«SEÑOR… ¿ME PUEDE DECIR SU NOMBRE?». Por Enmanuel

SEÑOR… ¿ME PUEDE DECIR SU NOMBRE?

La anciana reconoció en aquella mirada la misma luz que la había enamorado hacía 70 años atrás. Junio se asomaba en el calendario anunciando la impostergable llegada del sopor del verano. No había sido simple llegar a sus 85 años: un infarto la había sorprendido apenas llegados los 60 y el inoportuno Parkinson le había robado la libertad de andar. Pero aquella mirada, aquellos ojos, le habían atizado un extraño fuego interior que no venía de su vientre ya dormido, sino de las entrañas mismas del alma.

• Señor, disculpe usted, ¿me puede decir su nombre?.

El viento se arremolinó sacudiendo cortinas y levatantando polvo en aquel inmenso corredor de la colonial casona que había sido su hogar desde los últimos 65 años.

• Perdone señor que le insista, ¿me puede decir su nombre?…

Un grave silencio se elevó hasta el maderaje que soportaba el techo, se escurrió por las descamadas paredes blancas y se posó inmisericorde sobre la envejecida fotografía, en blanco y negro de su esposo muerto, que sostenía la anciana en sus temblorosas manos.

Enmanuel

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