DOMINGO. Por Julyrma Jimenez
DOMINGO
Domingo se acercaba a los cuatro años de edad y yo contaba con unos veintitrés cuando nos hicimos compañeros de juego.
Yo iba a casa de su bisabuela en Coro a estudiar con su prima Iris (ambas cursábamos estudios en la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda UNEFM en Coro, estado Falcón), pero la emoción y las palabras de Domingo cuando me veía eran tan maravillosas que yo me daba el gusto de jugar con él por un rato:
_ Julyrma, vamos a jugar!_ me decía, mientras un palo de escoba de barrer se convertía en indómito caballo en el que Domingo me daba un paseo, pero que a mitad del camino el caballo me tumbaba y cuando Domingo lo advertía, se devolvía con caballo y todo a rescatarme del piso y me preguntaba si me había lastimado. Mi compañero de juego me daba la mano a la par que me recomendaba:
_ ¡Súbete de nuevo, Julyrma, pero agárrate duro para que no te caigas!_ por supuesto, que lo decía en su vocablo de niño de casi cuatro años.
Recuerdo que yo le preguntaba:
_ ¿Y para dónde vamos, Domingo?.
El respondía muy naturalmente:
_ Para Cóporo, Julyrma. _ Soltaba la rienda y decía con una dulzura infinita al oído del equino:
_ ¡Arre, caballito!.
Al hablar de Cóporo, Domingo se refería a Tocópero, una población del estado Falcón, ubicada a 51 km al este de Coro, donde él vivía con sus padres.
Jugamos en unas cuatro oportunidades interpretando e imaginando diferentes personajes improvisados por Domingo.
Conocedor de mi oficio de Cuentacuentos, un día, Domingo se aprendió un cuento de un pajarito al que se le quebró la patita para contármelo, me dijo con tristeza por todo lo que pasó el pajarito debido al importunio, hasta que el pajarito llegó donde Dios:
_ ¡Y Dios se la «componió»!_ , expresó Domingo con sus ojos inundados de luz, ojos que me impidieron decirle en el momento que no se dice «componió», sino compuso. Lo cual, le expliqué más tarde.
Iris y yo tomamos carreras diferentes y el tiempo y la vida nos fueron distanciando. Pasó algún tiempo de esto y no volví por la casa de mis encuentros lúdicos con Domingo.
Un día supe que el abuelo de Iris, bisabuelo de Domingo, había cambiado de paisaje, fui a buscarla para presentarle mis condolencias… Lo primero que recordé fue a Domingo jugando conmigo en aquel patio y le pregunté a Iris si ya Domingo lo sabía, ella me contó que mientras los adultos conversaban y lloraban por el «viaje del abuelo», Domingo pedía que le explicaran lo que había sucedido con su abuelito…
Alguien explicó a Domingo que su abuelo se había ido al cielo y como el cielo estaba tan alto, ya no podrían verlo más y que a eso le llamaban «estar muerto».
Domingo se quedó pensando por un momento y luego preguntó:
_ ¿Y Julyrma, también se murió?.
Mis ojos y mi corazón llovieron de amor ese día…
Julyrma Jiménez
2 Comentarios
Luis E. Homes
Bella inocencia!
Julyrma
Linda inocencia! Realmente, colega de letras! Espero por sus creaciones!