El maquiavelismo, la unidad de medida de la cantidad de escrúpulos, con la cual contamos! ¡Aunque el amor supera todo!. Por Miguel Alberto Zurita Sánchez
Comúnmente solemos decir o utilizar, en cualquier tipo de expresión, bien sea escrita o hablada, el adjetivo calificativo “maquiavélico” o su plural, con tal facilidad como decir “pio”, la onomatopeya de un polluelo recién nacido, he llegado a pensar que, en muchos casos lo hacemos por desconocimiento, por imitación o un completo y absoluto acierto en su uso, debido a que se conoce su origen y significado.
De igual forma sucede con la palabra escrúpulo, es otra expresión con la cual jugamos futbol con ella y en muchos casos, desconocemos por completo, no sólo su origen y significado, sino lo que implica.
Quiero comenzar, por esto último, en busca lograr mostrar la relación que puede existir, desde escrúpulo a maquiavelismo o viceversa, vistos desde la práctica cotidiana y la psicología.
Como es casi una costumbre en mí, comencemos con unas definiciones y etimología.
Escrúpulo.
- Duda e inseguridad que una persona sufre acerca de la bondad o licitud de una acción. «revelaban, sin el menor escrúpulo y sin necesidad de presión alguna, cuanta información militar obraba en su poder; no tuvo escrúpulos para quedarse con todo el dinero»
- Aprensión física a tomar un alimento o hacer uso de alguna cosa por temor a la suciedad o al contagio. «le da escrúpulos comer riñones»
La palabra escrúpulo (del latín, scrupulus, diminutivo de scrupus, ‘piedrecilla’), designa varias unidades de medida.
El escrúpulo (en inglés apothecary scruple) era una unidad de medida utilizada en farmacia, para pesar ingredientes de los medicamentos.
En el siglo XVIII, los antiguos boticarios pesaban en libras, onzas, dracmas y escrúpulos. La relación entre ellas era la siguiente: una libra pesaba doce onzas, la onza ocho dracmas, la dracma tres escrúpulos, y el escrúpulo veinte granos. Además, se usaban el óbolo y el carácter, que equivalían a doce y cuatro granos, respectivamente.
El escrúpulo podía tener diferentes valores en cada país: en España y Portugal, un escrúpulo equivalía a 24 granos (pesando 1,55517384 gramos), mientras que, en el sistema imperial inglés, correspondía a 20 granos (1,2959782 gramos), lo cual indica, que el carácter, también tenía diferentes valores, dependiendo de los valores, que en cada país, tuviera el escrúpulo.
El escrúpulo (scripulum) también fue una moneda equivalente al gra´mma griego. Era una unidad monetaria del sistema feno-púnico, que fue aceptada en la antigua Roma. Doce escrúpulos hacían un shekel (ciclo) y el shekel era una moneda, por lo menos tan antigua como el Antiguo Testamento, en el cual es mencionada. El sabio renacentista holandés Christiaan Huygens (1629-1695), da la forma “primeros escrúpulos” como sinónimo de minutos y “segundos escrúpulos” como sinónimo de segundos. Así mismo escrúpulo. En astrología y astronomía, es sinónimo de minuto sexagesimal y cartográfico.
En astronomía, un escrúpulo es el resultado de dividir en sesenta partes un grado de un círculo, es decir que un círculo tiene 3.600 escrúpulos.
Maquiavélica, maquiavélico
- [persona] Que actúa con astucia y perfidia para conseguir sus propósitos.
«aparecía como un ser frío y maquiavélico, capaz de imaginar las mayores y más turbulentas venganzas y de ponerlas en práctica con eficacia» - Que es propio o característico de una persona maquiavélica.
«una sonrisa maquiavélica; un plan maquiavélico»
Esta palabra etimológicamente se compone de Nicolás Maquiavelo, filósofo italiano y del sufijo «ico» que indica cualidad o relativo de.
Si se efectuara un sondeo entre la gente, con el fin de acordar una definición de escrúpulo, es muy probable que fuese algo así: esas cosas que nos hacen sentir culpables y que se encuentran en la moral o en la conciencia de cada quien. En realidad no está mal, pues el término se escucha y se pronuncia, exclusivamente, gracias a ésta frase que lo contiene. ¿Qué son los escrúpulos? Unas piedritas muy pequeñas, esas que suelen introducirse en los zapatos, se va convirtiendo en una tortura y provocando notorias molestias, que obstaculizan el caminar u obligan a detenerse, sin embargo después de sacarla del calzado, quedamos liberados; por lo que luego debemos, ponernos al cuidado de los considerables daños, que esa pequeñez haya podido causar en nuestro pie.
Para decirlo más claro: si tienes escrúpulos, no vas a seguir adelante tan tranquilo. La incomodidad física se trasladó a otras esferas para designar aquella situación en la que alguien, al momento de hacer algo que está mal, a la vista de la mayoría, o luego de ejecutarlo, no presenta el menor trastorno o el mínimo sentimiento de culpa. Obró sin escrúpulos, sin algo que lo frenara.
Esto es interesante, porque este tipo de personas tienen características muy bien definidas, las cuales no siempre se pueden diferenciar en comparación con cualquier otro ser, carente o no, de sicopatía alguna. Además de lo antes descrito, son empáticos, simpáticos con una adaptación social relativamente óptima y hasta pueden parecer profundamente agradables, porque además son narcisistas, egocentristas y con un alto grado de valoración, ésta es la circunstancia que nos confunde, porque gente así conocemos mucha, la diferencia es, que el sin escrúpulos, por encima de todo lo anterior, maneja a la perfección la habilidad de mentir, engañar y hacer sentir mal o no al otro, para lograr sus objetivos.
Diferenciar a una persona sin escrúpulos de una persona con ellos, es a todas luces, un proceso complejo y posiblemente requiera de un tiempo considerable. Desenmascarar a una persona así, requiere de un alto grado de observación, experiencia y también de un alto grado de reconocimiento de nuestro propio ego, porque esa será su entrada a nuestras vidas; alimentar nuestro ego para conocer, a partir de él, todas nuestras debilidades.
Algo que ayuda a reconocer a estas personas es, en primer lugar, tener en cuenta que su empatía está perfectamente dirigida a un objetivo: Hacen de los seres humanos unos objetos, es decir, éstos se convierten, sólo en medios para conseguir su fin, el remordimiento no es algo que se planteen, lo que indica que faltar a cualquier norma o valor humano, no representa ningún desafío para ellos, eso más bien, les crea una apariencia de valientes y seguros de sí mismos, que justamente son dos grandes características de un líder, son ordenados y ritualistas, llevan cuenta exacta de lo que han procurado, a fin de lograr su objetivo.
A simple vista, hasta podríamos considerar que son seres admirables y emprendedores. La diferencia más clara, entre un ser que tiene y el que no tiene escrúpulos, es que los primeros se cuestionan y tienen la capacidad de autocrítica, la capacidad mental y física de controlar sus emociones, impulsos y un grado de capacidad de frustración, es decir si algo no sale conforme a lo esperado, la persona con escrúpulos sabrá valorar, aprender y cambiar el rumbo de sus acciones; el segundo, terminará por manifestar su delirio ante la imposibilidad de ver realizado su objetivo. La próxima vez que permitas dejarte seducir por un aparente ser perfecto, desconfía, la autenticidad no da lugar a perfecciones basadas en el pensamiento del colectivo; la autenticidad se basa en el desarrollo de la perfección, sólo personal, al margen de las opiniones ajenas, así que no te dejes sorprender, cuando algo roce en lo perfecto, ten presente que aquel, que está frente a ti, te necesita y está dispuesto a todo, y no por ti, sino por lo que puedas proveerle.
Los sin escrúpulos, desde la neurociencia
Todos hemos conocido a alguien, que no muestra ninguna clase de reparo, a la hora de utilizar a los demás para su propio beneficio, por ejemplo en las empresas, hay personas capaces de pisotear las buenas intenciones, los derechos y la dignidad de sus compañeros de trabajo para conseguir un aumento, un ascenso o una simple palmadita en la espalda. Sus víctimas sienten que hay algo injusto en tal situación, no sólo porque estos estúpidos lleguen más lejos que nosotros, sino porque parece haber una diferencia de base, que explica por qué ellos triunfan y nosotros no: ellos parecen programados para no sentir ningún remordimiento por su comportamiento, mientras que nosotros no somos capaces ni de contar una mentira piadosa sin pensar que vamos a ir al infierno.
Desde la neurociencia, la persona sin escrúpulos es aquella que carece de un nivel de conciencia que le permita delimitar la verdad, clasificar sus actos, sus obligaciones y como consecuencia de lo anterior, se desentiende de toda responsabilidad por los daños causados que además, a su parecer, ni son ni existen.
La psicología utiliza el concepto de “maquiavelismo” para referirse a este rasgo de la personalidad. Es uno de los tres que conforman la conocida como “triada oscura” junto al narcisismo (caracterizado por el egocentrismo, el orgullo y la falta de empatía) y la psicopatía (definida por la impulsividad, egoísmo, comportamiento asocial y falta de remordimiento). Aunque los maquiavélicos tienen mucho que ver con estos otros dos tipos humanos, lo que les distingue, es su frecuente manipulación de los demás, su absoluta despreocupación por la moralidad y la persecución imparable de su propio interés.
Una nueva investigación publicada en el último número de Brain and Cognition y realizada por psicólogos húngaros explica, qué ocurre en el cerebro de los maquiavélicos cuando llevan a cabo sus discutibles hazañas. ¿La conclusión? Que la cabeza de estos “trepas” se pone a pleno funcionamiento cuando se encuentran con alguien más legal que ellos, dispuesto a cooperar y a ayudarlos: en ese momento, el maquiavélico empieza a maquinar de qué manera se va a aprovechar del pobre infeliz que se ha cruzado en su camino.
A propósito he colocado entre comillas, en negrita, cursiva y subrayado la palabra trepas, pues esta merece que sepamos que es, a que o a quienes se refiere.
Que alguien reconozca nuestra labor o nuestras virtudes eso siempre se agradece y a todos, de vez en cuando, nos gusta recibir un cumplido. Por desgracia, lo malo es, que detrás de tantos halagos hay un interés oculto, sobre todo cuando nos movemos en un pantanoso y truculento entorno laboral. Allí hay personas, que viven casi exclusivamente, de adular a jefes y compañeros para ganarse su favor y escalar en las empresas o medio donde se desenvuelven.
La gratitud es una de las herramientas más útiles, y más saludables, en el entorno laboral. El éxito, más aun en estos tiempos, sólo puede alcanzarse de forma colectiva, y depende principalmente de cómo interactuemos con la gente que nos rodea. Cuantos más amigos tengamos, más posibilidades tendremos de triunfar en el trabajo. Pero hay quienes reparten una gratitud impostada. Su objetivo es sacar el máximo provecho al trabajo de los demás, intentando no dar nada a cambio.
Las personas inseguras o con baja autoestima son las víctimas favoritas de las personas manipuladoras, ya que requieren de una confirmación externa para saber si están haciendo las cosas bien: son el cebo perfecto de sus cumplidos. Y las personas arribistas saben ganarse su favor para, más adelante, obtener algo a cambio.
Aunque un trepa hecho y derecho, sabe utilizar los halagos a la perfección, y no siempre es fácil de detectar, la manipulación es un arte y, como tal, tiene sus técnicas.
Según ha explicado el psicólogo Leon F. Seltzer en su blog Evolution of the Self, no tenemos por qué desconfiar de todos los cumplidos, pues hay los que son honestos, pero ante la duda es mejor comprobar si puede perseguir alguno de estos cuatro objetivos.
Quieren penetrar en el grupo
Los cumplidos pueden ser una manera sencilla de ganarse el favor de una persona, generar confianza y encajar en el grupo de amigos o compañeros, en el que el sujeto es un miembro importante. Los aduladores se pueden limitar a darte la razón para ganarse tu favor, diciendo que tu opinión es igualita a la suya –aunque piensen todo lo contrario–, o afirmando que admiran lo astuto, inteligente o comprensivo que eres.
Quieren venderte algo
La adulación es una técnica clásica de los vendedores, pero también de las personas manipuladoras, que quieren que sus propuestas, ideas o intereses lleguen a buen puerto. Si necesitan negociar contigo algo, antes tratarán de allanar el camino, dándote un baño en melao o halándote bolas, popularmente hablando, para que estés más inclinado a aceptar la propuesta que planean hacerte que, probablemente, será más beneficiosa para ellos que para ti. El objetivo de sus cumplidos, será que estés en deuda con ellos y, aunque no te convenza aquello que proponen, acabes aceptándolo porque sientes que tienes un compromiso (que no es tal).
Quieren obtener cierta información
Los manipuladores más agresivos rozan la sociopatía: son desvergonzados y tienen una ética voluble. Nada les importa con tal de lograr su objetivo. En ocasiones no necesitan ganarse tu confianza por completo, les basta con repartir falsos cumplidos el tiempo suficiente como para obtener aquello que necesitan de ti: algún tipo de información personal o confidencial que no pueden conseguir de un modo más sencillo. En cuanto consiguen lo que quieren procederán a usarla en tu contra. No les importa traicionar tu confianza, se mueven por el egoísmo y, gracias a tu descuido, han tomado ventaja.
Quieren que les perdones
Los trepas no descansan. Son tenaces y poco dados al desaliento. Da igual que hayan terminado peleándose con una persona, si van a necesitarla en el futuro harán lo posible por recuperar su confianza para luego, si es necesario, volver a clavársela por la espalda. Si has logrado desenmascarar a una persona manipuladora, por mucho que te adule, es mejor que seas precavido: si te la ha jugado una vez, puede jugártela muchas más.
Espero que esta información, acerca de los llamados trepas, te pueda servir, para identificar, discriminar, evaluar y si decides enfrentar a estos bichos, que no son otros que los manipuladores, aduladores, son los sin escrúpulos.
Un juego para descubrir nuestro lado oscuro
La naturaleza del experimento realizado por los investigadores de la Universidad de Pécs-Hungría, ha sido detallada en un artículo publicado en New York Magazine. Este reunió a un grupo de personas que habían registrado niveles altos y bajos en la escala de maquiavelismo, a los que se asignaron diferentes parejas en distintas situaciones. Los participantes se les asignaron cierta cantidad de dinero, de forma virtual, y debían elegir qué cantidad, de la asignada querían invertir en sus compañeros. Cuando esto ocurría, la cantidad se triplicaba, y el que había recibido el dinero, decidía cuánto devolverle.
Las posibilidades eran dos: o que le entregase una cantidad más o menos justa (alrededor de un 10% más o menos de la inversión inicial, es decir, 90 céntimos o 1,10 si se entregaba un euro) o evidentemente una injusta (alrededor de un tercio, es decir, 30 céntimos por una inversión de un euro). Los roles cambiaban a medida que el experimento se desarrollaba, de forma que aquellos que ya conocían la actitud de su supuesto beneficiario, decidían si querían corresponder su buena o mala voluntad. Unos escáneres cerebrales permitieron a los investigadores entender, qué pasaba por sus cabezas durante el proceso. El cerebro de los maquiavélicos se ponía a millón, cuando se encontraban con alguien a quien podían engañar
No fue una gran sorpresa que los maquiavélicos, al final del experimento, terminasen con más dinero, que los bien intencionados: tan simple como que los trepas no suelen corresponder de manera recíproca, el altruismo de los demás. Más sorprendente fue la actividad cerebral que mostraba su cerebro, cuando se encontraban frente a alguien que se comportaba de forma generosa y que no se reproducía en los participantes menos trepas: “Nuestros resultados revelan, que una situación social que implica oportunidades para explotar a los demás, puede ser más exigente para los maquiavélicos, ya que muestran mayor actividad en una situación justa, que en una injusta”, señala la investigación.
En concreto, las reacciones cerebrales eran las siguientes: una excitación de la corteza dorsolateral prefrontal, algo que los investigadores relacionan con la inhibición de una respuesta socio-emocional, hacia la cooperación del resto de participantes; y una mayor actividad del giro interior frontal, relacionado con la evaluación del comportamiento de las personas que nos rodean, que sugiere que estos malintencionados interesados estaban maquinando cuál podía ser la manera más eficiente de aprovecharse del bienintencionado compañero. Aunque, como recuerda Christian Jarrett en el artículo, el estudio puede pecar de intentar interpretar las respuestas cerebrales a partir de la reputación que se suele adjudicar a cada una de las zonas cerebrales.
El test que te permite saber si eres uno de ellos
El político y filósofo florentino Nicolás Maquiavelo, ha servido a los psicólogos de inspiración desde hace siglos. No es de extrañar, teniendo en cuenta que es uno de esos personajes históricos, que han conseguido que su nombre se convierta en un arquetipo del carácter humano; en este caso, uno asociado a la manipulación, el engaño y la ausencia de escrúpulos. Tanto es así que durante los años 60, los psicólogos sociales Richard Christie y Florence L.Geis desarrollaron un test para adivinar el nivel de maquiavelismo de cada persona, y que sigue utilizándose en algunas de estas investigaciones. El test, que recibió el nombre de Mach IV, utilizaba algunas de las máximas de Maquiavelo, con las que los participantes debían señalar si estaban o no de acuerdo en una escala del uno al cinco.
Mi opinión
No voy a emitir opiniones y mucho menos juicio, en torno a la falta o no de escrúpulos, en la actualidad, pues si me voy a la historia y al Antiguo Testamento, encuentro que Caín, en su momento y sin escrúpulos acabó con “la cuarta parte de la población mundial”. Con esto tampoco quiero justificar los hechos actuales, escondiéndome tras un poema, como es considerado el Génesis.
Lo que quiero dejar ver es, que la falta de escrúpulos existe desde comienzos de la vida humana o mejor, desde los tiempos en los cuales el planeta se empezaba a poblar, aceptando al Génesis como un poema, que narra una historia.
No hay excepción, entre humanos, en el asunto de los escrúpulos, pues todos, al igual que la estupidez, tenemos momentos en los cuales debemos apelar a los valores y moral, que hemos aprendido, para responder con más o menos escrúpulos.
Con respecto a eso, cuando te suceda, revísate, obsérvate, si sientes una piedrita, sácala y sigue adelante, eso sí, nunca dejes de evaluar y valorar cuánto daño hizo la piedrita y disponte a repararlo.
El maquiavelismo, con el pasar de la historia y el transcurrir del tiempo, ha sido objeto de una satanización a mansalva, aunque el ser, gracias al cual existe, aun es motivo de estudios y está con absoluta vigencia, en el mundo entero, en las diferentes filosofías, religiones y credos.
En el arte y ciencia de la guerra, es materia obligada de estudio, Maquiavelo se hizo inmortal, sólo con el algoritmo “Divide y vencerás”, aunque es una máxima latina utilizada por Julio Cesar “divide et impera” y otras variantes.
El grado de maquiavelismo, sería interesante que, con toda esta mezcla de emociones y sentimientos que nos afectan de una u otra forma, nos pudiésemos aplicar un test, para medir nuestro nivel.
Me despido con una frase de Michel Thomas, conocido como Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus novelas Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Plataforma, se convirtieron en hitos de la nueva narrativa francesa por su descripción de la miseria afectiva y sexual del hombre occidental de finales del siglo XX y comienzos del XXI.
Miguel Alberto Zurita Sánchez. ¡No Más MGF´S! Coro 05 / 06 / 2.020.
3 Comentarios
Torcuato Da LucaTena
Muy buen artículo ingeniero Miguel. Dos meses sin internet. Estoy poniéndome al dia.
Saludos
Maria
Demasiado bueno el artículo y creo está ahorita como anillo al dedo, viendo como esta nuestra sociedad, por no decir, el mundo entero
Mónica L Márquez C
Me gustó mucho!!
Interesantísimo!
Me llama la atención lo del test y la fotografía y leyenda final junto a la misma es impresionante!