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Vargas Llosa y García Márquez, la brutal amistad de dos colosos de las letras latinoamericanas. Juan Carlos Pérez Salazar. (Tomado de BBC News Mundo)

Ilustración de Daniel Arce

La amistad que marcaría la literatura latinoamericana del siglo XX empezó a la manera del siglo XIX: por carta.

Fue en enero de 1966. Gabriel García Márquez (quien aún trabajaba en «Cien años de soledad») le escribió desde México una primera misiva a Mario Vargas Llosa, que estaba en París.

La dirección se la había dado Luis Hars, el periodista chileno-estadounidense que, sin saberlo, estaba escribiendo el primer libro indispensable sobre el Boom de la literatura latinoamericana («Los nuestros», 1966, publicado primero en inglés como «Into the mainstream»).

«Estimado Mario Vargas Llosa: A través de Luis Harss conseguí por fin tu dirección, que resultaba inencontrable en México, sobre todo ahora que Carlos Fuentes anda perdido quién sabe en qué manglares de la selva europea. El productor de cine Antonio Matouk está entusiasmado con la idea de hacer en Perú «La ciudad y los perros», dirigida por Luis Alcoriza (…). Por acá estamos impacientes por conocer «La Casa Verde». ¿Cuándo se publica? Carmen Balcells, a su paso por México, estaba muy entusiasmada con los originales. Me alegro, de todos modos, y aunque no cuaje el proyecto cinematográfico, de la oportunidad que me ofrece esta carta para establecer contacto. Cordialmente, Gabriel García Márquez». 

Después de un intercambio epistolar de año y medio, en el que incluso discutieronla posibilidad de escribir una novela juntos, García Márquez y Vargas Llosa se vieron por primera vez el 9 agosto de 1967, en el aeropuerto Maiquetía de Caracas, Venezuela.

Gabo -ya el flamante autor de «Cien años de soledad»- llegaba como invitado de honor a la entrega del Premio Rómulo Gallegos que Vargas Llosa había ganado precisamente por «La casa verde», y a participar en un congreso de literatura.

Libros

Así describe el momento Vargas Llosa en su monumental «García Márquez, historia de un deicidio» (sobre la cual abundaremos más adelante):

«Nos conocimos la noche de su llegada al aeropuerto de Caracas; yo venía de Londres y él de México y nuestros aviones aterrizaron casi al mismo tiempo. Antes habíamos cambiado algunas cartas y hasta habíamos planeado escribir, alguna vez, una novela a cuatro manos -sobre la guerra tragicómica entre Colombia y Perú en 1931-, pero esa fue la primera vez que nos vimos las caras.

«Recuerdo la suya muy bien, esa noche: desencajada por el espanto reciente del avión -al que tiene un miedo cerval-, incómoda entre los fotógrafos y periodistas que lo acosaban. Nos hicimos amigos y estuvimos juntos las dos semanas del congreso».

Empezaba una gran amistad… que duraría menos de diez años.

Conversación en Lima

Antes del encuentro en Caracas, Vargas Llosa había escrito un elogioso comentario a la recién publicada novela de García Márquez, titulado»Cien años de soledad: el Amadís en América» (fechado en la «primavera de 1967»), con el que empezaba un deslumbramiento con la novela y la obra del colombiano que culminaría cuatro años más tarde con la publicación de «Historia de un deicidio».

Ese deslumbramiento se haría evidente en las siguientes semanas, cuando ambos escritores visitaron Bogotá y Lima.

En esta última ciudad, el 5 y 7 de septiembre, realizaron un «Diálogo sobre la novela en América Latina» que se volvería legendario y que durante décadas circularía en fotocopias o ediciones piratas, hasta que finalmente fue publicado por Alfaguara en abril de 2021.

Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez (1927-2014). Premio Nobel de Literatura en 1982.

Lo que llamó la atención tanto a los presentes en ese diálogo (como a los posteriores lectores) es que, pese a que en esos momentos era el novelista más conocido y con más trayectoria de los dos, Vargas Llosa fungió como una especie de entrevistador de García Márquez, que durante la conversación soltaría algunas de sus boutades, los dichos ingeniosos que lo caracterizarían en adelante (como que había intentado escribir la novela a los 17 años de edad o que se iba a vivir a Europa porque era más barato).

Por casualidad, en esa visita a Lima nacería el segundo hijo de Vargas Llosa, a quien bautizaría Gabriel Rodrigo Gonzalo en honor a García Márquez y a sus dos hijos. Los padrinos fueron, como no, Gabo y su mujer, Mercedes Barcha.

Luego cada uno regresaría a su hogar. Pero no mucho después estarían viviendo con sus familias en Barcelona, literalmente pared contra pared.

Barcelona, capital del mundo

Aún en Londres, Vargas Llosa seguiría escribiendo su siguiente novela total «Conversación en la catedral», mientras preparaba en paralelo un curso sobre García Márquez, que dictaría en Puerto Rico en 1968, y sería el embrión de su largo ensayo sobre el autor colombiano.

Gabo ya se había trasladado a Barcelona junto a Mercedes y sus dos hijos (en noviembre de 1967), aupados por Carmen Balcells, la superagente literaria que siempre buscó que sus autores pudieran vivir de lo que escribían, sin distracciones adicionales, algo nunca visto en América Latina.

Balcells le hizo la misma oferta a Vargas Llosa, quien en 1970 se mudó con su prima y esposa, Patricia Llosa, y sus dos hijos a la capital catalana. Allí, en 1974, nacería su hija Morgana.

En 1970, después de dos años trabajo, terminó su libro «García Márquez, historia de un deicidio», el primer gran texto (y quizás el mejor) escrito sobre la obra del colombiano, (que al tiempo le sirvió como tesis de un doctorado que no había terminado en España).

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa recibió el Premio Nobel de Literatura en 2010.

Muchos se sorprendieron de la generosidad entre dos colegas que eran, a la vez, competidores.

En su libro «Historia personal del Boom», el escritor chileno José Donoso, recuerda lo que le dijo un crítico italiano al respecto:

«En Italia, que un escritor como Vargas Llosa escriba un libro sobre la obra de otro escritor como García Márquez sería imposible. Y que ambos estén en la misma reunión sin que uno eche veneno en el café del otro, bueno, eso ya parecería ciencia ficción».

Carmen Balcells los definió de manera inmejorable: «Vargas Llosa es el primero de la clase, y García Márquez es un genio».

«No hay más que verlos. Cualquiera que los conozca sabe a lo que me refiero. Mario es un intelectual, alguien con la cabeza muy bien amueblada, que atesora conocimientos eruditos sobre múltiples materias y, a la vez, es capaz de crear grandes obras. Su discurso intelectual es de gran altura, es el primero de la case, un cum laude.

«Al contrario, Gabo es un genio en el sentido de que es un monstruo creador, una fuerza de la naturaleza, alguien tocado por la mano de Dios, que tiene un don, y no se dedica a elaborar teorías o análisis sobre la cultura. Me parece algo que los describe sin valorar a uno por encima del otro. Yo estoy enamorada de los dos».

Libro

En la misma «Historia personal del Boom», Donosofecha el fin de ese fenómeno literario como proyecto común en la Nochevieja de 1970, «en una fiesta en la casa de Luis Goytisolo en Barcelona», donde estuvieron Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Carmen Balcells y Sergio Pitol.

«Esa noche se habló sobre todo de la fundación de la revista Libre (…) de cómo quedaría constituida, ampliando la restringida nómina de los directores con que empezó hasta decidirse por directores rotativos y una larga lista de socios contribuyentes».

Caída Libre

Y fue precisamente con el primer número de la revista Libre que empezó una profunda división entre algunos intelectuales occidentales y Cuba.

Empujados por el español Juan Goytisolo y apoyados financieramente por una rica heredera boliviano-francesa, algunos de los escritores latinoamericanos de más renombre se juntaron para editar desde la capital francesa la flamante revista de izquierda.

Allí estarían los cuatro principales del Boom (Vargas Llosa, García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes), pero también Octavio Paz, José Donoso, Severo Sarduy, Claribel Alegría, Plinio Apuleyo Mendoza y Jorge Edwards.

La historia completa está narrada en el capítulo cuarto del libro «En los reinos de Taifa», de Juan Goytisolo: el primer número de Libre ya estaba listo para la imprenta cuando se presentó en Cuba el llamado «Caso Padilla».

Heberto Padilla era un poeta cubano que había participado de la revolución y ocupado el cargo representante del ministerio Comercio Exterior en Praga. Sin embargo, hacia finales de los 60 empezó a criticar de manera abierta y a burlarse de la política cultural del gobierno castrista.

En marzo de 1971 fue detenido y poco después se divulgó una caricaturesca «confesión» que recordaba los juicios estalinistas e hizo montar en cólera a muchos escritores extranjeros amigos de la isla caribeña.

Encabezados por Vargas Llosa y Goytsolo, varios intelectuales y escritores (que incluían a Sartre, Cortázar, Susan Sontag, Italo Calvino, Simone de Beauvoir, Octavio Paz, Alberto Moravia y Margarite Duras)enviaron una moderada carta a Fidel Castro respaldando a Padilla antes de que se divulgara su confesión.

No fue posible ubicar a García Márquez, quien en esos momentos se encontraba en Colombia, en uno de los frecuentes viajes que realizó a la región cuando escribía «El otoño del patriarca» para reencontrarse con el ámbito del Caribe, recapturarlo y ser capaz de reflejarlo en el libro.

Por eso, después de buscarlo en vano, Plinio Apuleyo Mendoza, jefe de redacción de la revista, autorizó a poner el nombre de su amigo sin consultarlo, seguro de que estaría de acuerdo.

Pero no era así: extraviada en el correo quedó una carta desde Barranquilla en la que Gabo le explicaba que no quería firmar nada «mientras no tuviera una información muy completa sobre el asunto». (2)

Fidel Castro montó en cólera por esa primera misiva y pronunció un fuerte discurso contra los firmantes, «señores intelectuales burgueses y libelistas y agentes de la CIA (…) los seudo izquierdistas descarados que quieren ganar laureles viviendo en París, Londres, Roma». Además, prohibía a todos los firmantes la entrada a Cuba «por un tiempo indefinido e infinito».

Casi de manera simultánea se divulgó la «confesión» de Padilla.

Entonces Mario Vargas Llosa convocó a una reunión de emergencia en su casa de Barcelona, donde se redactó y una segunda carta, mucho más afilada y contundente.

Gabriel García Márquez y Julio Cortázar se negaron a firmarla.

Gabriel García Márquez y Julio Cortázar se negaron a firmarla.

Revista Libre

El primer número de Libre fue aplazado hasta el otoño para que llevara un completo dossier sobre el caso Padilla con todos los puntos de vista, incluido el discurso de Castro, las dos cartas de los intelectuales, la «confesión» del poeta, así como mensajes a favor y en contra de escritores y artistas latinoamericanos.

Llevaba también un poema de Cortázar en el que se desmarcaba por completo de las críticas al gobierno cubano (antes lo adulaba) y una entrevista de García Márquez que, según Juan Goytisolo, era «un prodigioso ejercicio de saltimbanqui cuyo virtuosismo impone la admiración ya que no el respeto», donde se las arreglaba para no criticar a los intelectuales firmantes y tampoco romper con el régimen cubano.

Agotada por la falta de dinero y escisiones internas, la revista sólo alcanzaría a publicar cuatro números.

Un puñetazo en Bellas Artes

Quien mejor ha contado la historia del episodio final de la amistad entre Vargas Llosa y García Márquez es Xavi Ayén en su libro «Aquellos años del Boom».

En él deja claro que la amistad no se rompió a raíz del «caso Padilla», pues ambos escritores continuaron viviendo y viéndose en Barcelona. Sin embargo, era evidente que algo se había roto.

En su libro «Vargas Llosa, el vicio de escribir» (1991), JJ Armas Marcelo recuerda la tarde barcelonesa de 1973 en que el peruano le presentó al colombiano, quien llegó a la cita vestido con el mono azul de obrero con el que trabajaba en la que sería «El otoño del patriarca»:

«En esa misma reunión noté que MVLL hablaba poco. Miraba con cierta distancia a García Márquez y llegué a una conclusión quizás prejuiciosa para entonces: al novelista peruano no le gustaban muchas de las «salidas», más o menos fáciles, que el colombiano demostraba en público. «Ahora me voy al cine», dijo García Márquez al despedirse. «¿Vestido así», le pregunté un poco provocativamente. «Claro», me dijo, «es para asustar a los burgueses». Y MVLL volvió a mirarlo con desdén».

Mario Vargas Llosa

En su libro, Ayén deja claro que el motivo del rompimiento definitivo no fue político, sino que se produjo por algo mucho más banal y humano.

Para resumirlo: a mediados de 1974, cuando regresaban a vivir en Perú, Vargas Llosa se enamoró de otra mujer y dejó a Patricia y a sus hijos.

En mayo de 1975, Patricia Llosa viajó a Barcelona donde fue bien recibida por los García Márquez. De allí surgió la versión de que (quizás en broma) Gabo se le había insinuado.

No mucho después, los Llosa volvieron a vivir juntos.

Eso está explicado con más detalle en el libro de Ayén, quien me dijo que, antes de su publicación, había enviado el texto tanto a García Márquez como a Vargas Llosa y a sus familias para que le dijeran si algo de lo que allí escribía no era verdad.

El 12 de febrero de 1976, en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, era el pre-estreno de documental «La odisea de los Andes», con guión de Vargas Llosa, sobre el equipo de rugby uruguayo que sobrevivió 72 días a un accidente de avión en la cadena montañosa, en algunos casos recurriendo a la antropofagia.

Según relata Xavi Ayén, en el vestíbulo del hermoso edificio se encontraban «la flor y la nata de la intelectualidad mexicana», entre ellos los García Márquez con algunos amigos.

«‘Me disculpan, voy a saludar a Mario’, les dijo antes de ir a la sala de proyección. Allí se dirigió al peruano y recibió un fortísimo puñetazo: ‘Esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona’, dejó claro el agresor».

En su biografía «Gabriel García Márquez, una vida» Gerald Martin escribe «es evidente que Mario llegó a la conclusión que García Márquez había antepuesto su preocupación por Patricia a la amistad que los unía a ambos. Nada más que García Márquez y Patricia Llosa saben lo que ocurrió».

Los años postreros

En los años posteriores ambos se negaron a hablar sobre lo sucedido y Vargas Llosa dijo que se lo dejaba a «los historiadores».

Hasta donde se sabe tampoco volvieron a cruzar palabra en privado, y en público hubo algunos -pocos- comentarios e improperios, sobre todo de Vargas Llosa, por la postura política de García Márquez frente a Cuba y su amistad con Fidel Castro.

Gabriel García Márquez

El escritor peruano prohibió que se volviera a reeditar su estudio «Historia de un deicidio» (que tuvo dos ediciones en 1971), el cual se volvió un objeto de culto entre los amantes de la literatura latinoamericana.

Solo volvería a aparecer impreso en 2006, con motivo de la edición de las obras completas del peruano y como parte de sus volúmenes de ensayos. Como obra individual solo se reeditó en 2021, cincuenta años después de haber sido publicada.

En una de las últimas ocasiones que habló en público sobre García Márquez, en el verano de 2017, durante un curso de la Universidad Complutense sobre la obra del colombiano, ante la pregunta de si después del distanciamiento se habían vuelto a ver, Vargas Llosa respondió entre risas:

«No… Estamos entrando en terrenos peligrosos, creo que llegó el momento de poner fin a esta conversación». (3)

Sin embargo, al parecer hubo un intento de reconciliación apoyado por amigos de ambos en una ocasión en la que los dos escritores se encontraban en Cartagena con motivo de un Hay Festival, pero, para entonces, ya Gabo se encontraba demasiado perdido en las brumas de las desmemoria.

En ellas continuó hasta el Jueves Santo de 2014, cuando murió en Ciudad de México.

Ahora, su odiado amigo, Vargas Llosa, también está muerto.

La historia, quizás, se encargará de reconciliarlos.

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