EL CARRO ‘E DRÁCULA. Por Osiris R. Betancourt Bruges
Venezuela tiene un personaje icónico que se filtra en la confección moderna de la personalidad de sus jóvenes : el malandro caraqueño. Entiéndase por malandro a aquel adolescente, casi adulto, de clase baja, de familia humilde y correcta que habita en las zonas marginales de Caracas y sus alrededores.
Describir a este personaje es difícil, porque sus características se ubican en los límites; no es un delincuente de oficio, pero a veces delinque por necesidad u oportunidad; es bondadoso, solidario y amigo fiel, pero igual participa y fomenta peleas por venganza. Tiene amistades y enemigos por igual. Cuando trabaja lo hace con ahínco y sin descanso ni queja. Se siente el escudo protector de sus allegados, de su mamá, sus hermanos, sus tías.
El malandro caraqueño no le teme a nada ni a nadie; se siente capaz de lo posible y lo imposible, hasta que la realidad lo enfrenta. Cuando ocurre este enfrentamiento se estrella contra su verdad, y en ese momento o en esa situación se dibuja su arquetipo, al exponer su característica principal : su alta y frágil autoestima.
La autoestima de este personaje es un caso digno de estudio para los especialistas. Él se enfrenta a todo con la certeza que será algo fácil de controlar, que sabrá dominar lo que le toque hacer y además va confiado que lo hará bien. Cualquier tema de conversación lo considera parte de sus conocimientos y por tanto siempre tiene una opinión; pero si no sabe de algo inventa sus argumentos.
Su lenguaje corporal es toda una escena llena de mensajes subliminales y adornos; porque haciendo poses (ofensivas y defensivas ) complementa su intención de verse elegante al moverse y además le agrega un vaivén que lo hace parecer más grande o más pequeño, gracias a las gesticulaciones de sus brazos, manos, piernas y caderas. El malandro habla casi bailando y «camina como malandro «, considerando esta redundancia.
En décadas anteriores era normal que el malandro estudiara los primeros años del bachillerato y eso le permitía enriquecer su léxico y expresarse con frases rebuscadas. A veces eran frases metafóricas, o alegóricas y otras indirectas. El oyente tenía que interpretar permanente lo que decía el malandro, a menos que tuviese la misma habilidad para expresarse.
Preguntas como: «¿Qué horas marcan las manecillas de tu reloj?», para pedir la hora, lo hacían sentirse elegante, retórico y diferente. Es válido señalar que pronunciaba correctamente y con buena dicción.
Esta habilidad se le fue deteriorando junto con los cambios sociales que ocurrían en el país, al dejar de estudiar prematuramente y disminuir su cultura general. El malandro empezó a expresarse erróneamente pero sin perder los aires retóricos y la elegancia locuaz de su gesticulación, con la que se adornaba al hablar.
El malandro caraqueño no pudo tomar un avión para huir de la crisis venezolana, por eso no lo vemos en el norte de América ni en Europa ( o en otro lugar exótico ). Bajó a pie del cerro y a pie ha llegado a los confines de sur América.
Donde hay presencia de un malandro caraqueño, el medio ambiente social se enriquece, con su hablar particular e interminable, con su habilidad para ser el centro de atención y su virtud de saber valorar al otro y darle importancia. El malandro es indiferentemente amigo del delincuente y del policia.
A pesar de si mismo, de sus defectos y virtudes, el malandro es un pedazo del corazón de Venezuela que se está extinguiendo – o está evolucionando – para convertirse en algo peor o mejor. Cuando esto ocurra, recordaremos al malandro con la misma sensación que tenemos al oír la música cañonera y las canciones de La Billo’s, o cuando vemos a alguien vestido con liqui liqui , alpargatas y el mandador en la mano, o al ver un sombrero «pelo’e guama» o unas maracas que adornan con nostalgia alguna pared de la casa de los abuelos.
El comediante Emilio Lovera cuenta una parodia de este personaje, conocida como «El carro’e Drácul
Osiris Betancourt Bruges
2 Comentarios
Mónica L Márquez C
Es casi la descripción de el personaje de «Por estas calles » la telenovela cuya máxima filosófica era
» como va viniendo, vamos viendo»
Interpretado por Franklin Virguez, el eterno representante ochentero de ese ícono ( por cierto, tiene un personaje parecido en la Película Venezolana
» Domingo de Resurrección » )
Es «El Tipo»
El convive
El resuelve
El pana que siempre sabe todo…
El Dracula pues!
Lastima que ellos son la base de esta amalgama que es hoy en dia Venezuela!
lino Figuera
Muy bueno. Excelente