Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “X. La Confesión”. Por Luis Enrique Homes
“Te puedes ahorrar de contarme muchas cosas porque ya lo sé todo”, le dijo Nicolasa a Andrea sentada al lado de su cama, mientras ella la escuchaba acostada. “Ya sé que el licenciado se hará cargo de todo, no solo del niño si no de ti y de tu mamá. ¡Pues no saliste tan mal amiguita! Además, ya vi que de un momento a otro están haciendo la casa para ustedes allí en la sastrería. Yo creo que eso va a estar muy pronto y me imagino que ya te vas a mudar a vivir allí. Ya tienes una barriga de seis meses y te falta poco. ¡Así que a prepararse.!”. Le dijo Nicolasa a su amiga mientras la acariciaba la barriga.
Andrea estaba escuchando distraída. Había una parte de la historia que estaba incompleta, incongruente. Sentía el vacío de que, en su propia historia, ella no contaba para nada. Sin embargo, no sabía cómo expresarlo en palabras. Pero ese vacío de la historia le dejaba al mismo tiempo un vacío en su corazón. Sin que tuviera la claridad de sus pensamientos, había momentos en que las preguntas de Andrea la llevaban a reflexionar. Por ejemplo, cuando Nicolasa le preguntó: “¿Y qué te dijo Orlando del embarazo?” “Pues la verdad no me dijo nada. El solo vino a hablar a mi mamá” “Y que te dijo de la casa que están haciendo” “Pues la verdad no me dijo nada. ¿El solo vino a hablar a mi mama” “Y tu sabes si él va a vivir allí contigo? “Pues la verdad no me ha dicho nada. No sé qué le habrá dicho a mi mama” Nicolasa, un poco más madura, no quiso seguir preguntando. Era obvio que ella no contaba. Se tuvo que poner la mano en la boca para no hacerle la última pregunta: “¿Pero te vas a casar?”
Sonó el teléfono último modelo de Andrea y por instinto, respondió la llamada. Al otro lado, una voz adulta le dijo. “Oiga mija como está. ¿Ya vió como la casa de la abuela?. Pues allí vamos a tener una buena pieza y otra para el niño. Yo quiero que cuando el niño nazca, pues ya usted allí. Le voy a comprar todos los muebles, la cocina y todos los corotos en una mueblería de la capital que se llama El Mueble Blanco y ya en menos de un mes me los traen. Así que prepárese para que se mude para allá. Bueno, no es una mudanza, porque usted está al lado y no se tiene que llevar nada. También yo mande a comprar los muebles para la oficina que voy a tener allí. Todo va a quedar muy bonito, óigale. “
Andrea no decía nada. Solo escuchaba. Después de una pausa, la voz con autoridad continuo: “Ahhh y mire, mañana cuando pueda, después de las 11 de la mañana, pase por allí por el negocio de Don Julio para que conversemos. ” La voz del licenciado retumbaba del otro lado del teléfono y aca, desde su cama, Andrea solo alcanzaba a decir “Ajam”, Sí, Bueno” , en monosílabos obedientes sin contenido.
A Andrea le entusiasmó la idea de ir al “negocio de Don Julio” que en realidad era un sitio que el licenciado utilizaba de trabajo. Era un antiguo Restaurante de comida típica pero Don Julio entró en desgracia por la enfermedad de su esposa y se vio en la necesidad de pedir dinero prestado. El licenciado le otorgó un préstamo a interés y como no pudo pagar los altos intereses semanales, pues lo tomo para si, no como restaurante, si no como una agencia de préstamo. Pero todavía quedaba allí todo el mobiliario de un bonito restaurante, con al esperanza de que algún día podría Don Julio recuperarse. A ese acuerdo “de palabra” habían llegado.
Las últimas citas de amor de Andrea y el licenciado se habían desarrollado en el “negocio” de Don Julio. En la parte posterior del Restaurante había un bonito apartamento donde el propietario, reconocido como un ilustre viejo verde y cautivador caballero entrevistaba a sus mesoneras, y otras féminas para distintos negocios. El sitio estaba muy bien equipado con bar, una habitación grande con cama King, equipo de música, bar, televisores pantalla plana. El negocio cuando funcionaba, era bien conocido no solo por la buena comida y el exquisito bar, si no por la bonita presencia femenina, muy abundante para las pocas siete mesas que disponía el local.
“Bueno Andrea, aprovecha para que puedas preguntarle todas las cosas que no sabes, o que se te han olvidado. Es posible que ya te las sepas, pero si a te dio en ese momento el ataque de la estatua, pues ni modo. Me llamas cuando tengas una idea más clara de que es lo que va a pasar contigo y yo vengo para acá”
Nicolasa salió de la habitación con un aire de picardía. Andrea se levantó de la cama y agarro el cuaderno cuadriculado del colegio que tenía en mesa de noche y escribió cuidadosamente la frase en hermosa caligrafía: “…Cuando tengas una idea más clara de que es lo que va a pasar contigo…”
2 Comentarios
Tiburcio José Rivas Ordoñez
Sin lugar a dudas, una historia que me traslada a Dabajuro, el sel último cuarto del Siglo anterior.
Buena relato en serie
Rafael Gutierrez
Felicito al escritor
Es una historia de nuestros pueblos