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Serie Amores de Refugio: “Esa Boquita tan Linda… Yo la Beso”. Capítulo VI: “Acá, el Amor está Prohibido». Por Luis Homes Jiménez

«Me llevaron a una oficina con muchas personas que no conocía..

Acá, el Amor está Prohibido

En la fila para el almuerzo estábamos todas las muchachas esperando para tomar nuestros platos. De pronto, se acercó alguien, me pellizco en el brazo; yo volteé la cara para ver quien era y allí vi la cara de Carmelo cerquísima de la mía, me dio un “beso piquito” en la boca frente a todos los que estaban en la fila. Yo me asuste. El corazón se me subió a la boca. Por un momento, cerré los ojos esperando más, algo como un beso húmedo con sabor a caramelo, pero en ese sueño de instante retumbó una voz fuerte que decía: “Jóvenes por favor, eso está prohibido acá, vamos a castigarlos”.
Todos en la fila nos aplaudieron, comenzaron a decir “que se besen, que se besen, que se besen, que se besen” y cada vez en un tono más duros y hasta con aplausos. Se armó como una feria de alegría inesperada en este refugio tan serio y aburrido. De pronto, los trabajadores empezaron a llamar por radio portátiles. Las mises comenzaron a gritar como locas como si alguien se estuviera muriendo, como si fuera una emergencia, un incendio, cosas así. Sonaron las alarmas de emergencia y pues, todo un escándalo. Yo no sabía lo que estaba pasando. En menos de cinco minutos llegaron como diez hombres que nunca habíamos visto, fuertes, con chalecos como de policía, nos separaron a todos y en especial, rodearon a Carmelo y le dijeron que lo iban a castigar severamente. A mí me dijeron lo mismo en un tono más suave. Los trabajadores ordenaron a todos los que estaban en el comedor, más de cien muchachos y muchachas, a hacer filas y a ir a los salones de clase. Muchos nos quedamos sin almorzar.


Me llevaron a una oficina con muchas personas que no conocía, me preguntaron de Carmelo, que desde cuando lo conocía, que sí estaba enamorado de él y pues yo le dije que no. Que solo me llamaba la atención su olor a caramelo por donde pasaba, pero que eso lo comentaba todo el mundo. Me preguntaron con tono de policías si yo lo había besado y pues yo le dije que no, que solo volteé porque alguien me había pellizcado y de pronto sentí su beso. Una mujer gorda me pregunto si yo le hubiera respondido el beso y me quede callada. La gorda sole dijo con un acento mexicano estos estan enamoraoooosss y un míster que estaba en una computadora dijo algo así como voy a preparar el cambio de ellos.


Y se me vino el mundo encima. Un olor a caramelo inundó la oficina. Yo suspiré, tratando de agarrar todo ese olor, pensando que no podría oler más a mi Carmelo, que no lo no lo vería más y que esa fuga en la que él estaba pensando, no sería más que un sueño, una ilusión, una experiencia de refugio. Unas lágrimas se me salieron. Y todos allí me preguntaron qué me pasaba y yo dije me duele una muela, reconociendo en mi interior que nunca, nunca, me había dolido una muela. ¡Y que como nunca, había querido estar tan cerca de olor a Carmelo!


Saliendo de la oficina me asignaron una miss que me vigilaba a mi sola. Llaman a esa supervisión “uno a uno”. Esa miss, anota en un cuaderno cada quince minutos lo que uno está haciendo y lo reporta a un supervisor al final del día. Yo le pregunte Miss pero porque tienen que hacer eso si yo no he hecho nada y ella me dijo porque tú y Carmelo rompieron las normas del refugio y que todos los demás rompieran el orden, durante la hora del almuerzo. Me dieron ganas de llorar. Me puse la cara entre las dos manos, hasta que estallee de impotencia, rabia, y se me salió decir, entre lágrimas, me quiero morir. Y entonces ella me pregunto ¿O sea que tú te quieres suicidar? Y yo le dije que no estaba diciendo eso. Pero ella empezó a escribir en el cuaderno que no soltaba de su mano, como reportando lo que yo había dicho.


Se me ocurrió preguntar a la Miss que iba a pasar con Carmelo y ella me dio con una sonrisa cínica que no sabía, pero que no debía preocuparme porque ya tu caramelito va a cumplir 18 años y lo tienen que llevar a un Centro de Detención de Adultos.


Allí entendí que, en el refugio, estaba prohibido amar.
Camine hasta un pupitre grande que estaba cerca de mí. Me senté y abracé el pupitre, recostándome sobre la mesa, hasta abrazarla fuertemente. Y en ese abrazo a la madera fría y humedecida por mis lágrimas, metí a mi madrecita querida de El Salvador, a mi hermanita Matilde todavía presa y a Carmelo, con su olor a caramelo. Me quede dormida no sé por cuanto tiempo, hasta que sentí un olor a alcohol en mi nariz. Me desperté y me vi en la camilla de la enfermería acompañada de mi amiga Angelica. La enfermera me pregunto cómo te sientes y yo no quise responder para que no me volvieran a castigar.


En un momento la enfermera salió del cuarto y Angelica me beso la frente y me dijo chama no pasa nada. Piensa que todo va a estar bien. Tu solo sonríe, pase lo que pase.
Y cerré los ojos, sonriendo.

Luis Homes Jiménez

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