Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XVIII. EL DINERO”. Por Luis Enrique Homes
XVIII. El Dinero
La alarma de un mensaje de texto despertó a Andrea muy temprano.
_ “Oiga Andrea necesito que comience a trabajar y que me ayude con algunas cosas de la oficina”
Era un mensaje de texto del licenciado.
_ “Pero dé los buenos días. Son las 6 y media de la mañana”, respondió ella.
“Bueno, buenos días pues. A qué hora puede bajar a la oficina. Para decirle a Antonio que le lleve lo que tiene que hacer”
“Yo bajo despues que le de mamar al niño, como a las 9 bajo”
«Okey mire que le voy a enviar un dinero para que me lo cuente y me lo organice. Encierrese en la oficina suya y que nadie lo moleste”
Cuando Andrea bajó a la oficina, Antonio el grandulón estaba esperándola. Entraron a la oficina y el sin preámbulos colocó dos bolsas pesadas sobre el escritorio de Andrea y le dijo:
_ Dice mi patrón que le organice esto en pacas y le ponga ligas a cada paca. Usted organiza las pacas de billetes por su valor y le pone las ligas hasta que resistan, pero tampoco tan apretadas que se vayan a reventar. Y si tiene alguna duda me llama o me escribe por whatsapp. Pero no vaya a dejar que nadie entre a la oficina mientras usted está en esto.” Y sin más, dio la vuelta, cerró la puerta y se fue.
Andrea abrió la bolsa y era un amasijo de billetes de dólares americanos, de todas las denominaciones. Algunos se veían nuevos, otros se veían muy deteriorados, la mayoría sucios y se notaba que habían pasado por muchas personas. Metió las dos manos en la primera bolsa y como pudo, sacó el primer lote de billetes y comenzó a organizarlo por denominaciones de 100, de 50, 20, 10, 5 y 1. Las horas iban pasando y los billetes se iban acumulando en el escritorio grande de Andrea. Ya no había espacio para acumular más. Los billetes de baja denominación, de 20 y 1 eran los que más abundaban.
Hubo un impacto profundo en Andrea. Nunca había visto tanto dinero en su vida. Acostumbrada a hacer compras con su abuela y su mamá, pues el dinero era escaso en las carteras de la familia y siempre se contaba con lo básico del mercado. A veces, hasta se tenía que devolver frutas o verduras en la fila de la tienda porque el dinero sencillamente no alcanzaba. Varias veces las mujeres de la familia intentaron el ejercicio del cochinito, llenando poco a poco la alcancia plástica para alguna ocasión especial, pero nunca llegaron a acumular ahorros por más de tres meses y no más de 70 dólares. Y ahora esto acá ante sus ojos. Dinero verde como arroz blanco en medio de sus ojos. “Dios mio de donde saldrá todo esto” ? se repetía varias veces. “Y por que esto no está en el banco?” “Y como se hace para contar esto”? Las preguntas se las hacía Andrea en silencio y cuando intentaba darse una respuesta, se agitaba.
Se escuchó un ruido en la puerta y Andrea se asustó. Recordó la advertencia de Antonio no abrir la puerta a nadie “ Andrea ábreme que soy yo” dijo el licenciado y ella abrió.
¿Como le va con esto?
Pues aquí asustada, muerta de nervios”
¿Pero por qué?
Pues es que nunca había visto dinero en mi vida.
Se quedó muda por un buen rato mientras el licenciado observaba los paquetes de dinero cuidadosamente ordenados.
Ella se atrevió a preguntar con voz entrecortada:
¿Y esto es robado?
Como se le ocurre desgraciada? le dijo el licenciado con voz firme y amenazante mientras le agarraba del brazo con fuerza.
Pues nada, disculpe, yo es que no había visto nada así antes. Solo en las películas
Mire mocosa, esto es producto de mi trabajo. usted sabe que yo trabajo mucho. Y pues, mucha gente paga en efectivo porque no tiene cuentas o no tiene chequeras o no tiene tarjetas. Usted más bien tiene que estar agradecida de que tiene un hombre que le puede ofrecer todo eso que está acá y por mi trabajo honesto. Yo no sé cuanto dinero hay aquí porque tiene que contármelo. Pero mire, usted puede agarrar cualquier cosa de lo que está acá. Agarre mocosa, agarre sin miedo.
Andrea pasaba una mirada sobre los billetes acumulados en el escritorio, no deseándoles, si no teniéndolos, como si fueran alacranes que mordieran.
Pues mire agarre esto para que lo tenga y compre lo que necesite.
El licenciado agarró un paquete de billetes de 100 dólares y lo puso en las manos de Andrea y ella los soltó inmediatamente como si hubiese tocado algo que tuviera electricidad. Los billetes cayeron regados al piso.
No, no, no se preocupe. Yo agarro de este montoncito de billeticos de uno que está, solo 30 o 40 dólares para comprar unas cosas que necesito compartir con mi mama
¡Ahhhh mocosa tan pendeja! dijo el licenciado soltando una sonora carcajada
Abrió la puerta y se fue.
Una mezcla de vacío, impotencia, inundó el corazón de Andrea. Una sensación de presión en el pecho la invadió completamente, hasta que explotó en llanto. Era su primer día de trabajo junto al licenciado.
Alguien tocó la puerta nuevamente. Esta vez era Antonio, el grandulón. Se presentó con dos contadores de billetes y le explicó a Andrea cómo funcionaba. Cada uno usó un contador de billetes por separado y a la final, conciliaron la cuentas. Había un total de 52,353 dólares en efectivo.
Ahora mire, vamos a colocarlos acá. Le dijo Antonio a Andrea.
El se dirigió a una puerta que parecía de acceso a un baño, la abrió y en el fondo estaba una bóveda de acero. Le explico a Andrea como abrirla, le pido que colocara cuatro números a su elección en un tablero digital y la puerta se abrió inmediatamente. Los dos colocaron el dinero organizado y salieron.
Lo que usted vea en el trabajo no se lo cuente a nadie niña Andrea. No se vaya a meter en problemas, ni con el Patrón.
Y salieron los dos dejando la oficina completamente limpia.
Andrea subió a su casa entre asombrada y perturbada por su primer día de trabajo. Ya los senos, estaban levantándose de leche. Tomó al niño en sus brazos y este le comenzó a jurungarle los senos. Agarró uno de ellos con sus dos manos desesperado y lo mordió con todas sus fuerzas. Andrea pego un grito:
Ayyyyy me duele, respete mis tetas chico.
Y sonriendo, se entregó a la digna tarea de alimentar al niño, se relajó y se quedó dormida.
Luis Enrique Homes
7 Comentarios
Luis Enrique Homes
Bueno mis queridos lectores, no los he abandonado ni los abandonare ! La verdad esta historia lleva publilcada 17 pequenos capitulos y solo por un error de entrega de mi parte, no los habia enviado, a pesar que estaban listos desde ahce semanas. Pero no se preocupen que ya les he enviado hasta la entrega 30 y estimo que falten al menos 15 mas… Que bueno que les haya gustado y que el suspenso crezca porque ahora es que empieza la parte buena y cada vez habra mas sorpresas. De alli es importante que mantengamos el hilo, ustedes como lectores y yo como escritor. Gracias nuevamente por su fidelidad y entusiasmo.
Yo soy hijo de Pablo Homes Garcia, el hermano mayor de Fredy, Nain, Jesus, los morochos y Luis Antonio, entre otros. Tambien naci en Dabajuro, pero vivi desde pequeno en Maracaibo. Es posible que los conozca a todos ustedes o a casi todos porque siempre iba a mi tierra natal y mis vacaciones preferidas eran en Miramar. A Papirri si lo conoci, por su puesto ! y mi papa tuvo buena amistad con el.
Les envio un fuerte saludo !
Maria
Continúan las aventuras de Andrea
Rebeca lalsie
Ya lo extrañaba. No nos deje con la intriga
Claudia Lopez
Apareció otra vez el licenciado
María Caridad Magni Molleda
Buenos días usted es de los homes de aquí de dabajuro?
Familia de Fredy o hijo de luis antonio
Buen cuento ese el del licenciado
Usted conoció a papiri?
Pinto Salinas
Papiri era padrino de josé Camejo
jejejeje
Tiburcio José Rivas Ordoñez
¡Ajá!… ¿De donde saca tanto cobres el licenciado?
Homes, no pare la historia. Tenía como dos semanas desaparecido
Saludos