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«TOC, TOC, TOC». Olimpio Galicia Gómez

TOC, TOC, TOC

El toque a la puerta a esa hora de la mañana me extrañó muchísimo: Hoy es domingo y son las siete y diez, apenas.

Con esta incertidumbre fui, abrí, y no había nadie. Revisé con la vista por el alrededor cercano y no divisé a ningún ser, sólo la brisa y el trinar de algunos pájaros refrescaban la mañana. Volví a cerrar y me dediqué a preparar mi café, mi desayuno, mientras miro en la tv algunas noticias que ya habían sido difundidas la noche anterior. De nuevo el toc, toc, toc y toc, toc, toc y por tercera vez el repique de un objeto contundente contra la puerta. Traté de otear a través de la ventana pero no tenía suficiente alcance para verificar quién estaba del otro lado de la puerta.

Con cierta violencia abrí, y nada. No había absolutamente nadie. Salí, ausculté los alrededores de la casa, y ni un rastro pude encontrar. Quien lo hace debe poseer una cualidad mágica para desaparecer, porque es inaudito, que en segundos se esfume así por así. Volví a mi quehacer, intenté dejar la vetusta puerta abierta, pero, por su propia condición, volvió a cerrarse. Mi desayuno estuvo exquisito, revisé los mensajes en el celular y volví al cuarto a recoger cama y poner un poquito de orden.

Hice un recuento de las cosas que son prioritarias y que debo comprar en el supermercado; hice unos apuntes para el ensayo que voy realizando y así pasaron las primeras horas del día, hasta que sentí un ruido en el exterior y pensé que era el tipo sin oficio que va tocando puertas y desaparece, pero al detallar bien, eran los vecinos que regresaban de no sé dónde y traían consigo su acostumbrado alboroto.

Domingo fructífero para la creación, casi completé el ensayo; tuve noticias buenas de mi gente; preparé una rica cena y dormí plácido toda la noche. A esta hora del lunes, cuando me dispongo a mi rutina, de nuevo se siente, con la misma intensidad de ayer, el golpeteo contra la puerta. Golpea seguido y con cierta fuerza lo que hace que este llamado pudiera escucharse hasta en las casas vecinas. Traté de ignorar, para no seguirle el juego al desquiciado pero no ne aguanté y abrí violentamente. Nada. De nuevo el revoloteo de pajaritos y una amenaza de lluvia era lo único que traía hoy la mañana.

Al intentar de nuevo mis oficios, vuelve en toda su magnitud el sonido del objeto contra la puerta. Corri y abrí. Nadie. Pensé que me estaba llegando la locura a la que tanto le había huido. Busqué la escopeta y di una vuelta por todas las zonas cercanas y un poquito más allá. El vecino me saludó un poco extrañado por verme con esa arma en la mano, pero no dijo nada. Volví y me senté a esperar que volviera el fantasma con su repiqueteo. Volvió y sin vacilar disparé contra la puerta quedando un orificio perfectamente circular en la madera. Del otro lado no había nadie muerto, como era de esperarse. El vecino acudió presuroso y con cara de terror a averiguar qué pasaba y le dije que era una culebra que se había metido en la casa y no había tenido otra alternativa que eliminarla. No muy convencido se retiró mirándome como a un bicho raro. El fantasma no volvió durante todo el lunes, pero el martes a la misma hora, aquí está el llamado a la puerta.

Abrí, y el mismo panorama de siempre se presentaba. Decidí buscar una silla y monté vigilancia desde un árbol cercano, observando cómo el vecino me veía a hurtadillas. Estaba entretenido mirando crecer al sol en el horizonte cuando mi atención se perturba por el sonido en la puerta: toc, toc, toc,de nuevo, nítido, auténtico, sonoro y fácilmente identificable su autor. El Pájaro Carpintero descubrió que las Termitas estaban devorando el marco y ya estaban en camino de arrasar con toda la madera de mi puerta. Descubrí que al tocar fuertemente con su pico, los insectos van cayendo por su propio peso y atrapados felizmente en el aire por la certera habilidad de este hermoso pajarraco.

Olimpio Galicia Gómez

Pájaro Carpintero

Un comentario

  • Mónica Márquez

    Habían pasado algunos días sin venir a mi nutrición aquí
    Wow y me consigo está belleza de relato
    Gracias Olimpo
    Es una brisa fresca y un alivio leerte