Opinión

EL POETA OLIMPIO. Julyrma Jimenez

EL POETA OLIMPIO

El cielo aún

no ha florecido

para recortar

la rosa

que merecemos.

Olimpio Galicia Gómez
«Inmisericordias”, 1991

Años 90’s.

Un lunes de Cuentacuentos de La Casa en el Paseo Talavera de Coro en el estado Falcón, luego de nuestras acostumbradas contadas semanales a las 6 en sombra de la tarde, como diría Aquiles Nazoa, en el Museo de Arte Coro, el negrito Puerta como le llamaba cariñosamente a un conocido y apasionado lector trabajador del Instituto de Cultura del Estado Falcón INCUDEF, se me acercó y mientras repartía su mirada entre un papel que tenía en su mano y yo, me relató «De cómo el Chuchube aprendió a cantar», un cuento del poeta Olimpio Galicia Gómez, a quien conocí y admiro desde ese día a través de esa creación.

¿Qué más puedo decirles? Si esta historia, se volvió uno de mis cuentos banderas como Narradora Oral! Lo conté en el Paseo Talavera, en comunidades, en la UNEFM, en tertulias entre amigos, en Escuelas, en Festivales Nacionales e Internacionales de Narración Oral, en Residencias para Adultos Mayores, en Radio Guadalupana en los programas Márgenes de mi amigo Enmanuel Camejo y en El Sonido del Amor con el pana Wilfredo Guanipa; incluso en uno de sus cumpleaños, Catalina Croizat me pidió que lo contara y yo, asomando mi cara entre las hojas de una mata de palma que había en su sala, pregunté a los presentes: ¿y ustedes saben por qué el Chuchube canta tan bonito?, pues, la mayoría no lo sabía, así que como siempre, cité al autor y les narré la hermosa historia.

Un día, Dora Lugo, entonces Directora del Museo de Arte Coro invitó a los Cuentacuentos de la Casa a un Taller de Narración Oral con Antonio Orlando Rodríguez, un Cuentacuentos de Caracas. El segundo día del taller, ya de noche, durante un receso escuché a un hombre cerca de la biblioteca contando el cuento del Chuchube a Rodríguez, alguien me llamó, fui y cuando volví ya el hombre no estaba. Le comenté al Facilitador del taller que yo contaba ese cuento del Chuchube y quería saber quién se lo estaba contando, me dijo que era el propio autor. Corrí hasta la puerta del Museo pero, literalmente, no había un alma afuera.

Un día, Gerardo López,  nos invitó a contar cuentos a un evento en honor a su padre Ibrahím López García en el Auditorio de Los Perozos (Escuela de Ingeniería Civil y Educación de la UNEFM), supimos que estaría  allí también el poeta Olimpio y quisimos agradarle contando uno de sus escritos, así que hicimos un montaje de tres voces (éramos tres narradores) y uno de nosotros se sentó a posta cerca del poeta Olimpio. Cuando nos anunciaron, quien estaba más cerca del poeta, se levantó diciendo:

«Desde antes», y los otros dos, uno después del otro dijimos: «desde ahora» y «desde siempre», respectivamente.

Acto seguido, continuamos repartiéndonos las líneas:  «la hora de la vida y la muerte». Las repetimos tres veces y al final, al unisono, dijimos: «tiene nombre de mujer». Terminamos de contarlo y miramos el rostro inmutable del poeta, los tres pensamos que no le gustó lo que hicimos, por lo que no nos atrevimos a acercarnos. Luego dijimos: «Bueno, no tenía por qué gustarle».

Unas tres décadas después de ese homenaje, contacté virtualmente al poeta Olimpio y hemos estado compartiendo nuestro arte. Un día, él me recordó aquel momento: dijo que cuando nos presentamos con su poema, le pareció familiar, pero no recordaba que era uno de sus escritos del libro Inmisericordias, que no sólo es uno de sus recuerdos más frescos, sino que se quedó callado pensando que no lo conocíamos ni sabíamos que estaba allí y que reaccionó días después, los que, al menos para mí, resultaron ser treinta años, pero es bueno saberlo! Jajajaja

De cualquier manera, para mí siempre será un honor compartir sus escritos y contarle a la gente que hay un escritor, artista plástico, ingeniero civil y cuentacuentos falconiano que sabe y le dice al mundo por qué el Chuchube canta tan bonito! 

Julyrma Jiménez 🦋

SI EL POETA ERES TÚ. Alfredo Sadel (de Pablo Milanés)