Simón «El Ermitaño» (سمعان العمودي). Por Enmanuel
Simón «El Ermitaño» (سمعان العمودي)
Sucedían los días del año 400 después de Cristo. Los campos alrededor de Tarso eran arropados por la suroeste brisa, suave y salada, del Mediterraneo. En aquellos días Simón solo pensaba en la soledad, en esa especial soledad que lo conectaría con El Absoluto, con los orígenes del Ser. Su deseo estaba lleno de humildad, del religioso ascetismo que solo pretende estar ante la presencia de Dios y el silencio.
Cuentan que pasó los últimos 37 años de su vida, subido a una columna en el desierto y que su única rutina era comer una vez a la semana y repetir de memoria 154 salmos del profeta Isaías que atesoraba en su mente, mientras que de rodillas y con la frente pegada al suelo, le daba gracias a Dios.
Simón, el ermitaño de la columna, una mañana de verano, probablemente a los 59 años, «arrodillado rezando, con la cabeza inclinada, se quedó muerto, como si estuviera dormido»
Enmanuel