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MEMORIA ONÍRICA DE LOS CUENTOS DEL FUEGO Y LA SOMBRA. Por JULYRMA JIMÉNEZ

¡Hoy doy gracias a esa sombra que en ese momento fue luz!.

MEMORIA ONÍRICA DE LOS CUENTOS DEL FUEGO Y LA SOMBRA

La luna parecía abrirse paso en un cielo de historias, pasiones y sueños compartidos…

Los Cuentacuentos de la Casa entregaban el alma en cada relato y el público parecía sumergirse en un mar de palabras movido por un marullo de emociones, personajes y vivencias.

Cada Presentación Artística o Contada de los Narradores Orales llevaba un nombre, esa noche fue: Los Cuentos del Fuego, estos se pasearon desde la mitopóyesis del origen del fuego, la historia apasionada de dos amantes, la del pájaro de fuego, la del ave fénix resurgida de sus propias cenizas, la del canto del fuego a la luna, hasta la prosa poética de Lisandro: el hombre que tenía la candela regada en la sangre, de Hugo Fernández Oviol.

Porque los Cuentacuentos, podemos contar casi cualquier cosa: un cuento, una canción, una anécdota, un poema, hechos reales o fantásticos o la conjunción de todos ellos y más… El casi es porque no todo puede o debe ser contado, incluso una vez «tamizado» por el narrador.

Quisieron Kauil, Hefesto, Vulcano, Huehuetéotl, Xiuhtecuhtli, Belenus, Svarog, Pele, Zhu Rong, Jowangsin, Eate, Oggun y hasta el mismo Prometeo u otras deidades, que esa noche dos jóvenes tragafuegos cambiaran su acostumbrada ruta y se adentraran en aquel paseo de los cuentos, cerrando nuestro espectáculo haciendo ejercicio del arte circense de escupir fuego.

Había cuatro faroles luminosos, equidistantes unos de otros que parecían demarcar aquel escenario de calle. Una sombra menuda observaba todo recostada de uno de esos faroles, fumaba un largo cigarrillo y en cada bocanada parecía dibujar el personaje de algún cuento. Al final de la Contada, la silueta se deslizó entre la gente y se acercó a una de las narradoras, quien solo vio una sonrisa y la mano oscura que le entregó una hoja blanca de rayas con un escrito en letra cursiva, diciéndole:»Toma, eres la persona que debe contar este poema.»

Así llegó a esta Cuentacuentos un poema poco conocido para ese entonces, difícil de encontrar en cualquier parte y lleno de la sabiduría y la hermosura de la cosmovisión de las lenguas indígenas; el poema que le valió el honroso título otorgado por algunos de la Cuentacuentos de los Salvajes: Sobre Salvajes, de Gustavo Pereira.

¡Hoy doy gracias a esa sombra que en ese momento fue luz!.

JULYRMA JIMÉNEZ

SOBRE SALVAJES de Gustavo Pereira, cuenta Julyrma Jiménez

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