Extraña madrugada. Por Enmanuel
Extraña madrugada
Eran las dos de la mañana y el sueño había desaparecido. Una turba de pensamientos inconexos abordaron abruptamente su cabeza: cuatro loros grises volaban a ras de techo, cinco mapurites se reían de tres ratas que lloraban desconsoladas, una horda desenfrenada de bachacos culones entraron sin contención y acabaron con todo (excepto con los tres loros grises que se difuminaron en la pared).
Abrió la ventana que daba al patio y un mechón de aire, con olor a tierra y resignación, «reseteó» su cabeza y lo liberó de los extraños pensamientos.
Se acordó entonces de Gregoria y la profecía de los «azaraos». De Tibardito con su carreta amarilla llena de chipororos y de Reina Esperanza, con el mango maduro que le regaló.
(Comenzaba a amanecer)
Enmanuel