«FELIPE». Por Enmanuel
FELIPE
Felipe miraba extraviado el horizonte que, en cada segundo, se hacía una sola imagen con la ausencia paulatina de luz que le dejaba el sol en heredad a la ciudad. Suspiró una vez, casi ahogándose con la entrecortada inhalación, y se dijo a si mismo, mientras recordaba a Carmen Teresa (su último frustrado amor):
- Me enredaste en oscuros torbellinos que nacían en la profundidad de tu alma.
Nunca supe distinguir amor o dolor a tu lado…. Solo ese amargo dulce de los besos fríos con que callabas mis dudas.
«Verdugo no pide clemencia» y es así, me tocó recibir lo que ya había dado.
Y dicho esto, se perdió calle abajo, bebiéndose la última gota de luz de la tarde.
Enmanuel