ZULIANOS ILUSTRES: ANA MARÍA CAMPOS. Por Victor R. Salazar
Nuestra 6ta entrega de esta serie biográfica en honor a nuestros Zulianos Ilustres la dedicamos a una de las grandes heroínas de la Guerra de Independencia de Venezuela, guerrera y mártir venezolana Ana María de Campos y Cubillán de Fuentes, conocida como Ana María Campos, nacida en Los Puertos de Altagracia en 1796 y fallecida en Maracaibo, en 1828.
Partidaria de las ideas emancipadoras, contribuyó activamente con los movimientos patriotas y fue además conocida por su constante prédica contra el dominio español.
Su compromiso con las ideas libertarias la llevarían a asumir los postulados de la revolución francesa “Igualdad, Libertad y Fraternidad”, en cuyo nombre su generación resistió el dominio español.
Ana María Campos fue una heroína zuliana. Fue allá en la «tierra del sol amada» donde se desarrolló su vida humilde, silenciosa, callada, como la de todas las mujeres venezolanas a quienes solo les fuera enseñado rezar y obedecer. Y es esto, precisamente, lo sorprendente: ¿Dónde obtuvo esta mujer silenciosa y sometida ese valor para desafiar las iras del tirano que desangraba la tierra venezolana? ¿Cómo fue que se gestó en su tierna, inmaculada imaginación de mujer sometida, esa frase que la inmortaliza: «si no capitula, monda!» dirigiéndose a Morales que estaba ya perdido, porque trataba de ahogar en sangre el anhelo liberador de un pueblo?
Ana María Campos con su frase auguró la destrucción de Morales: la destrucción del odio y la maldad que eran las armas usadas por este cruel tirano; la destrucción de todo cuanto se oponía a los anhelos libertadores de su pueblo. Con ella señaló el fin de su tiranía y el alba de la liberación.
No sería extremado asegurar que en los oídos del tirano resonaron hasta en sus horas de soledad y de silencio. Creyó Morales, como lo creen todos los tiranos, que las ideas se matan con el látigo y con las torturas. Que, quebrantado el cuerpo, las ideas mueren. Y lo que logró fue dar a la patria venezolana una heroína al poner a prueba una voluntad decidida. Hacer brillar con más alteza la causa de la Libertad y de la Justicia.
Este trabajo solo espera ser un pequeño y humilde homenaje a una de las mujeres más valientes, insignes y prominentes nacida en los Puertos de Altagracia, cuya valentía inquebrantable proporcionó el más hermoso símbolo de la lucha femenina por estos mismos ideales, dejando un legado indeleble en la historia de nuestro estado Zulia y de nuestra Venezuela.
Victor R. Salazar, …31 de octubre de 2020.
ANA MARÍA DE CAMPOS Y CUBILLÁN DE FUENTES (ANA MARÍA CAMPOS)
ENTORNO HISTÓRICO DE LA CAPITANÍA GENERAL DE VENEZUELA (1818 – 1821)
En 1818, el General Simón Bolívar y su ejército avanza hacia Caracas en su Campaña del Centro de Venezuela, pero Pablo Morillo (anterior Gobernador y Capitán General de Venezuela y Jefe del Real Ejército español) le detiene al derrotarlo en la batalla de La Puerta el 16 de marzo de 1818. Su dirección desde la primera línea de batalla le vale una herida de lanza en el abdomen y su victoria el título de marqués de La Puerta.
Más tarde Bolívar extiende su ofensiva a Nueva Granada en 1819 y ocupa Santa Fe de Bogotá tras derrotar al coronel José María Barreiro en la batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819).
El 6 de junio de 1820, el Capitán General Pablo Morillo recibe nuevas instrucciones del Gobierno liberal de España de negociar un armisticio con los colombianos, y se entrevista con el General en Jefe Simón Bolívar en Santa Ana de Trujillo el 27 de noviembre de 1820, firmando el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra y dando fin al periodo histórico colombo-venezolano denominado de guerra a muerte.
A finales de 1820, el ejército realista de Pablo Morillo contaba con unos quince mil hombres mientras que el ejército patriota de Simón Bolívar ya disponía de veinticinco mil.
Dicho tratado fue importante en la causa patriota, ya que España, a través de Morillo, si bien no renunciaba a sus derechos sobre las tierras del Virreinato de Nueva Granada, reconocía de alguna manera la existencia del estado independiente recién creado por Bolívar (La Gran Colombia).
Luego de la firma del armisticio Morillo se retiró a España, dejando en su lugar al general Miguel de La Torre y a unas fuerzas realistas desalentadas.
Tras la dimisión del General Pablo Morillo y su posterior partida, Miguel De la Torre es nombrado Gobernador y Capitán General de Venezuela, así como también recibió el mando supremo del ejército español compuesto, además de la oficialidad española, de un gran componente de criollos e indios.
El tratado, que no duró los seis meses estipulados, fue utilizado por Bolívar para rearmarse y consolidar de facto la libertad venezolana con la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821.
REVOLUCIÓN DE 1820 (EUROPA)
Revolución de 1820 o Ciclo revolucionario de 1820 son los nombres con los que la historiografía ha designado al conjunto de procesos revolucionarios que tuvieron lugar en Europa alrededor de 1820. Fue la primera de las llamadas oleadas o ciclos revolucionarios que sacudieron Europa con posterioridad a las guerras napoleónicas.
Las revoluciones de 1820 surgieron como reacción a la Restauración que se produjo como consecuencia de la derrota de la Francia revolucionaria, y que suponía el restablecimiento del Antiguo Régimen y la aplicación de los principios legitimistas del Congreso de Viena de 1815, confiados a la fuerza y determinación intervencionista de la Santa Alianza. Esta alianza de las monarquías absolutas finalmente consiguió evitar la posibilidad de una generalización del contagio revolucionario y sofocó los focos revolucionarios.
España fue el epicentro de la Revolución de 1820. Fernando VII, que había pasado la Guerra de Independencia retenido en Francia, a su vuelta a España rechazó jurar la Constitución de 1812 (la llamada de Cádiz o la Pepa) que los liberales de las Cortes de Cádiz habían promulgado en nombre de la soberanía nacional, aunque previendo el ejercicio del poder por el rey al que consideraban legítimo. Restaurado en el trono, como rey absoluto comenzó una dura represión de los liberales, muy numerosos en el ejército, que intentaron una serie de pronunciamientos militares fracasados entre 1816 y 1820.
El 1 de enero de 1820 se produce la sublevación o pronunciamiento del coronel Rafael del Riego, puesto al frente de las tropas acantonadas en Las Cabezas de San Juan (localidad de la provincia de Sevilla que dio nombre a la revolución) y apoyado por otros oficiales (Antonio Quiroga), proclamó la Constitución y detuvo al general en jefe del cuerpo expedicionario (Conde de la Bisbal) que pretendía embarcarse a América para sofocar los movimientos independentistas. A la espera de recibir apoyos del resto del ejército y de las ciudades más importantes, las tropas de Riego fueron avanzando por Andalucía sin decidirse a emprender una marcha clara en dirección a Madrid, pues encontraron poco apoyo y la intentona parecía que iba a terminar con el mismo fracaso que sus predecesoras.
A comienzos de marzo, mientras se iban dispersando las tropas de Riego, estalló una insurrección liberal en Galicia que se expandió por todo el país en lo que se convirtió en una verdadera revolución. Una muchedumbre rodeó el Palacio Real de Madrid el día 7 de marzo, y Fernando VII, viéndose acorralado, esa misma noche firmó un decreto por el que se sometía a la voluntad general del pueblo, y tres días más tarde juró finalmente la Constitución de Cádiz, incluyendo la famosa frase: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”.
TRIENIO LIBERAL (ESPAÑA 1820 – 1823)
Se conoce como trienio liberal o trienio constitucional al periodo de la historia contemporánea de España que transcurre entre 1820 y 1823 (el 10 de marzo de 1820, en Madrid, Fernando VII es obligado a jurar la Constitución española de 1812 y a suprimir la Inquisición española); que constituye el periodo español de revoluciones de 1820, y que es intermedio de los tres periodos en que se divide el reinado de Fernando VII: posterior al sexenio absolutista (1814-1820) y anterior a la década ominosa (1823 a 1833).
El país se vio envuelto en un largo periodo de inestabilidad política causada por la latente desafección del monarca al régimen constitucional y por los conflictos causados por la rivalidad entre liberales doceañistas o moderados, partidarios del equilibrio de poderes entre Cortes y Rey previsto en la Constitución de 1812; y veintenos, veinteañistas o exaltados, partidarios de redactar una nueva constitución (que sería de 1820) que dejara clara la sumisión del ejecutivo al legislativo, y del rey a la soberanía nacional, además de propugnar una apertura mayor de las libertades y reformas sociales (algunos de ellos, minoritarios, eran declaradamente republicanos).
Los gobiernos iniciales fueron formados por los moderados (Evaristo Pérez de Castro, Eusebio Bardají Azara, el marqués de Santa Cruz y Francisco Martínez de la Rosa). En el gobierno de Eusebio Bardají fue designado Ramón Olaguer Feliú, para ejercer la Secretaría de la Gobernación de la Península constituyéndose en el verdadero hombre fuerte del gabinete liberal, tal fue su influencia que el segundo gobierno constitucional es conocido como el ministerio Bardají-Feliú.
Tras las segundas elecciones, que tuvieron lugar en marzo de 1822, las nuevas Cortes, presididas por Riego, estaban claramente dominadas por los exaltados. En julio de ese mismo año, se produce una maniobra del rey para reconducir la situación política a su favor mediante un golpe de estado, utilizando el descontento de un cuerpo militar afín (sublevación de la Guardia Real), que es neutralizado por la Milicia Nacional en un enfrentamiento en la Plaza Mayor de Madrid (7 de julio de 1822). Se forma entonces un gobierno exaltado encabezado por Evaristo Fernández de San Miguel (6 de agosto).
Los enfrentamientos intestinos también eran atizados por el propio monarca (Fernando VII), que al mismo tiempo negociaba en secreto con la Santa Alianza la invasión de España, y aprovechaba el descontento de algunas unidades militares afines (como la Guardia Real) y la formación en algunas zonas de guerrillas absolutistas (primera forma del carlismo posterior), formadas por campesinos descontentos por la revolución liberal, que más que beneficiarlos los había perjudicado, y veían con añoranza el Antiguo Régimen (la ineficacia y timidez de las pocas reformas que se emprendieron, como el medio diezmo, no compensaban la frustración por la política de reconocimiento de la propiedad de los señoríos). La quiebra de la Hacienda, que negoció además un empréstito ruinoso, imposibilitó más todavía la efectiva realización de una revolución liberal profunda en la sociedad española, que por otro lado nunca hubiera aceptado cambios políticos drásticos debido a sus profundas convicciones religiosas y tradicionalistas.
Si bien el Trienio Liberal fue de corta duración, así también lo fue el gobierno de Fernando VII quien más que ser recordado como un monarca compasivo y paternal—como él mismo se definía—, se convirtió en uno de los últimos monarcas absolutos. Además, el Trienio dio casi por terminada la Aventura Americana de España, solamente conservando las islas de Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y Guam. Los nuevos países se organizarían como repúblicas siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, salvo el paréntesis del Primer Imperio Mexicano proclamado por Agustín de Iturbide que fracasó en 1823 siguiéndole la República Mexicana.
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE LA PROVINCIA DE MARACAIBO (28 DE ENERO DE 1821)
Para enero de 1821, Maracaibo estaba gobernada por Francisco Delgado, como Gobernador Político Intendente y Comandante Provisional, en sustitución de Don Feliciano Montenegro, quien según Juan Besson (historiador zuliano), abandonó su cargo, por haber Morillo reconocido la Constitución de Cádiz.
(La Constitución de Cádiz, aprobada el 19 de marzo de 1812, festividad de San José, conocida por eso como la Pepa, es la primera Constitución propiamente española, ya que el Estatuto de Bayona de 1808 no dejó de ser una “Carta otorgada” marcada por el sello napoleónico. La Constitución se aprobó en el marco de la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), y fue la respuesta del pueblo español a las intenciones invasoras de Napoleón Bonaparte que, aprovechando los problemas dinásticos entre Carlos IV y Fernando VII, aspiraba a constituir en España una monarquía satélite del Imperio, como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia, destronando a los Borbones y coronando a su hermano José Bonaparte).
Francisco Delgado era un zuliano de méritos, que había llegado a altas posiciones en el gobierno realista, a pesar de no ser español de nacimiento. El 26 de enero los patriotas de Maracaibo realizaron una reunión decisiva, donde se planificaron los pasos a dar. El golpe se daría cuando se tuvieran noticias de que las tropas republicanas estaban ya en camino, para darle apoyo a la decisión que tomaría el Cabildo. Urdaneta envió al batallón Tiradores comandado por Heras, quien debían embarcarse en Gibraltar (población ubicada al sur del lago de Maracaibo). Sería el soporte militar del pronunciamiento. Bolívar no podía pronunciarse ni actuar por la vigencia del armisticio. Delgado y González se habían puesto de acuerdo. Sería González desde Gibraltar quien enviaría el pliego revolucionario con una moneda de santo y seña, obedeciendo las instrucciones del General Urdaneta. La noche del 26 de enero, la señora Dolores Moreno, en la Rita, recibió el documento y la moneda. Al único batallón que podía crear problemas, el Balcárcel, se le sacó del juego con una orden falsa de parte de La Torre. Se le movilizó hacia Coro. El Gobernador Delgado el 27 de enero por la noche, envió a Antonio Castro, esposo de Dolores Moreno a buscar noticias a la Rita. Inmediatamente se devolvió con el pliego y la moneda que tenía su esposa. A las 3 am del día 28 se los entregó a Francisco Delgado. La organización acordada se puso entonces en movimiento. El pueblo se fue hacia el Ayuntamiento y éste reunido en Cabildo Abierto en la Sala Consistorial, decidió:
“Declarar como declara al pueblo de Maracaibo, libre e independiente del Gobierno español, cualesquiera que sea su forma desde este momento en adelante; y en virtud de su soberana libertad se constituye en República Democrática y se une con los vínculos del pacto social a todos los pueblos vecinos y continentales, que bajo la denominación de República de Colombia defiendan su libertad e independencia, según las leyes imprescriptibles de la naturaleza”.
Se depositó el poder en Francisco Delgado
“a nombre del gobierno político, militar e intendencia para que sostuviera su libertad e independencia y cuidara de su seguridad y tranquilidad”.
Delgado inmediatamente informó al Libertador de lo acontecido. En los acontecimientos habían actuado las tropas de la guarnición y también el pueblo, en todos los estratos sociales. Delgado anotó, que habían testificado la adhesión a la República incluso españoles y criollos, “que antes fueron prosélitos de la opresión”. Así mismo, se informó al General Rafael Urdaneta. Le agradecieron sus “delicadas atenciones” y le invitaban a hacerse presente en Maracaibo que había conseguido su libertad “bajo la inmediata protección de su benemérito hijo”.
Era evidente que Bolívar y Urdaneta habían fraguado la toma de Maracaibo, retrasada un tanto por la firma del armisticio. El día 30 de enero, ya las tropas de Heras se hicieron presentes conducidas por Tomás Vega y Manuel Castro. Para ese momento, los realistas aun dominaban en Pasto, Cartagena, Santa Marta, Coro y en Caracas, pero habían perdido a la Provincia de Maracaibo.
La primera consecuencia fue su efecto sobre el armisticio (Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra) acordado el 27 de noviembre del año anterior (1820). Bolívar y Urdaneta estaban en una posición delicada. Urdaneta desde Trujillo da una primera explicación a Miguel de La Torre. Le expresa que el pronunciamiento es “obra del pueblo de Maracaibo”. Lamentaba que la decisión del pueblo hubiera sucedido en tiempos de paz, pero que él no podía desatender “las súplicas de los habitantes de Maracaibo”, que solicitaba acogerse a la protección de las armas de la República.
En su fuero interno Bolívar estaba jubiloso, a pesar de que los acontecimientos del 28 de enero pudieran ser motivo para el rompimiento del armisticio. Reconocía que Maracaibo, que una vez más demostraba ser diferente, hubiera logrado sus propósitos sin los “males y sacrificios de la guerra”. Felicitó a Urdaneta por la prudencia con la que había conducido el asunto. Encomendó a Montilla vigilar las tropas realistas que habían salido de Maracaibo hacia Rio Hacha.
Los españoles reaccionaron como era de esperarse. La Torre pretendía que Urdaneta retirara las tropas de Maracaibo. Bolívar también dio explicaciones a De La Torre y “desaprobaba” el avance de Heras a Maracaibo. Argumentaba que el análisis del acta del pronunciamiento eximia al gobierno de toda responsabilidad. Según Bolívar, ningún gobierno podía oponerse a la decisión libertaria de un pueblo, y, además, en el armisticio, ninguna cláusula impedía amparar el derecho de aquellos pueblos que se “acojan al gobierno de Colombia”. La Torre no aceptó ninguno de los argumentos presentados. Pretendía que salieran de Maracaibo las tropas que se habían enviado.
Pero ni Bolívar ni Urdaneta, que habían hecho una jugada maestra, estaban dispuestos a ceder. Para proteger más a Maracaibo, Bolívar ordena a Urdaneta el 3 de marzo de1821 ir a su ciudad natal, como Comandante en jefe de la Guardia, para cuidarla y protegerla. Ningún enemigo debía penetrar la ciudad. Por todo ello, entre marzo y abril de 1821 se reanudaron las hostilidades entre patriotas y realistas y se inicia la Campaña de Carabobo.
Entre tanto, el Congreso Constituyente de Cúcuta en mayo de 1821 crea el Departamento Zulia integrado por las provincias de Coro, Trujillo, Mérida y Maracaibo, cuya capital era Maracaibo.
Ese mismo mes, Bermúdez derrota a los realistas en el Guapo. Urdaneta en occidente vence en Casigua y el 11 de mayo entra a Coro. El 15, las tropas de Bermúdez entran a Caracas y el 25, Cruz Carrillo toma Barquisimeto. Páez sale de Achaguas hacia Guanare.
La Torre se retira hacia el lago de Valencia para defender a Puerto Cabello y detener en la llanura de Carabobo los avances patriotas desde occidente. Pero le fue imposible, pues el 24 de junio las fuerzas de Simón Bolívar, con la participación de Páez, Cedeño, Farriar y Ambrosio Plaza vencen a Miguel de La Torre en la Batalla de Carabobo. Esta batalla, aunque no sellaba definitivamente la independencia de Venezuela, si fue decisiva en ese propósito.
Todo ello fue acelerado, como consecuencia del Pronunciamiento de Maracaibo el 28 de enero de 1821.
GUERRA DE INDEPENDENCIA – CAMPAÑA DE OCCIDENTE (1821 – 1823)
Las primeras operaciones estuvieron a cargo de Miguel de La Torre, centrándose en los intentos de recuperar Coro, abandonada el 11 de mayo de 1821 por su guarnición (240 soldados) y ocupada al día siguiente por el General Rafael Urdaneta.
Los republicanos pusieron 4.000 soldados listos para atacar Puerto Cabello, mientras 1.000 estaban en Cumarebo (actual estado Falcón) y otros 800 eran transportados por la flotilla del Almirante patriota (venezolano-curazoleño) Felipe Luis Brión Detrox. Esto motiva a los realistas a atacarlos rápido y por separado. Una columna de 500 soldados al mando del coronel realista Juan Tello se unieron al coronel amotinado Pedro Luis Inchauspe y sus 1.300 seguidores, siendo vencidos en varias ocasiones, hasta que en el mes de julio consiguen recuperarla.
Mientras estaban ocupados en Coro, los patriotas empezaron a amenazar Puerto Cabello, defendido por el mantuano Manuel de Carrera y de la Colina, quien dirigió la resistencia realista en Coro entre 1821 y 1823.
Tras su derrota en la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821) los realistas quedaron reducidos a sus plazas fuertes de Cumaná y Puerto Cabello, la primera: Cumaná, cayo rápidamente, el 14 de octubre de 1821 después Sitio de Cumaná. El ejército de Miguel de la Torre y Francisco Tomás Morales logró refugiarse en la ciudad de Puerto Cabello con 2,000 sobrevivientes de Carabobo más 1000 hombres de la guarnición local.
A finales de 1821, los realistas de Puerto Cabello tenían 2 corbetas, 4 bergantines y 5 goletas. Llegaron desde Cumaná una flotilla de 3 buques al mando del capitán de fragata Francisco de Paula Topete, pero uno de ellos, la corbeta Bailén, necesitada de importantes reparaciones, quedó varada en Puerto Cabello y fue finalmente desmantelada y sus restos vendidos.
El 12 de diciembre de 1821, Miguel de La Torre embarcó con 1.200 hombres a auxiliar a los veteranos realistas ahí atrincherados. Posteriormente Miguel de La Torre obligó a Juan Gómez a capitular en La Vela de Coro el 9 de enero de 1822 junto a más de mil soldados.
Entre los rendidos en La Vela y los «Corianos fieles» Miguel de La Torre formó una división de 1.500 combatientes al mando del Coronel Juan Tello. El capitán general regresó a Puerto Cabello con algunos corianos ya que durante su ausencia los republicanos abandonaron el asedio, pero dejó en San Miguel del Tocuyo (actual Tocuyo de la Costa, estado Falcón) una columna de los batallones realistas Barinas y Hostalrich para reclutar provincianos y apoyar a las fuerzas corianas.
El asedio patriota a la ciudad de Puerto Cabello fue iniciado por José Antonio Páez el 1ero de marzo de 1822. A pesar de que contaba con unos 3,000 soldados bien apertrechados y abundante material con el cual bloquear Puerto Cabello por tierra, las defensas de la ciudad, la llegada constante de suministros realistas por mar y las enfermedades le impidieron dar un fin rápido al asedio, siendo diezmadas sus tropas por las pestes. Apenas 1,000 sobrevivientes patriotas pudieron retirarse a Valencia.
Este asedio patriota tampoco le impidió a Francisco Tomás Morales realizar una serie de incursiones apoyándose en su escuadra, dejando una pequeña guarnición en Puerto Cabello se preparó para usar al grueso de sus fuerzas en una serie de ofensivas:
El primer intento de Francisco Tomás Morales de tomar Maracaibo fue el 22 de febrero de 1822, (lugarteniente de Morales) navegó hasta el golfo de Altagracia.
“Morales continuaría su marcha y acercándose a las poblaciones del norte de la costa oriental del lago de Maracaibo, asaltaría las villas de Altagracia y de Santa Rita. Los realistas fueron luego sobre las poblaciones de Cabimas y Lagunillas, apoderándose de vituallas y pertrechos, con las que pronto regresaron a los poblados del norte frente a Maracaibo. Morales se estableció en Los Puertos de Altagracia, desde donde ordenó despachar hacia la ciudad de Maracaibo dos columnas de tropas (de 2,000 a 3,000 hombres), comandadas por el Coronel Lorenzo Morillo (Lugarteniente de Morales) y el Capitán Juan Ballesteros, mientras él se hacía fuerte en Altagracia a la espera del resultado de la operación militar sobre la ciudad.”
“El almirante patriota Lino de Clemente, en conocimiento de la llegada de Morales a Los Puertos, desplegaría sus soldados hacia la Cañada del Manglar y cuando se inició el desembarco de Lorenzo Morillo, recibirá la noticia de una invasión semejante por Bellavista. Entonces, le daría órdenes al Coronel José Rafael de las Heras quién ya se había distinguido al servicio de Bolívar, para hacerles frente con el batallón Maracaibo integrado por 1.000 venezolanos y 250 irlandeses de la Legión británica al mando del mayor Tomas Ferrier enviados por el gobernador de Maracaibo, Luis Clementi, mientras se recrudecía el combate en la cañada del Manglar. Los realistas lograrán desembarcar, pero serán vencidos y en desbandada escaparían hacia Perijá.”
“La batalla del Hato Juana de Ávila [actual sector Juana de Ávila (facultad de ingeniería), Maracaibo] comenzó a las tres de la tarde del 24 de abril de 1822 y transcurrida media hora, los frentes no cedían terreno. En una segunda etapa, el coronel José Rafael de las Heras, espada en mano decidirá apartarse y tomar distancia, para lanzarse montado sobre su brioso corcel, señalando a sus tropas hacia donde estaba el comandante realista, pretendiendo concentrar el ataque sobre el punto de mayor poder de fuego, pero su caballo cae en una trinchera y el prócer saldrá proyectado estrellándose contra una gigantesca piedra, inmolando allí mismo su vida.”
“La otra columna española estaba desplegada en tierra por el hato de La Hoyada con el Capitán Juan Ballesteros al frente y buscaría un lugar propicio para plantar combate. En ese empeño estuvo y penetraría monte adentro hasta llegar al hato de Juana de Ávila, ubicando sus tropas en mejores posiciones, parapetados detrás de cercas de curarire a pique, y de enormes piedras de ojo. Los Oficiales que acompañaban a Heras, sucesivamente fueron ocupando la línea de mando mientras otros caían muertos o heridos. Manuel León, fue sustituido por Paredes y éste por Ochoa, de manera que en estas circunstancias los sargentos Carlos, Bruno y Fermín Mas y Rubí, comandando sus compañías, con ejemplar heroísmo cumplirán la última orden de su comandante que acababa de morir delante de ellos y arrasarán con un denodado esfuerzo al resto de las tropas realistas. Los valientes fueron arrollando y envolviendo a sus contrarios, entre quienes se halla el mismo capitán realista Ballesteros, que fue herido de muerte, y mientras sus hombres, unos huyen y otros se rinden ante los patriotas.”
“El General Francisco Tomás Morales al tener conocimiento de la derrota de su ejército en Maracaibo, regresó a Puerto Cabello para darle las malas noticias a La Torre, quien lo esperaba para hacerle entrega del cargo de Capitán General de España en Venezuela, pues según trascendió diría que él no quería ser el sepulturero del Imperio español.”
Aunque consiguió vencer en Dabajuro (actual estado Falcón) el 7 de junio, Francisco Tomás Morales debió volver a Puerto Cabello para asumir el cargo de capitán general de Venezuela el 24 de julio de 1822, lo que fue aprovechado por los republicanos para recuperar Coro un día más tarde.
Quedaban en la provincia solo las guerrillas de Carrera. Las fuerzas realistas estaban muy debilitadas. En una carta al Secretario de Estado y del Despacho Universal de Guerra, Miguel de La Torre afirmaba que aún le quedaban 2,550 hombres, «entre hábiles, inútiles y enfermos», para defender Puerto Cabello.
Primero intento tomar Valencia, pero fue vencido el 11 de agosto de 1822 en Naguanagua (actual capital del municipio Naguanagua, estado Carabobo).
El segundo intento del capitán general Francisco Tomás Morales de tomar Maracaibo ocurrió en agosto de 1822. Tras su derrota de Naguanagua, Morales cambió sus planes y el 24 de agosto de 1822 embarcaba 1.200 combatientes de los batallones veteranos Valencey, Barinas, parte del Burgos y Cazadores de Coro en una flotilla de 14 navíos. Seis días después desembarcaba en el puerto natural de la Teta, en Cojoro (actual municipio Guajira). De inmediato despacha a sus barcos a aparecer frente a Maracaibo, provocando pánico y que el jefe de guarnición, general patriota Lino de Clemente y Palacios (Comandante en Jefe del Departamento del Zulia), refuerce el castillo de San Carlos de la Barra con 100 soldados, 4 buques mayores y 8 menores. Para defender la ciudad estaban los batallones Maracaibo, Occidente y Caracas, pero como estaban muy dispersos concentraban apenas 700 efectivos.
El 1 de septiembre el general Clemente envía al teniente coronel Francisco María Farías con 75 soldados y 30 guajiros a enfrentarlo en Sinamaica (actual municipio Guajira del estado Zulia). Tres días antes Morales había iniciado su avance hacia la ciudad después de reclutar 100 guajiros a su hueste. Una tropa de 500 efectivos es enviada con el teniente coronel Carlos Castelli a establecer una línea defensiva en Paso Guerrero, cerca del río Sucuy, el 3 de septiembre. Dos días después, Castelli quiso atacar a los realistas mientras cruzan el Sucuy, pero al aproximarse se encontró con fuerzas muy superiores y debe retirarse dejando 20 muertos y 13 heridos. En la misma jornada llegaban 120 soldados de la provincia de Coro a reforzar al general Clemente en Maracaibo. Clemente salió hacia Salina Rica (cerca de Maracaibo) con 800 soldados y milicianos para contener el avance monárquico. El día 6 se enfrenta a Morales y es derrotado completamente, en la Batalla de Salina Rica, escapando con 300 sobrevivientes. A la mañana del 7 de septiembre de 1822, los realistas entraban en Maracaibo.
El sargento mayor Natividad Villamil que comandaba la guarnición patriota del Castillo de San Carlos de la Barra se negó a rendirse por lo que la fortaleza fue tomada por asalto por Morales al día siguiente (8 de septiembre)
Al entrar en Maracaibo hizo fusilar a algunos oficiales en abierta violación del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra (ya en Coro se habían ejecutado un par de cientos de patriotas). Una columna republicana fue enviada al mando del coronel José Sardá desde Riohacha por orden del Comandante General del Magdalena, general Montilla, contra el Zulia por decisión del gobierno de Bogotá. Sumaban 1.000 infantes y 300 jinetes, siendo aplastada por Morales con 1.800 infantes y 200 jinetes en la llanura de Garabulla (en las riberas del rio Socuy, al norte de Maracaibo), el 13 de noviembre de 1822, solo 300 moribundos volvieron a Riohacha.
Tras esta exitosa acción, Morales desembarco en Ancón el 26 de noviembre mientras una fuerza salía de Maracaibo dirigida por La Calzada contra Mérida. Como el general Rafael Urdaneta se preocupó de defender Mérida, desguarneció a Coro y un millar de realistas de Morales aprovecharon de ocuparla el 3 de diciembre de 1822, derrotando a sus enemigos alrededor de la ciudad. Morales, tras reclutar 1.000 guerrilleros se preparó para conquistar Trujillo.
El 29 de noviembre de 1822, se concentran en el puerto de Gibraltar, al sur del Lago de Maracaibo, una tropa de 600 infantes del batallón Valencey, 600 del Cazadores, 80 del Burgos, 30 jinetes, una pieza de artillería y diez buques. Un día después Morales entra en Trujillo. Luego divide su fuerza en dos: él marcha sobre Mendoza y el general de brigada Sebastián de La Calzada contra Escuque.
El contraalmirante Lino de Clemente y Palacios tiene apenas 300 hombres, pero en un ataque sorpresa recupera Trujillo el 5 de enero de 1823. Dos días después recibe de 400 a 600 refuerzos enviados por el General Rafael Urdaneta y capitaneados por el coronel Andrés Torrellas y Nebros.
El 21 de enero de 1823, el contraalmirante Lino de Clemente embosca a Francisco Tomás Morales en Bailadores (actual estado Mérida), cerca de Curimanga, derrotándolo y persiguiéndolo sin descanso.
Entre tanto, los coroneles Manuel Manrique y José de la Cruz Paredes aplastan a La Calzada. Los realistas vuelven derrotados a Maracaibo con menos de la mitad de sus hombres. Para ese entonces la armada colombiana bloqueaba las costas de Coro y Maracaibo. En mayo Padilla tenía 5 bergantines, 7 goletas de guerra y numerosas flecheras, bongos, lanchas y botes
BATALLA NAVAL DEL LAGO DE MARACAIBO
El combate naval del lago de Maracaibo fue un enfrentamiento naval ocurrido el 24 de julio de 1823 entre la escuadra de la República de Colombia liderada por el almirante neogranadino José Prudencio Padilla y la escuadra de la Armada del Reino de España dirigida por el capitán de navío Ángel Laborde y Navarro.
Resultó en una victoria decisiva para las fuerzas republicanas, con la captura o destrucción de la casi totalidad de la escuadra española. La derrota de las fuerzas españolas en el Lago fue seguida por la capitulación y entrega de la ciudad de Maracaibo, que había sido ocupada por los realistas en septiembre de 1822 tras la batalla de Salina Rica. Como consecuencia de esta victoria se consolidó definitivamente la independencia de las antiguas colonias españolas de la Nueva Granada y Venezuela, agrupadas bajo la denominación de República de Colombia, quedando como último reducto realista en los territorios independizados la plaza de Puerto Cabello.
Los republicanos no hicieron operaciones navales hasta el 17 de julio, cuando el Capitán Laborde envió un ultimátum al Almirante José Prudencio Padilla que fue rechazado, a partir de entonces empezaron los preparativos para el combate. La flota del capitán Laborde estaba fondeada en la ensenada de Zapara esperando el momento para llegar al lado oeste del Lago y fondear en Maracaibo. La flota patriota estaba en los Puertos de Altagracia reponiéndose de los numerosos combates anteriores.
El 21 de julio, el almirante Padilla ocupa posiciones con viento a favor para impedir que el capitán Laborde llegue a Maracaibo, pero el esperado combate no se produce. El capitán Laborde decidió obedecer las órdenes de su superior y el 22 de julio inició exploraciones, pues desconocía la profundidad y las corrientes marinas del lago. Durante el proceso algunas de esas naves vararon mientras Padilla intentaba atacar el puerto de Maracaibo con sus fuerzas sutiles, pero este estaba defendido por el resto de la escuadra peninsular.
En la tarde del 23 de julio, la escuadra patriota fondea entre Capitán Chico y Bella Vista, al noroeste del lago, en línea de combate. Hubo un intenso cañoneo y el capitán Laborde intentó iniciar el combate dándose cuenta que había altas posibilidades de causar serios daños a la flota republicana, pero esta retrocedió. El enfrentamiento es corto, pero deja muchos muertos y heridos y numerosas naves sufre serios daños en su velamen y arboladura. Los realistas logran llegar en línea de combate a Maracaibo. Los republicanos se reagrupan e intentan atacar en dos ocasiones, pero en ambos casos los vientos cambian repentinamente y deciden retirarse.
Los patriotas permanecieron en vela hasta el anochecer del 23 de julio, donde fueron a atracar en Los Puertos de Altagracia, formando en línea paralela a la costa oriental y enviando fuerzas sutiles (naves menores) hasta Punta de Piedra. En cambio, el capitán Laborde descendió a tierra y se entrevistó con Morales en Atillo. La discusión fue feroz y quedó desechada la idea de un ataque combinado por la escuadra y el ejército. Acordaron verse nuevamente a la mañana siguiente en La Hoyada. Ahí pasaron las primeras horas del 24 de julio.
Al amanecer del 24 de julio, el almirante Padilla se reunía con sus oficiales para determinar el orden de las naves. El Marte a barlovento (dirección desde la cual llega el viento) de la línea y el Independiente a sotavento (dirección contraria desde la cual llega el viento), este último también era el buque insignia.
A las 11:00 horas el viento empezó a soplar desde el nordeste y la marea estaba a su favor.
A las 14:00 Padilla manda a la flota sutil marchar al oeste para atacar el flanco norte del enemigo, 20 minutos después se daba la señal de velar.
A las 14:28 formaban para atacar de frente a la flota realista.
Vista de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo. (Se atribuye al Capitán de Navío Jayme Brun y Castellar – 1823) Litografía.
Entre tanto, el capitán Laborde daba órdenes de rechazar el previsible ataque a cualquier precio, dispuso que la Especuladora fuera su buque insignia y se dirigió al norte, a la punta Capitán Chico, para mandar a su fuerza sutil que impidiera el flanqueo de su contraparte patriota. Ambas son las primeras en entrar en combate, pero Laborde rápidamente comprendió que sus naves eran principalmente de transporte, inútiles ante sus contrapartes.
A las 15:15 Padilla hace izar la señal de abordaje en el palo mayor del barco insignia y dejándola así después que las demás naves contestaran afirmativamente. Ahora el comandante de cada barco quedaba en libertad de acción para tomar las decisiones que considerara oportunas según las circunstancias.
A las 15:17 empezaba el avance de la principal flota republicana
A las 15:45 Laborde inicia el fuego de cañón y poco después el de fusilería. Sabiendo que sus naves eran menos maniobrables dadas las condiciones, el español decidió esperar a Padilla.
Rápidamente el humo de la pólvora fue contra los monárquicos, que quedaron ciegos y empezaron a disparar al azar. Los republicanos se aproximaron para abrir fuego y cuando estaban a distancia de los baupreses (mástil que sale horizontalmente de la proa del barco) iniciaron el abordaje.
Acciones Navales más importantes:
El Independiente (BI) (P) captura al San Marcos (R)
El Confianza (P) a una goleta
El Marte (P) enfrenta a las goletas Mariana (R), María (R) y Rayo (R)
La Emprendedora (P) ataca a la Esperanza (R), cuyo comandante la hace volar en pedazos para evitar la captura.
La Manuela Chitty (P) y la Leona (P) enfrentan a la Habanera (R), la Liberal y la Zulia (R).
Desde la Zulia (R) abordan a la Antonia Manuela (P).
Mientras, la población de Maracaibo observaba la lucha desde las barriadas del Milagro y la Cotorrera. Nota: (P) Embarcación Patriota – (R) Embarcación Realista – (BI) Barco Insignia
Cuando se dio cuenta de la derrota, el capitán Laborde intentó organizar la retirada, pero ya era tarde, casi toda su escuadra fue echada a pique y solo consiguieron la Zulia (muy maltrecha), la Especuladora (BI) y dos flecheras huir del Lago hacia Puerto Cabello.
A las 18:45 los republicanos dejaron de perseguirlos.
Los republicanos volvieron a Los Puertos de Altagracia a reparar sus averías mientras que Laborde llegaría hasta la base realista, desde donde finalmente saldría para Cuba.
Dando todo por perdido, Morales inicio negociaciones que culminaron con su capitulación el 3 de agosto en buenas condiciones:
a. Saldría con sus estandartes en alto
b. Sería escoltado por una flota grancolombiana hasta Cuba
c. Recibiría 5.000 pesos
d. Sus soldados quedaron libres de elegir si seguir a su comandante o quedarse a vivir bajo régimen republicano.
El 5 de agosto de 1823 comienza la evacuación de los monárquicos de Maracaibo. Son enviados a Santiago de Cuba mil de los 3.000 soldados que mandaba Morales, el resto fue desarmado y se estableció en la ciudad o sus alrededores. Les acompañaron en el viaje al destierro unas 600 familias de Maracaibo.
Más de 1.000 civiles buscan acompañarlos para evitar quedar bajo el régimen republicano pero los dos mil embarcados no cabían en los 8 buques destinados a su transporte. Todos rogaban no ser dejados atrás.
Finalmente, como el Almirante Padilla no autorizaba contratar más barcos aptos para navegar en alta mar, se decidió dejar 450 soldados y oficiales que harían el viaje a Cuba cuando llegaran los barcos pedidos en Curazao.
Familias realistas también saldrían de Coro, Cumaná y Caracas en un proceso que venía desde el inicio del conflicto.
INFANCIA Y NIÑEZ
Ana María de Campos y Cubillán de Fuentes, mejor conocida como Ana María Campos, nació en Los Puertos de Altagracia (población ubicada al norte de la costa oriental del lago de Maracaibo), provincia de Maracaibo, Capitanía General de Venezuela el sábado 2 de abril de 1796. Era hija de Domingo José de Campos y Perozo de Cervantes, y María Ana Cubillán de Fuentes y Vera. Era la única hija de un total de 9 hermanos: Juan Evangelista, José Félix María, Josef Francisco Domingo, Fernando Agustín, Benigno Álvaro, Juan Esteban, Luis y León de Campos y Cubillán de Fuentes.
Perteneció a una de las familias más aristocráticas de la región, y recibió la educación limitada que era tradicional para las mujeres en esas familias, que estaba restringida principalmente al estudio del catolicismo. A pesar de esto, ella aprendió en las artes de la sociedad e incluso en el código de caballería, llegando a ser conocida como «una amazona consumada».
Los Puertos de Altagracia; La Villa Procera y levítica del Zulia, como también es conocida, fue fundada el 8 de septiembre de 1529 como Villa de Altagracia por el alemán Ambrosio Alfinger (o Ambrosio de Alfínger o bien en alemán Ambrose von Alfinger, también como Ehinger, Dalfinger o Thalfinger (Thalfingen bei Ulm / Ciudad Imperial Libre de Constanza, nacido en el Sacro Imperio Romano Germánico, antiguo 1er Reich, en 1500 – fallecido en Chitacomar del territorio de los chitareros, actual municipio Chinácota, Colombia, el 31 de mayo de 1533) fue un explorador y conquistador alemán de territorios septentrionales de la Sudamérica española, al servicio del emperador Carlos V, siendo aquellas tierras correspondientes a las actuales Venezuela y Colombia. Fue nombrado segundo gobernador de la provincia de Venezuela desde 1529 hasta 1531 y como tal fundaría la primera Maracaibo con título de villa, el 8 de septiembre del primer año de mandato y que duraría hasta 1535) adelantado de la casa Welser de Augsburgo (actual Alemania)(La familia Ehinger, castellanizada como Alfinger, se había asociado en 1517 con la poderosa familia banquera de los Welser de Augsburgo, cuya cabeza era el príncipe Bartolomé Welser.), según lo declara oficialmente la Academia de la Historia del Estado Zulia. Ubicada en la Costa oriental del Lago y desde su exuberante paisaje y su pedestal de nobleza ha visto transcurrir la vida y sus hechos, a orillas del lago de Maracaibo. En el año 1600 fue elevada a villa, dándose inicio a la formación de calles, iglesias, escuelas, bodegas, oficina telegráfica y cementerio entre otros lugares.
Ana María, sin embargo, era de un firme espíritu revolucionario de los escritos y pensamientos liberales del llamado ‘Siglo de las Luces’, militante de los principios de la igualdad, libertad y fraternidad.
LA MUJER VENEZOLANA EN LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA
Antes de que se produjeran los sucesos de abril de 1810, las mujeres venezolanas venían tomando posiciones destacadas. Lo que sucede es que esa participación no era advertida con facilidad. Hay que indicar que sucedió de esa manera porque se ejercía en la intimidad hogareña, en lejanía de miradas curiosas. Podemos decir que la toma de conciencia femenina a favor de la Independencia hizo suyo un canal que compartían con sus congéneres masculinos: la lectura.
Había lectoras que tenían tránsito con las mismas ideas que defendían sus padres, hermanos, esposos e hijos (o, tal vez, distintas a las que estos profesaban). Vale decir, había mujeres que tenían formada una opinión política.
En realidad, todas tenían formación política, lo que sucede es que, mayoritariamente, eran ideas en consonancia con lo que las autoridades coloniales esperaban de ellas. Es decir, había mujeres dando vivas, aclamando y manifestado júbilo por el monarca depuesto. Queda claro que España permitía a sus súbditas de Indias opinar sobre política, siempre y cuando lo hicieran a favor de la majestad. Venían actuando así desde siempre, y desde siempre las autoridades se ufanaban de la fidelidad manifiesta a favor de la corona.
De manera que las mujeres opinaban, tenían tomada una posición; pero era una opción que no molestaba porque era lo que el orden establecido esperaba de ellas: mentalidad de súbditas. El asunto comienza a complicarse porque había señales de que podían pensar distinto. De manera que, para los ojos del público de entonces, esas lectoras estaban ocultas. Ahora sabemos que andaban en proceso de formación, se preparaban para la nueva etapa política que se anunciaba en la provincia.
Cuando leemos los registros que se tiene de lo acontecido a partir del 19 de abril de 1810, no suele haber testimonio de participación femenina alguna. El asiento escrito de los actos, reuniones y comparecencias públicas por parte de la dirigencia y de los comprometidos en esa dinámica intensa que marcó el referido día, mes y año, hace pensar que todo ocurrió con exclusión de las damas.
Al año siguiente – desde los meses previos al 5 de julio de 1811–, se hizo habitual la presencia de venezolanas tanto en las reuniones de la Sociedad Patriótica como en los actos públicos que marcaron la fecha indicada. La Gaceta de Caracas mencionaba en los actos y jolgorios públicos del 9 de julio, derivados de la declaración de Independencia: “Hombres, mujeres, niños y ancianos todos corrían por las calles exclamando: “Libertad e Independencia”.
De modo tal que, cuando se produjo la reacción en Caracas y Valencia el 11 de julio de ese año, y debido, sobre todo, a las medidas punitivas que aplicó la administración patriota: “dividieron definitivamente a los habitantes de Venezuela en dos partidos: el de los europeos y canarios que se denominó de los Godos, y el de los criollos, en que había muchos españoles, que se llamó de los Patriotas, al que dieron aquéllos varios apodos.” Hombres y mujeres hicieron hábito de nombrar al oponente con adjetivos que consideraban infamantes.
Hay certeza de que las lectoras de libros distintos a misales y novenarios, venían en aumento desde finales del siglo XVIII.
Así mismo, antes de 1810 ellas habían adoptado desempeños visibles. Uno de ellos fue el de anfitrionas, tanto al convertir sus casas de habitación en sede de organismos públicos, como al ser conocidas en funciones de promotoras de tertulias libertarias.
Hay que recordar que no sólo fueron patricias las que reunieron personas en sus habitaciones privadas, para dar aliento a ideas de Independencia. Mujeres de otros sectores hicieron lo propio. Cuando no había lugar para el disimulo ni los ocultamientos, cuando cada bando había consolidado opinión y sumado voluntades, venezolanas que vivían en pobreza material, reunían personas en sus casas y exteriorizaban sus pareceres.
En Maracaibo, la última provincia venezolana que obtuvo la independencia política, tuvieron lugar destacado las tertulias que organizaba la patriota Ana María Campos.
Una vez cumplida la etapa de lectura, de asimilación de ideas y, a la par (o consecuentemente), de consolidación de lugares para la interlocución, se fortaleció la presencia de las activistas. Las que ya no se limitaron a leer y a organizar reuniones, vale decir, a un desempeño en el espacio doméstico, sino que hicieron manifestación pública de sus preferencias políticas. Las que se atrevieron a exteriorizar lo que pensaban en todo tipo de escenarios.
CASTIGOS QUE SUFRÍAN LAS MUJERES DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
Desde los primeros instantes en que se comenzó a tratar la participación femenina durante los años de consolidación de la independencia política, se han destacado las vejaciones sufridas por ellas. A esos castigos se refería en 1824 un autor no identificado en “El Observador Caraqueño” al sostener:
“Por el amor a esta patria ha desplegado el sexo débil y bello el más noble heroísmo, las más generosas virtudes, no tanto para exhortar a los esposos, hijos, hermanos y deudos a que muriesen antes que abandonar a la patria, cuanto para sufrir ellas mismas las más duras prisiones, las afrentas y contumelias más ignominiosas, los destierros más inhumanos, las proscripciones más bárbaras, las penas más crueles, y aun la misma muerte revestida del aparato afrentoso con que la infligen los tiranos (25.XI.1824: 3).”
Eran medidas y formas de ensañamiento aplicadas mayormente en contra de las venezolanas. De modo que ellas sabían lo que se les encimaba si llegaban a ser apresadas.
Exilio
Desde la caída de la Primera República comenzó el deambular de venezolanas por territorios que les garantizaran seguridad. No podían actuar de otra manera pues, de inmediato, se vio que los leales a la corona venían dispuestos a evitar cualquier concesión y a esquivar toda tregua.
Una primera etapa de exilio, la determinada por la caída de la Primera República. En ese tiempo, cuando no se tenía mayor referencia sobre lo que significaba el extrañamiento del territorio nativo, estaba ausente el más mínimo sentido de las proporciones. Toda la familia partía y se llevaba, incluso, a los criados.
Hubo un exilio que no padeció mayormente de privaciones. Sin embargo, fueron la minoría. La mayor parte de las veces, la exiliada tenía que ganarse la vida ya porque sus bienes habían sido embargados en Venezuela; ya porque teniendo caudales de qué disponer no tuvo tiempo para llevar consigo algún patrimonio; ya porque la fortuna en numerario le fuera sustraída (robada); ya porque, sencillamente, había consumido lo que llevaba.
En todo momento se vio el exilio como una posibilidad para salvar la vida.
Emigración
Cuando no se disponía de cupo en una embarcación o cuando (y esta era la situación habitual, desde luego) no se contaba con bienes de fortuna para abandonar el territorio, quedaba otra opción. Esta alternativa, no por local era menos dura. Fue la emigración. Consistía el procedimiento en salir apresuradamente de la casa que se había habitado toda la vida para experimentar toda suerte de penalidades. No quedaba más que hacerlo porque, de lo contrario, la muerte estaba en la primera lanza o machete que se tenía enfrente.
Peregrinaje
Cuando una emigración se imponía, había que enfrentarse a la temida etapa del peregrinar, del recorrido que llevaría de un punto inseguro a uno que garantizaba amparo, cobijo. Ese peregrinar no estaba exento de riesgos y peligros. Uno de los más temidos era el ataque de fieras.
En esa época, cuando la población de felinos no había sido diezmada, sino que, por el contrario, era muy numerosa, abandonar un centro poblado era exponerse al ataque de pumas, jaguares y cunaguaros.
Como habitualmente esos desplazamientos se hacían a pie –no siempre había animales (burros, mulas o caballos) para todas–, muchas perdían el calzado en el camino por lo que se veían impedidas de continuar, pues los pies se les rompían y cubrían de llagas. Quedar abandonada en medio de esos caminos era una condena.
En el tránsito, durante el peregrinar, se daban hechos de variada naturaleza. Podía ocurrir que las familias que iban rezagadas fueran atacadas por guerrillas o por avanzadas del ejército enemigo.
Destierro
Había otra manera de abandonar el terruño por otra vía: cuando lo imponían las fuerzas gobernantes como forma de castigo. Aquí encontramos variantes.
Un primer proceder se traducía en el envío de la penalizada a otra provincia, pero dentro del territorio venezolano. La otra fórmula de procedimiento en casos de alejamiento territorial, consistía en el envío fuera de la geografía venezolana.
Mujeres de todas las condiciones sociales sufrieron la pena de verse alejadas de los suyos.
Al llegar al nuevo destino, estaban marcadas. Muchas veces se las desterraba en compañía de los hijos. Y, muchas veces también, se las obligaba a mantenerse dentro de las paredes del nuevo hogar. Es de imaginar que los vecinos se excusarían de visitarlas para no ser salpicados con la marca que las había estigmatizado.
Prisión
Cuando se trata de abordar el tema referido a las mujeres que eran privadas de libre movilidad, es decir, las prisioneras, hay que comenzar por decir que hubo varias modalidades
Una de esas modalidades tenía expresión en la forma que nosotros estamos acostumbrados a aceptar en el presente: la mujer presa en una institución o edificación destinada exclusivamente a esos fines, vale decir, una cárcel. El problema para las autoridades españolas estuvo en que, como sucedió en tantos aspectos de la conmocionada vida de esos años, no había suficientes construcciones destinadas a esos propósitos.
Por tal razón, era habitual que las llamadas casa de misericordia o casa hospicio u hospicio (a secas) o casas de caridad, cumplieran destinos múltiples: ser prisión, a la vez que manicomio y, en suma, los requerimientos que la sociedad demandaba para contener sujetos femeninos indeseados.
Otra modalidad de presidio, cuando menos en Caracas, se dispuso con la orden de establecer una cárcel, esta vez escrita con todas las letras. El lugar estuvo situado, como correspondía, en la misma zona donde funcionaban las demás instituciones del Estado monárquico, en la parroquia Catedral.
Hubo otro procedimiento de retención, esta vez destinada a mujeres consideradas principales, que consistía en enviarlas a casas particulares. También podían ser enviadas a un convento.
Cuando una mujer de las castas superiores era detenida, podía pasar que se le concediera privilegios. Muchas mujeres de las llamadas de condición eran detenidas en esos lugares más benignos: conventos, escuelas o en casa de una familia a quien se responsabilizaba de la detenida.
Las mujeres de otra condición social recibían tratamiento de poca consideración. Bastaba una sospecha por parte de las autoridades para que, sin pasar por conventos, escuelas o casas de familia las lanzaran en un sucio presidio.
Azotamiento
El recurso del látigo era una práctica de antigua data. Uno de los castigos que prefirió aplicar la dirigencia monárquica para aleccionar a las mujeres sospechosas de fidelidad republicana fue el de la flagelación. Las esclavas y los esclavos recibían como método de ensañamiento azotainas que llevaban a muchos a la muerte.
La pena de azotes a la comunidad de mujeres libres de esclavitud fue común y frecuente. No solo se aplicaba este tipo de correctivo a las llamadas personas de ‘inferior calidad’, también las conocidas como ‘principales’ estaban consideradas como merecedoras de ese tipo de rigor físico.
Según ha quedado registrado en varios de los casos que recupero en este acápite, la penalización aplicada por medio del látigo a las mantuanas llevaba como añadido el paseo en un burro. Era una manera de humillación y, a su vez, de degradación social. Se las castigaba con la misma técnica que los miembros de sus familias, durante cientos de años, habían utilizado para aleccionar a sus siervos y esclavos.
Un testimonio real fue tomado del diario del capitán “Hardy” del navío “Mermaid” de 1816:
“Cumaná, 12 de junio de 1816
He aquí un rasgo de barbarie, del que he sido testigo, y del que fue víctima una dama perteneciente a una de las familias más respetables de Cumaná. Acusada de haber hablado contra el gobierno español y a favor del partido patriota, la pasearon montada sobre un asno por las calles de la ciudad, seguida de una guardia de diez soldados. En la esquina de cada calle y delante de las casas de sus deudos más próximos, le daban un cierto número de azotes sobre la espalda desnuda. La orden contra ella prescribía que le diesen doscientos. La pobre dama, que llevaba los ojos vendados, sufría este trato inhumano con extraordinaria entereza. Sus lamentos eran débiles, pero a pesar del pañuelo con el que se tapaba el rostro, pude ver que corrían en abundancia sus lágrimas.
Personalmente yo vi darle una docena de azotes; pero algunos hombres de mi tripulación, que habían bajado a tierra, vieron cumplir íntegramente la sentencia. Mi sensibilidad estaba demasiado herida para que mi curiosidad pudiese sobreponerse a ella. Dos días después quise enterarme de la suerte de esta desgraciada, y me dijeron que se negaba a tomar toda clase de alimento, así como todo socorro de la medicina; y pocos días después supe que había muerto, que su recato y delicadeza no le dejaron sobrevivir a la humillación y oprobio que le habían infligido (ídem).”
Tortura
Así como ocurría con la población masculina, la femenina fue víctima de los más terribles suplicios en contra del cuerpo. Desde los primeros tiempos de la etapa independentista, se vio cuán dispuestos estaban los fidelistas a impedir todo intento de desacato a la autoridad metropolitana.
Hubo infinidad de torturas y la crueldad que derivaba de ellas dependía, obviamente, de la vesania de quien daba la orden. Sería una lista interminable el recuento de las insanias que sufrieron las mujeres de toda edad y condición.
Cortarles la lengua, desorejarlas, desollarles manos, pies u otra parte del cuerpo, azotarlas, arrastrarlas por el cuello atadas a la cola de un caballo, exponerlas a la mirada pública con el cuello y hombros desnudos e, incluso, pasearlas desnudas a la vista de todos, y una larga lista de etcéteras, fueron sólo algunos de los costos que debieron pagar por la defensa de sus ideas y principios políticos.
Ajusticiamiento
La muerte arrebataba a una mujer patriota con la misma impiedad que se maquinaba para hacer sufrir a un hombre: horca, fusilamiento, desmembramiento, etc. Cuando había bienes de fortuna, venezolanas y venezolanos sufrían una penalidad que se cumplía en dos etapas. Primero, la Junta de Secuestros confiscaba las propiedades “de casi todos los venezolanos”). Después venía el turno de la aplicación de la pena capital.
Los españoles no tenían más consideración por la edad que por el sexo. Se sacrifican las mujeres casadas, las viudas y las jóvenes sin distinción y todo para contentar una venganza brutal y cobarde; y en cuanto a un inglés, si se le pone la mano no habrá de esperar cuartel: se comienza por cortarle desde luego las piernas y los brazos y se acaba por cortarle la cabeza.
La mutilación del cuerpo a machetazos, solía practicarse después de amarrar los pies de la víctima a un grillo u otra superficie que les impidiera mover las extremidades inferiores. Desde luego, el primer miembro en ser cortado de un tajo era uno de los brazos porque la víctima (en natural intento defensivo) buscaba proteger la cara de la afilada violencia. Después se desprendía la parte del cuerpo que prefería el verdugo. Lo último era la cabeza.
La opción preferida en circunstancia de presidio y posterior ejecución era el fusilamiento, por ser la pena más rápida. Pero por lo general ambos ejércitos preferían ahorrar las balas. De modo que el machete era el instrumento natural para deshacerse del sentenciado.
FRANCISCO TOMAS MORALES Y LA TOMA DE MARACAIBO (1822)
El segundo intento del Capitán General Francisco Tomás Morales de tomar Maracaibo ocurrió en agosto de 1822. Tras su derrota de Naguanagua, Morales cambió sus planes y el 24 de agosto de 1822 embarcaba 1.200 combatientes de los batallones veteranos Valencey, Barinas, parte del Burgos y Cazadores de Coro en una flotilla de 14 navíos. Seis días después desembarcaba en el puerto natural de la Teta, en Cojoro (actual municipio Guajira). De inmediato despacha a sus barcos a aparecer frente a Maracaibo, provocando pánico.
Para el 27 de agosto de 1822, Morales había iniciado su avance hacia Maracaibo. El teniente coronel republicano Carlos Castelli trata de detener a Morales mientras cruzaba el Sucuy, pero al aproximarse se encontró con fuerzas muy superiores y debe retirarse. El 6 de septiembre de 1822 el General Clemente de la guarnición de Maracaibo se enfrenta a Morales y es derrotado completamente, en la Batalla de Salina Rica. Morales entra con sus tropas en Maracaibo el 7 de septiembre de 1822.
Para el momento en que Francisco Tomás Morales entra a Maracaibo en septiembre de 1822, Ana María Campos cuenta con solo 26 años de edad.
EL DELITO Y EL CASTIGO DE ANA MARÍA
La adhesión de Ana María a los ideales emancipadores la llevan a ser organizadora y partícipe de las reuniones clandestinas que realizaban los patriotas en la planificación de la erradicación definitiva del poder español en tierras marabinas.
La guerra había dejado de ser continental, el teatro de operaciones era ahora marítimo, específicamente lacustre, ya que el lago de Maracaibo es el escenario donde se ratificaría definitivamente la independencia venezolana lograda en los Campos de Carabobo en 1821.
En una de las reuniones republicanas clandestinas, la heroína llegó a decir (refiriéndose a Morales):
“¡O monda o capitula! …Si no capitula, muere»
Esta afirmación se convirtió en el lema de toda la población, y como pólvora encendida recorrió toda la región zuliana, no faltando quien la llevara hasta los oídos de Morales.
Después de escuchar los intentos de Campos de ayudar a la revolución, en septiembre de 1822, Morales la acusó de organizar reuniones clandestinas para derrocar la corona y la arrestaron. Una de las pruebas aportadas fue algo que dijo en una de las reuniones secretas:
«Si Morales no capitula, monda» (en la lengua vernácula de la época, «Si Morales no se rinde, muere»).
Morales la interrogó personalmente y confesó haber dicho la frase, que ya se había convertido en un canto popular en Maracaibo. Ella se negó a pedir disculpas a España, y fue condenada y sentenciada a ser flagelada públicamente. Esto implicaba andar por las calles descamisada, específicamente en un burro en lugar de a caballo, como señal de oprobio.
En un artículo de El Observador Caraqueño de esa época quedo plasmado lo siguiente:
“… La señora Ana María Campos, perteneciente a las respetables familias de Maracaibo fue azotada por mano del verdugo (Valentín Aguirre), y por mandato del aprendiz de verdugo Francisco Tomás Morales, en las calles y lugares públicos de esa ciudad, montada en un burro y casi desnuda; siendo muy digno de notar, que al llegar el paseo judicial a la esquina nombrada la Punta arriba, pidió la infeliz paciente un vaso de agua, que no solo le fue negado, sino que aumentaron los insultos y contumelias, y los azotes se redoblaron con tanta fiereza, que desde este punto comenzó a correr la sangre del cuerpo de la paciente.”
El suplicio no logró doblegarla ni física ni intelectualmente.
Se dice que, después de cada latigazo, Valentín Aguirre (el verdugo) le preguntó si quería arrepentirse, y cada vez ella respondía:
«Si no capitula, monda».
Después de soportar la tortura, fue liberada. Sin embargo, las lesiones sufridas eventualmente serían la causa de su muerte.
ETAPA FINAL DE SU VIDA
Un año más tarde, el 24 de julio de 1823. Ana María Campos, con 27 años de edad, presenció el triunfo de la escuadra patriota al mando del Almirante José Prudencio Padilla sobre la escuadra realista al mando del capitán de navío Ángel Laborde y Navarro, por consiguiente, la aceptación a capitular del general español Francisco Tomás Morales, último Capitán General de la Provincia de Venezuela.
La valiente altagraciana Ana María de Campos y Cubillán de Fuentes murió a la temprana edad de 32 años, cinco años después de la victoria republicana contra la escuadra realista en el lago de Maracaibo, debido a un ataque epiléptico a causa de sus heridas de tortura, en las orillas del lago de Maracaibo, Maracaibo, Gran Colombia el viernes 17 de octubre de 1828.
Otros historiadores aseguran que una vez liberada caminó un largo trayecto y devastada por el cansancio y el quebranto físico, cayó a las puertas de un convento donde fue atendida por un médico, pero al poco tiempo falleció.
EPÍLOGO
Ana María de Campos y Cubillán Fuentes o simplemente Ana María Campos, siempre será dignamente recordada por el gentilicio zuliano a través del tiempo, por su heroica hazaña durante la emancipación de la provincia de Maracaibo y posterior liberación de Venezuela del yugo español. El solo hecho de caminar semidesnuda, pese a ser un desbarajuste moral para la mujer en aquella época, fue una señal de valentía que por siempre ha de representar a la mujer zuliana.
En 2016, el Consejo Legislativo del Estado Zulia estableció la Orden Ana María Campos, que se otorga anualmente a las mujeres locales «que luchan activamente por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en las diferentes ramas sociales del país»
Numerosos sitios en Maracaibo llevan el nombre de Ana María Campos, incluyendo:
una calle
una plaza pública (Parroquia Santa Lucía)
un centro de capacitación para mujeres reclusas
un complejo petroquímico.
Un monumento en la plaza Ana María Campo (Parroquia Santa Lucia, Maracaibo) que lleva su nombre muestra a Campos montando descamisada en un burro mientras un hombre maneja un látigo detrás de ella.
POEMAS DEDICADOS A ANA MARÍA CAMPOS
Ana María Campos, patricia zuliana
«O monda o capitula», la frase fue que un día contra el feroz canario, la Campos fulminó. Aquella frase ardiente cual una profecía del sanguinario déspota la ira despertó.
-Es cierto que tú eres…? (la Campos sonreía), ¿Es cierto que tú eres la de esa frase? -Yo perdonaré tu audacia, tu criminal porfía si te retractas. – ¡Nunca! – ¿No te retractas? – ¡No!
Sobre irrisorio asno, desnudo al sol el talle, la llevan los esbirros por una i otra calle; la llevan a la infamia, quién sabe si a morir.
I en tanto que el verdugo la afrenta i la vapula, la Campos dice a voces: -«O monda o capitula… I aquella frase heroica trasciende al porvenir.
Udón Pérez
LA CAMPOS
«Si no capitula, monda»,
Como lo dijo La Campos»
«¡O capitula o monda!» La heroína
Dice a Morales, el cruel hispano.
Y al ver cómo adivina
Y el pronto fin de su poder le augura.
Colérico el tirano,
Para llenar al pueblo de pavura,
A la infamante pena
De públicos azotes la condena.
Llevada a lomo de servil jumento,
Por ante el pueblo sometido al yugo,
Cruzó más de una polvorosa vía;
Y el atroz latigazo del verdugo,
La frente irguiendo y encorvado el torso,
«¡O capitula o monda!» repetía…
Fue anuncio realizado en aquel día,
De la zuliana libertad primero.
Que la armígera flota
Del engreído ibero,
Al golpe del cañón con hondo estrago
Cayó al abismo sepulcral del Lago.
Hoy por la historia veo
Al tirano exhibido en la picota.
Él ahora es reo,
Y la musa del pueblo es quien lo azota;
Mientras la Campos, con altiva frente
Orlada de laureles, se divisa
Cual noble lar de la maracai gente.
Y es que el ara del valor triunfante.
La hembra se convierte en profetisa,
Si el varón se transforma en hierofante.
Tras el rizo gentil arde una llama
Y late un corazón tras el corpiño.
La doncella o la dama,
Carne de rosa bajo piel de armiño.
Puede ser Juana de Arco, la guerrera
Santificada ante la roja hoguera;
Puede ser Policarpa
Manando sangre por la abierta herida;
La Cáceres, entera en el tormento,
O La Campos, erguida
Como una pitonisa en el jumento.
Marcial Hernández (1874-1921, poeta, médico y catedrático zuliano.)
Canción de Primavera
Heroína del alba y de la rosa:
Entre espadas y sangre,
Tu corazón de fuego en fuego arde
¡Cómo pasa tu nombre por la historia,
En ritmo de jazmín, laurel y gloria.
Rosa Virginia Martínez (1915-1983)
Material Compilado por Victor R. Salazar, el 31 de octubre de 2020.
REFERENCIAS
- a. https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_María_Campos
- b. https://www.ecured.cu/Ana_María_Campos
- c. https://es.slideshare.net/Mariagabrieladiazgon1/ana-maria-campos-147674721
- d. http://cic1.ucab.edu.ve/cic/php/buscar_1reg.php?&base=cct&cipar=cct.par&Mfn=79
- e. https://enterate24.com/ana-maria-campos-una-heroina-en-la-guerra-de-la-independencia-venezolana/
- f. https://web.archive.org/web/20180905065129/https://noticiaaldia.com/2017/10/un-dia-como-hoy-recordamos-en-detalle-el-fallecimiento-de-la-heroina-ana-maria-campos/
- g. https://es.wikipedia.org/wiki/Campaña_de_Occidente
- h. https://es.wikipedia.org/wiki/Pablo_Morillo
- i. https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_de_la_Torre
- j. https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Tomás_Morales
- k. https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Salina_Rica
- l. http://lapesteloca.blogspot.com/2016/12/la-batalla-del-hato-juana-de-avila.html
- m. https://es.wikipedia.org/wiki/Los_Puertos_de_Altagracia
- n. https://es.wikipedia.org/wiki/Revolución_de_1820#:~:text=Las_revoluciones_1820_surgieron,a_fuerza_y_determinación
- o. https://es.wikipedia.org/wiki/Trienio_Liberal
- https://es.wikipedia.org/wiki/Combate_naval_del_Lago_de_Maracaibo#:~:text=El_combate_naval_del_lago,navío_Angel_Laborde_y_Navarro.http://lecturas-yantares-placeres.blogspot.com/2013/04/o-capitula-o-monda.html
- – 28 DE ENERO DE 1821: EL ZULIA SE DECLARA LIBRE E INDEPENDIENTE DEL GOBIERNO ESPAÑOL. Jorge Sánchez Meleán
- s. MUJERES E INDEPENDENCIA. VENEZUELA (1810 – 1821). Mirla Alcibíades. Archivo General de la Nación. Centro Nacional de Historia. Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Caracas 2013. ISBN: 978-980-7248-73-0. Depósito Legal: lf2282013900527.
2 Comentarios
Tiburcio José Rivas Ordoñez
Don Victor
Tiburcio José Rivas Ordoñez
Excelente Don Vicror!!!