“MALETAS DE MIGRANTES”. Por: Luis Enrique Homes
Salir del país de origen es posiblemente una de las decisiones mas difíciles y transcendentales de un ser humano. Desarraigarse de familia, propiedades grandes o pequeñas como la casa, el vehículo, alguna ropa y utensilios que aumentan el volumen de equipaje y el costo de la travesía; saber que hay que renunciar a la frecuencia de las reuniones, festividades, cumpleaños, amigos y hasta padres o hijos, genera una sensación de dolor, ansiedad y angustia que solo puede medianamente ser descrita por quienes la hemos vivido.
En el estómago se te adhiere, implacablemente, una manta con la mas poderosa goma gelatinosa y queda allí para irse desprendiendo con violencia, por la fuerza de los recuerdos o las quejas de tu inconsciente: la fiesta que dejaste de asistir, el cumpleaños al que no fuiste, el amigo o familiar que falleció y la mamá, el papá, hermanos, novia, esposa o amante que quedó con la lagrima prendida que siempre recordarás.
Buscamos escapar del momento de la despedida… “En un momento vuelvo para despedirme” y eso solo se concreta con una llamada rápida, veloz, cuando ya estamos en el puerto de entrada del otro país con un “se me complicó hacer la maleta”, “No encontraba mi cartera”, “tenía el teléfono descargado”, solo como oraciones para encubrir la excusa, que no tuvimos el valor de la despedida ni el coraje de llorar en los brazos de la persona que nos despedimos.
Emigrar (forzosa o voluntariamente) significa hacer maletas y allí viene la parte mas difícil. Escoger ropa es lo mas fácil: Tenemos que vestirmos, asearnos, limpiarnos los dientes y afeitarnos, donde estemos. Pero, ¿qué hago con esta fotografía?, ¿a quién se la dejo?… ¿y este cuadro que está en la sala que me costo tanto conseguirlo?, ¿a quién se lo dejo?, ¿lo pongo en la caja 5 o la caja 7?… ¿ y si se moja?. ¿Esta carta de mi papá cuando empecé a trabajar se me dañará?. ¿Y mi primer carnet profesional? ¿Y las fotos del nacimiento de mis hijos? ¿Y las de la boda? ¿Y los diplomas?… . Perfumes, papeles, carteras, chequeras, zapatos, poemas, libros, cartas, quedan por allí desperdigados en un espacio incierto en el que no descubrimos ( ni queremos saber ) si fué descuido o falta de coraje dejarlos allí donde estaban y como estaban.
Y es así que la maleta se va convirtiendo en un baúl de refugio sicológico, no por las cosas que llevamos, si no por las cosas que dejamos y que con seguridad, tienen mas importancia. De esas cosas vamos haciendo una maleta aparte y vamos generando en el cerebro, como unas maleticas chiquitas, pero que cabe absolutamente de todo, como en un archivo ZIP, ¡y esa si que me gusta!, porque ese archivo cuando se abre, me recuerda de todo: La mejor fiesta, los mejores abrazos, la primera comunión y el campanario. El primer beso. Mi primer cheque. Mi primer carro, y allí todo es alegría, paz, tranquilidad, amor y serenidad.
Entre maletas, queridos migrantes, tenemos que aprender a ser felices. Solo tenemos que tener la destreza de saber y decidir en cual de ellas queremos “jurungar”. Y saber que vamos a meter o sacar, para contar nuestra propia historia sin que los recuerdos nos quemen o nos inmovilicen.
Luis Enrique Homes
3 Comentarios
admin
Una carga insospechada, paro los venezolanos de hace 20 años.
maria
la maleta del migrante es quizás la más
pesada. porque cargas con tus cosas, con tus sueños y el sabor y la nostalgia de tu tierra, de tu gente, que entre tanta despedida te envuelven con sus recuerdos…sin darte cuenta los llevas siempre presentes.
admin
Excelente (y triste) descripción, de un hecho que se convirtió en rutina socio cultural, en Venezuela.