Zurita que está escribiendo poco.
Saludos a todos
Tiburcio José Rivas Ordoñez
¡Por fin! Volvió el Licenciado.
Nos habían dejado la historia mocha
Claudia Lopez
¿Que le había pasado?. Pensé que ya no publicaría mas.
Saludos de parte de Goya