El Mar
Anoche volví a encontrarme con el mar (pero esta vez fue mientras dormía). En una especie de arrobamiento, de vientos y frío, observé al imponente azul venir hacia mí con ímpetu de tempestades, reclamando no se cual promesa de adolescente, invocando primitivos espíritus, pronunciando olvidados conjuros.
Anoche, una turba de sensaciones desordenadas, gritó mi nombre con desespero, desordenó las ideas, manchó con noche mis cuadernos.
Parecía una típica noche de lunes: el carro en el garaje a las cinco y media, la cena a las siete, la infaltable busqueda de radioemisoras (en inextricables bandas), la oración implorando gracia y perdón al Altísimo. Todo parecía tan cotidiano, incluso el sobrevenido sueño, con el mismo sigilo y humildad de cada noche, sin mas pretensión que relajar al músculo y poner orden a la mente. Sin embargo, en no se qué compartimento arcano, se reservaba una sorpresa para mi.
Al principio fue el desasosiego, después el sudor agobiante, el balbuceo incoherente, la frase inarticulable, el miedo interdimensional, para dar paso luego al mar, a ese imponente e inesperado mar, que lo ocupó todo.
E.C.