UNA CARTA EN EL EXILIO. Por Osiris R. Betancourt Brugés
Una carta en el exilio.
A quienes más quiero.
Hoy fui a la calle y no caminé la Santa Marta de mi exilio, la del «veneco», la de la angustia y la falta de dinero; la de las hijas y los nietos por videos; la de la risa de mi esposa congelada en una foto.
Hoy no caminé pensando en el futuro positivo, que me ahoga, que me alimenta las ausencias, que me ensancha los vacíos y me aumenta la incertidumbre.
Hoy no apunté a mi éxito ni alimenté mi optimismo, ni lo saturé de planes.
Hoy salí y caminé la Santa Marta de mi infancia, la de las vacaciones, la que me huele a la casa de abuelita Sole; la que me hace el líder de los primos Laborde, dispuestos a inventar; la que me lleva al fondo del mar con Capea y me quema los pies descalzos caminando con Carmen Beatriz.
Hoy salí y oí el vallenato que atenta contra mis gustos, pero que me suena a la alegría de haber vuelto a uno de mis paraísos infantiles.
Este día está por terminar y de seguro se llevará está alegría fugaz que hace sentirme en un paraíso.
Santa Marta seguirá bajo mis pies; de mi depende hacerla tristeza o alegría; hasta el día que vuelva a ser el recuerdo bonito y distante de mi infancia.
Osiris R. Betancourt Brugés
Un comentario
Tiburcio José Rivas Ordoñez
Ya nos contamos por millones