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Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XLII – Puñado de cruces ”. Por Luis Enrique Homes

Puñado de cruces

XLII – Puñado de cruces

Solos en la cabaña Andrea y Julian discutían sobre los próximos pasos. Como en un episodio de extraña iluminación, Julian insistió en que debían salir lo más pronto posible porque ya se había divulgado la noticia de que se habían ido de Río Blanco y además, se le acusaba a Andrea del secuestro de su propio hijo. Sin ocultar su miedo, dijo con su gorra en la mano: Además patroncita cuando no me vean a mi por ahí, pues también a mi el patrón me va a buscar. Vámonos antes de que nos consigan.


Andrea ya conocía el camino de salida que conducía caminando a la carretera. Salieron y tomaron el primer primer taxi. Julian se montó en el asiento delantero y Andrea y Jesus en los la parte de atrás. Julian, que apenas alcanzaba el parabrisas, le dijo al conductor que los llevara a la terminal de buses de San Javier, un pueblo como a dos horas de allí donde sabían que salían buses con escala y destino final a México.


Jesus comenzó a llorar. El cansancio del camino, la tensión de que se respiraba en el ambiente y el hambre, comenzaron a incomodar. Andrea sacó de su bolsa un tetero y el niño se lo empinó en un momento y comenzó a llorar nuevamente. Le dio unas galletas y se calmó un poco, pero aun lloraba. El chofer les dijo que debían calmar al niño porque esa carretera era peligrosa y que no podía concentrarse manejando. El niño seguía llorando y nada lo calmaba. De pronto del chofer se orilló en la carretera y les dijo:

  • Esto es un viaje muy mamon. Hagan que ese huerco se calle, si no se Ustedes se bajan.


Julián le dijo Patroncita pásese usted acá alante y déjeme a mí allí atrás con Jesus que yo lo calmo. Así hicieron. Julian hizo que el chofer arrancara y retomara el camino. El niño comenzó a jugar con Julián, le sobaba la cara, le jalaba las diminutas orejas. Julian comenzó a hacerle ruidos extraños y en poco tiempo, Jesus estaba dormido en el asiento.
El chofer más calmado y en tono familiar les dijo que se detendría un momento a surtir gasolina y tendría que hacer unas llamadas a su casa. Que no pensaba que iba tan lejos y su mujer estaba haciendo el almuerzo. Que la llamaría para que no lo esperara. Allí aprovecharon Andrea y Julian para ir al baño, turnándose en el carro para no dejar al niño solo.


Durante el trayecto, Julian habia recibido llamadas de su compañero de Jornada, el grandulón. Llamadas que él no contestaba, por supuesto y solo hacía dejar el teléfono en silencio, No decía nada de estas llamadas a Andrea para no aumentar la tensión. El chofer se demoraba un poco más de lo normal y Andrea y Julian se preguntaba que pasaba, pero no quedaba nada más que esperar para no crear más tensión y molestia en lo que hasta ahora, era la única tabla de salvavidas para llegar al terminal de buses.


Cuando el chofer se montó en el bus, lucía muy serio y calado. Arrancó sin decir una palabra. Y en tono reflexivo dijo:

  • Creo que estamos metidos en un lio. Alla pa bajo están diciendo que una huerca secuestro a un niño y se me hace que son ustedes.


Andre interrumpió de manera tajante:

  • Ay señor mire, este muchacho es mi hijo y si tiene una duda aca tengo su partida de nacimiento.


Andrea enmudeció de pronto porque se dio cuenta que en la partida de nacimiento estaban todos los datos de Jesus, incluyendo la paternidad de Omar. Para evitar mas enredos y complicaciones dijo tajante:

  • Ahora si le digo que necesitamos llegar a la terminal de bus ligero, a Rio Blanco no puedo regresar. Allí me matan, mejor dicho, nos matan. Así que usted no dice a una vez si nos va a ayudar a nos va a entregar. – dijo con firmeza Andrea
  • Bueno chamaquita, por allí dicen que todo el mundo tiene un precio. – dijo el chofer.Bueno, entonces digame cuanto me va a costar que me lleve y no me entregue.


El chofer comenzó a dar explicaciones de los peligros que estaban corriendo, de la policía que podía aparecer en el camino, de las implicaciones para el si lo detenían y lo llevaban preso y dejaba a su familia sin sustento, de lo peligroso que era hacerse partícipe de un secuestro, etc, etc, para dar la relevancia de sus servicios. Hasta que por fin les pidió 2,000 dolares, con un poco de pena por lo elevado del servicio.

  • No señor, yo no le voy a dar dos mil dolares. Yo le voy a pagar tres mil dolares, pero usted me jura por su mujer y sus hijo que usted no dice nada a nadie de este viaje.
  • Por este puñado de cruces jovencita mire, que yo no digo nada a naide. Yo se que ustedes están huyendo del licenciado y ese hombre es muy peligroso. Yo los dejo allá en un sitio seguro.


Julian en la parte trasera del taxi no hacía otra cosa que secarse el sudor de la cara, jugar con su gorra, poniéndose y quitándose la gorra y en el fondo de su corazón pensó que habían muy bien de esta primera amenaza, rumbo a la libertad.

Luis Enrique Homes

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