«PARÁBOLA DE UNO MISMO». Por Enmanuel
¡Que difícil imaginar como será nuestro futuro!. No hablo del futuro de la sociedad humana, probablemente lleno tecnología robótica e intrincadas redes informáticas, con mas rasgos de deshumanización que de humanidad. Pero no, no hablaré de ese futuro. Seré mas llano, mas básico. Escribiré sobre el futuro de uno mismo.
Comenzaré diciendo que apenas me acuerdo de mi mas tierna infancia, de mis juguetes, de la imperiosa necesidad de estar cerca de mi mamá. Lleno de vida, inquieto pero frágil. Tan frágil que dependía de otros. Mas tarde: «la fuerza que movía montañas», lleno de fé y esperanzas intactas, energías increcendo, la vida convocando a la vida.
Ahora a mis cincuenta y tantos, serenidad y miedos, extraño amalgamaje que solo lo entiende quien lo padece, que anticipa el fin de la meseta, que preconiza la inminencia del fin de la ruta.
Lo cierto es que la existencia es un particular carrusel que comienza poquito a poco, luego va acelerando tocando umbrales del descarrilamiento, para toparse finalmente con una gran explanada que pareciera infinita pero que termina indefectiblemente con la presencia del olvido grande y el último suspiro. Eso pareciera ser el futuro de uno mismo.
Alberto Córtez lo escribió e hizo canción magistramente:
PARÁBOLA DE UNO MISMO
Uno va subiendo la vida
de a cuatro los primeros escalones,
tiene todas las luces encendidas
y el corazón repleto de ilusiones…
Uno va quemando energías,
es joven, tiene fe y está seguro,
soltándole la rienda a su osadía
llegará sin retrasos el futuro…
Y uno sube, sube, sube,
flotando como un globo en el espacio,
los humos los confunde con las nubes,
subestimando a todos los de abajo…
Y uno sigue, sigue, sigue
sumando vanaglorias y ambiciones,
no sabe en realidad lo que persigue
y va de distorsión en distorsiones…
Uno es un montón de etiquetas,
es un escaparate, un decorado,
un simple personaje de opereta,
un fruto de consumo consumado…
Uno es una simple herramienta
que tiran cuando ya cae en desuso,
uno lo sabe, pero no escarmienta,
sigue aferrado a la ilusión que puso…
Y uno piensa, piensa, piensa
que siempre seguirá en el candelero,
que nunca ha de vaciarse su despensa,
que queda mucha tinta en el tintero…
Y uno sigue, sigue, sigue,
cautivo de su imagen, caminando,
el ego desbordado no concibe
que muchos otros vengan empujando…
Y uno va teniendo evidencias,
ya no recibe flores ni palmadas,
rechaza que empezó su decadencia,
que va por la escalera de bajada…
Uno alza su voz de protesta,
suplica por seguir estando a bordo,
y duda, cuando nadie le contesta,
si se ha quedado mudo o si son sordos…
Y uno baja, baja, baja,
no quiere, por orgullo, lamentarse
que ya no es quien baraja la baraja
ni se ha guardado un as para jugarse…
Y uno baja, baja, baja,
desciende lentamente hacia el olvido,
hay algo en su balance que no encaja,
lo que ha querido ser y que no ha sido…
Uno queda solo en la mesa
negando su pasado amargamente,
le cuesta confesar que ha sido presa
de un canto de sirenas permanente…
Uno es una isla desierta,
un médano en el mar, un espejismo,
empieza por abrir todas las puertas
y termina a solas con sí mismo…
Alberto Córtez
3 Comentarios
Ambar Berg
Con mucha facilidad nos descontextualizamos de esa ineludible verdad y vivimos como personajes de opereta
Buena reflexión
THAIS
Uno piensa y sigue, pero no escarmienta..!
Mónica Márquez
Emmanuel lo hiciste de nuevo!
Tus descripciones superan cualquier otra idea