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«Por allí está el Licenciado»(Relato de Migrantes en Serie # 1). Por Luis Enrique Homes

Buick Le Sabre

Es un hombre alto y robusto. Siempre viste de traje oscuro: negro, azul marino o un gris muy aplomado, con camisa blanca. Usa sombreros que le combinan con el traje. Cuando camina por el pueblo, lo acompañan dos hombres que no lo desamparan. Uno delante de él y otro detrás de él. No sé porque el que camina delante es muy bajito, chaparrito, casi enano. Y camina muy rápido con sus piernas muy abiertas y brazos moviéndose, como si el licenciado lo fuera a atropellar. El hombre que camina detrás, como cuidándole las espaldas, es mucho más alto que y fornido que él. A mí me da risa verlos a los tres caminando por el pueblo, como si fueran a dar una función de circo.
Bueno yo no puedo decirle a nadie que me da risa ver a esos hombres caminando ni mucho menos que pareciera que fueran a un circo. El licenciado es un hombre muy respetado aca en Rio Claro. Por allí dicen que es abogado y notario y además que es muy amigo del Gobernador. Yo lo he visto varias veces en las camionetas negras de la Gobernación, como que lo llevan y lo traen. Pero allí viaja solo. No va ni con el enano, ni con el grandulón.
El visita la casa de mi abuela con frecuencia, donde ella tenía una pequeña sastrería. Le lleva alguna ropa para arreglar, especialmente los ruedos de pantalones y las mangas de los trajes. Es muy fácil darse cuenta cuando él llega a la casa de mi abuela porque estaciona su gigantesco Buick Le Sabre en el frente, se bajan los tres hombres y solo entra él con el saludo de siempre: “Como anda Doña Petra”?. Como yo y mi mamá vivimos en la casa del lado, pues esa visita nunca pasa inadvertida, por la majestuosidad del carro y las compras abundantes que hace la abuela cuando él le paga. “El mismo día el licenciado retira su ropa, ese mismo día la abuela hace un buen mercado”, decía mi mamá con cierta picardía. La comida era mucha para los pantalones que se arreglaban.
Yo a veces he soñado que estoy montada y paseando en ese carro azul y grandote del licenciado. Lo que no he visto en mis sueños es quien maneja ese carro, ni veo al licenciado ni a sus cuidadores. Solo siento que estoy en ese carro que pasea por toda la avenida principal de Río Claro y yo estoy asomada por la ventanilla como las cosas pasan rapidito y de un momento a otro estoy en sitios diferentes, disfrutando de una suavidad y de un frío sabroso que me lleva a los cielos, hasta que de pronto me despierto con la imagen y realidad de estar montada en la bicicleta roja y vieja de mi hermano Jacinto.

Yo era una persona invisible para el licenciado y sus cuidadores. El grandulón de su guardaespaldas varias veces me tropezó en la calle, como si no me viera y ni disculpas me pidió. En una ocasión el grandulón me atropelló, caí de bruces al frente de la casa de la abuela, me golpe la frente y me salió un chichote. El licenciado me ayudo a levantarme del piso, diciéndome “arriba mocosa”. Fue una expresión que me persiguió toda la vida, hasta el día de hoy.

Luis Enrique Homes

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