Los Yanomami
Los yanomamis conforman el pueblo indígena relativamente aislado más numeroso de América del Sur. Viven en las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de Venezuela.
Como la mayoría de los pueblos indígenas del continente, posiblemente emigraron hace unos 15.000 años a través del Estrecho de Bering que une Asia y América, y poco a poco fueron bajando hasta Sudamérica. Hoy en día, su población total está en torno a las 38.000 personas.
El territorio yanomami en Brasil es de unos 9,6 millones de hectáreas, dos veces el tamaño de Suiza. En Venezuela, los yanomamis viven en la Reserva de la Biosfera del Alto Orinoco-Casiquiare, que tiene 8,2 millones de hectáreas. Estas dos áreas juntas conforman el mayor territorio indígena selvático del mundo.
Los yanomamis entraron en un contacto continuado con foráneos en 1940, cuando el Gobierno brasileño mandó trabajadores para delimitar la frontera con Venezuela.Pronto se establecieron allí el Servicio Estatal de Protección de los Indígenas y grupos de misioneros. Este flujo de personas provocó las primeras epidemias de sarampión y de gripe, por las que murieron muchos yanomamis.
Los yanomamis continúan sufriendo los impactos devastadores y duraderos de la carretera que introdujo colonos, enfermedades y alcohol. Actualmente, los terratenientes y los colonos la utilizan como punto de acceso para invadir y deforestar el área de los yanomamis.
Durante los años 80, los yanomamis sufrieron enormemente cuando cerca de 40.000 buscadores de oro brasileños invadieron su tierra. Estos buscadores les dispararon, destruyeron muchas comunidades y les expusieron a enfermedades contra las que no tenían inmunidad. El 20% de los yanomamis murió en sólo siete años.
Después de una larga campaña internacional liderada por Davi Kopenawa Yanomami, Survival y la Comisión Pro Yanomami (CCPY), la tierra yanomami de Brasil fue demarcada finalmente como “Parque Yanomami” en 1992 y los buscadores de oro fueron sacados de allí.
A pesar de ello, tras la demarcación, los buscadores de oro volvieron a la zona, generando tensiones. En 1993, un grupo de mineros entró en la comunidad de Haximú y asesinó a 16 yanomamis, entre ellos a un bebé.
Tras una protesta nacional e internacional, un tribunal brasileño declaró a cinco de ellos culpables de genocidio. Dos están cumpliendo condena en la cárcel, mientras que los demás lograron escapar.
Este es uno de los pocos casos en todo el mundo en el que un tribunal ha declarado a personas como culpables de genocidio.
La invasión de la minería de oro en la tierra de los yanomamis continúa. La situación en Venezuela es muy grave, y algunos yanomamis han sido envenenados y han estado expuestos a violentos ataques durante años. Las autoridades apenas han actuado para resolver estos problemas.
Los indígenas brasileños aún no tienen derechos territoriales adecuados sobre su tierra. El Gobierno rechaza reconocer el derecho territorial de los indígenas, a pesar de haber ratificado el derecho internacional (Convenio 169 de la OIT) que lo garantiza. Además, a muchas personalidades de la clase dirigente brasileña les gustaría que se redujese el tamaño del área yanomami y que se permitiese en ella la minería, la ganadería y la colonización.
Para complicar aún más las cosas, el ejército brasileño ha establecido cuarteles en el corazón de la tierra de los yanomamis, lo que ha aumentado las tensiones. Los soldados han prostituido a mujeres yanomamis, y algunas de ellas se han infectado de enfermedades de transmisión sexual.
Los yanomamis viven en grandes casas comunales de forma circular llamadas yanos o shabonos. Algunas pueden alojar hasta a 400 personas. La zona central se usa para actividades como rituales, fiestas y juegos.
Cada familia tiene una hoguera propia donde prepara y cocina la comida durante el día. Por la noche cuelgan las hamacas cerca del fuego, que mantienen encendido hasta la mañana para estar calientes.
Los yanomamis creen firmemente en la igualdad entre las personas. Cada comunidad es independiente de las otras y no reconocen a ninguno como “jefe”. Las decisiones las toman por consenso, normalmente después de largos debates en los que todos pueden opinar.
Como la mayoría de los pueblos indígenas amazónicos, las tareas se dividen según el sexo.
Los hombres cazan pecaríes, tapires, monos y un tipo de cérvidos, y a menudo usan curare (un extracto de plantas) para envenenar a sus presas.
A pesar de que la caza sólo produce el 10% de la comida de los yanomamis, entre los hombres es considerada una habilidad de gran prestigio, y todos valoran mucho la carne.
Ningún cazador come nunca la carne que ha cazado. Por el contrario, la reparte entre sus amigos y familiares. A cambio recibirá carne de otro cazador.
Las mujeres cuidan de los huertos, en los que cultivan cerca de 60 tipos de grano de los que obtienen casi el 80% de su comida. También recolectan frutos secos, moluscos y larvas de insectos. La miel silvestre es muy apreciada y los yanomamis cosechan 15 variedades.
Tanto los hombres como las mujeres pescan, y utilizan el timbó o veneno para los peces en los viajes de pesca comunales. Grupos de hombres, mujeres y niños machacan haces de vid que dejan flotar en el agua. El líquido atonta a los peces, y salen a la superficie donde los recogen en cestas. Utilizan nueve especies de vid sólo para el veneno de los peces.
Los yanomamis poseen un vasto conocimiento botánico y utilizan cerca de 500 plantas para comer, elaborar medicinas, construir casas y otros artefactos. Su sustento se basa en la caza, la recolección y la pesca, pero también tienen grandes huertos que obtienen de talar partes de selva. El suelo amazónico no es muy fértil, lo que les obliga a despejar trozos de selva cada dos o tres años.
El mundo espiritual es una parte fundamental de la vida de los yanomamis. Cada criatura, piedra, árbol y montaña tiene un espíritu. A veces estos son malignos, y atacan a los yanomamis y se cree que les provocan enfermedades.
Los chamanes controlan a estos espíritus inhalando un polvo alucinógeno llamado yakoana. A través de su trance visionario, se encuentran con los espíritus o xapiripë. El chamán Davi Kopenawa explica:
“Sólo aquellos que conocen a los xapiripë los pueden ver, porque los xapiripë son muy pequeños y brillan como la luz. Hay muchos, muchos xapiripë, miles de xapiripë como estrellas. Son preciosos, y están decorados con plumas de loros y pintados con urucum (annatto), y otros tienen oraikok, otros llevan pendientes y utilizan tinte negro y bailan de una forma preciosa y cantan de una forma diferente”.
Como es característico de los cazadores-recolectores y de los agricultores nómadas, los yanomamis trabajan menos de cuatro horas al día de media para satisfacer todas sus necesidades materiales. Les queda mucho tiempo libre para el ocio y las actividades sociales.
Son frecuentes las visitas entre comunidades. Se organizan ceremonias para celebrar acontecimientos como la recolección de los pejiballes (especie de melocotón de la fruta de la palma) y el reahu (fiesta funeraria), que conmemora la muerte de un individuo.
(Fuente: Survivel.es)
La Leyenda del Dios Omami
Los Yanomami no quieren saber nada del hombre blanco, esta raza es veneno para todo ser que quiere vivir.
La leyenda del Dios Omami rezaba, que si un día llegaran otros hombres de otras razas, a profanar las riquezas del suelo Yanomami en el territorio amazónico, un vaho mortífero saldría del suelo y mataría lentamente a esos agresores y sus generaciones futuras. Esa leyenda también cuenta que, cuando muera el último Yanomami, el cielo y las estrellas se precipitarán sobre la tierra y todo quedará oscuro para siempre.
(Fuente: Pablo Villarubia, en el Podcast «La Rosa de los vientos»)
Un comentario
Maria
Es triste ver, como a nuestros antepasados los ignoramos, olvidando que una parte de nuestra mezcla de razas es gracias a ellos, así como el reconocer que donde habitan es de ellos.