Opinión

LA MUERTE EN CRUZ… ¿Macabra celebración? O ¿Ciencia y saber aplicados para la muerte?. Por: Miguel Alberto Zurita Sanchez

Se dice que la crucifixión es una de las grandes muestras de la barbarie humana, en eso estoy en el más absoluto acuerdo y….. que sea brutal, por supuesto, en lo que no creo, es que sea bruta, entiéndase como bruta, coloquialmente hablando, a falta de inteligencia y , por tanto, de conocimientos.

Apoyándome en esa definición, veamos si hay falta de inteligencia y conocimientos en el hecho de una crucifixión, en tiempos de la Roma Imperial.

Primero entendamos que, la muerte en la crucifixión, se produce por asfixia mecánica, que es  causada por un mecanismo que impide la ventilación pulmonar. Este mecanismo puede ser interno (por cuerpos extraños o por sumersión) o externo (ahorcamiento, estrangulación, aplastamiento, sofocación facial o sepultamiento).  

En los tiempos del Imperio Romano, existía un protocolo que se cumplía para el proceso a la crucifixión, pues previamente el reo era sometido a bestiales torturas, con la finalidad de debilitarlo para magnificar el espectáculo y agregar al acto, más dramatismo y crueldad, del que intrínsecamente ya contenía.

Durante los años 27 a.c al 37 d.c, períodos de mandatos de Augusto y Tiberio, en Roma se establecieron prácticas que luego se transformaron en protocolos, para las ejecuciones en cruz, durante la vigencia del Imperio Romano, fueron ejecutados, bajo estas prácticas, muchas personas, las cuales fueron sólo números en las estadísticas, sin embargo sucedió un evento de crucifixión, que dividió la historia de la humanidad en dos partes, se trata de la crucifixión de Jesús el Nazareno, este evento fue tan significativo, que es la única crucifixión de la cual hay algunos registros, sin pormenores, recordemos que este tipo de ejecución era destinada a tipos despreciables, por los cuales nadie se molestaba en hacer alguna reseña.

Valiéndome de lo poco que existe históricamente, por escrito, de la crucifixión de Jesús, me he atrevido a tomar, parte de ello, para construir este artículo, antes de continuar, pido disculpas a los exégetas, teólogos, cristólogos y demás estudiosos de la religión cristiana, por alguna interpretación, negación o afirmación que pueda hacer, la cual en ningún momento pretenderá contrastar ni echar por tierra, lo que con los años hayan descubierto o construido, a base de estudios e investigaciones, las citas evangélicas que usaré, sólo son un apoyo como hechos históricos.    

Parte del protocolo

Previos a la crucifixión flagelación, azotes, torturas.

Evangelio de San Juan 19; 1-7.  – Bíblia Católica Online

«1. Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. 2. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; 3. y, acercándose a él, le decían: «Salve, Rey de los judíos.» Y le daban bofetadas. 4. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en él.» 5. Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre.» 6. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él.» 7. Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»»

Es claro y evidente, que el reo, en este caso Jesús, fue sometido a torturas físicas y psíquicas, buscando reducir sus fuerzas y quebrar su espíritu. El dolor, el agotamiento y la pérdida de sangre, pueden acabar con la vida de una persona, normalmente como consecuencia de alguna lesión preexistente.

La crucifixión.

Evangelio de San Juan 19; 17-18.  – Bíblia Católica Online

«17.y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, 18.y allí le crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.»

Para reforzar un poco más la parte histórica y, en cierto modo antropológica, comento que en 1968 se halló, al noroeste de Jerusalén, la tumba de un hombre llamado Juan, hijo de Haggol, que murió crucificado. Tenía una osamenta fuerte, una estatura de 1´67m, aproximadamente y cerca de cuarenta años. Se especuló en un principio, que la tumba perteneciera a Jesucristo, pero está descartado, aunque los rasgos fisiológicos que se exponen puedan ser coincidentes, porque son los característicos de un judío de la época, además de padecer tortura y crucifixión como él.

El hallazgo es importante para conocer los pasos previos a la ejecución y el protocolo que se seguía durante la misma. La crucifixión de este Juan, efectuada en el mismo lugar, permite aproximarnos, en gran medida, a la de Jesucristo.

Si no se hicieron excepciones, algo extraño dada la rigidez con la que se seguían las normas establecidas, la muerte de Jesús no pudo ser muy diferente a la de Juan. Los restos encontrados presentan rotura en dos costillas y un golpe en el cráneo. Los talones están atravesados por un clavo de 18cms, sus muñecas taladradas, las tibias y peronés, fracturados a la altura del tercio inferior y el radio derecho, evidencia una fisura por clavo. Hasta aquí, lo que dicen los restos encontrados, coincide puntualmente con lo que nos ha llegado de la tradición oral, incluida la cuestionada versión triclava (de los tres clavos). Los soldados encargados de las ejecuciones eran verdaderos expertos y aceleraban o ralentizaban la muerte en función de lo que los familiares o amigos pagaban para aliviar los sufrimientos, pero sin alterar la rutina, que era supervisada por un centurión.

Rigidez de las normas

Roma dejaba pocas cosas al azar y para mantener la cohesión del Imperio, dictaba normas generales que regulaban las relaciones sociales, las siembras, los riegos, los impuestos, la administración de la justicia o los procedimientos para la ejecución de la pena capital, en la que la crucifixión era poco frecuente. Las prácticas que se establecieron durante los años de Augusto y Tiberio, quedaron anotadas como protocolos a seguir y así se mantuvieron durante más de doscientos años, hasta Marco Didio Severo Juliano, mejor conocido como Juliano I, un respetado senador, que compró el Imperio en una subasta auspiciada por los pretorianos, pero que se preocupó de retocar la práctica, dándole algo más de humanidad. La crucifixión, antes y después de Didio Juliano o Juliano I, tenía un ritual fijo, aunque las circunstancias, la climatología, el público, la notoriedad del condenado, el lugar y el momento, permitieran variables.

Es posible que con Jesucristo se rompieran algunas rutinas y que antes de su ejecución, como en la de Juan, se produjeran excesos notorios, pero todo entra en el terreno de las conjeturas, porque en los Evangelios no hay una descripción minuciosa de los sufrimientos de Jesucristo. Lucio Anneo Séneca , llamado Séneca el Joven para distinguirlo de su padre, fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista  y Lucio Mestrio Plutarco, fue un historiador, biógrafo y filósofo moralista griego, tampoco pormenorizan y, por su parte, los historiadores romanos Cornelio Tácito, Gayo Plinio Cecilio Segundo, conocido como Plinio el Viejo y  Cayo o Gayo Suetonio Tranquilo, comúnmente conocido como Suetonio , en las referencias exclusivas a la crucifixión de Jesús, no se detienen en los detalles, por lo que se puede deducir que fue crucificado de acuerdo a las reglas, aunque la imaginería y la cinematografía hayan buscado un perfil más estético. Se han catalogado más de cien tipos de cruces, pero la que se usaba en Judea era la cruz latina y no la estilizada cruz artesanal de pulidos tablones ensamblados. Los árboles de Jerusalén, fundamentalmente pinos, no podían dar unos tablones para una cruz de seis o siete metros. Es dudosa la importación de maderas, para estos fines y poco probable que se molestaran en perfilar y pulir los maderos. Lo normal era que el palo vertical, afilado en un extremo donde se encajaba el horizontal, tuviera poco más de dos metros y medio, para facilitar el trabajo de la ejecución. Después de ensamblar el horizontal, que aseguraban con cuerdas, lo introducían en un hoyo, que se apuntalaba con piedras; todo muy rudimentario porque la sofisticación es impensable, teniendo en cuenta que sólo se crucificada a los forajidos y delincuentes mayores y que los verdugos eran soldados que redimían algún tipo de castigo.

Al ser reconstruida por los técnicos, en la cruz, la posición de los restos encontrados en Jerusalén, indica que las piernas habían estado colocadas una sobre otra, ligeramente flexionadas; los pies fueron atravesados por un solo clavo (lo que confirma la versión triclava). La caja torácica levemente inclinada y los brazos fijados al palo horizontal, mediante dos clavos que atravesaban los antebrazos. Para evitar los desgarros y que el cuerpo cayera, se complementaba la sujeción de los clavos, con cuerdas envolventes que se ataban al madero, como las de los «empalados».

Fuente de apoyo: ‘Cuentos del día a día’ de Tomás Martín Tamayo.

Apreciados lectores, Ustedes se preguntarán ¿Cuál es la razón de toda esa historia? O ¿Para qué toda esa historia?

Pues, el asunto es que quiero en primer lugar, mostrar desde y a la luz de la ciencia, como muere un ser humano, por asfixia mecánica, al ser colgado de una cruz, lo que da razón a toda esa historia introductoria o preámbulo y en segundo lugar, abrir un espacio de cuestionamiento con la pretensión, de que el lector concluya, con base en lo expuesto, si una ejecución, por ejemplo en cruz, es un festejo macabro, pero como resultado de algo aleatorio o, por el contrario, es el resultado de algo estudiado, sistemático y planeado.

Descripción de la muerte por asfixia.

Las etapas últimas de la agonía por asfixia, una vez que la falta de oxígeno provoca la pérdida de conciencia, comienzan con una fase de convulsiones de unos dos minutos de duración en la que puede darse además una profunda sudoración y salivación, una relajación de esfínteres e, incluso, una erección y eyaculación reflejas. La fase final supone la afectación progresiva e irreversible del corazón, que puede mantener débiles e irregulares latidos todavía durante un tiempo más o menos largo. Lo que sin duda marca la diferencia entre los distintos tipos de asfixia, y especialmente de la crucifixión con el resto de modalidades, es esa primera fase asfíctica o fase cerebral, en la que realmente se produce el sufrimiento de la agonía. Dicho sufrimiento se caracteriza por un dolor de cabeza lacerante, sensación de angustia y muerte inminente, vértigo, zumbido de oídos, confusión marcada e incluso cambios en la personalidad o alteraciones sensoriales. Este paso previo a la pérdida de conciencia es sumamente variable en tiempo, siendo sólo de minuto o minuto y medio en los procesos asfícticos más rápidos, como el ahorcamiento. En la crucifixión, la inmensa crueldad del suplicio reside, por un lado, en la amplia dilación de esta fase preagónica, que solía durar varios días, por otro lado, en el mecanismo de la causa de la asfixia, que hace que el condenado pueda evitarla, temporalmente, sólo a cambio de tremendos esfuerzos y sufrimientos físicos. Una cruel y despiadada batalla perdida por la vida, que convertía el suplicio, en un macabro espectáculo. Al quedar colgado de los brazos, el crucificado pierde el apoyo necesario para los músculos encargados de la ventilación mecánica del tórax. La caja torácica queda expandida y el diafragma aplanado en una posición de inspiración contínua. Imposibilitado el tórax para la espiración, el aire, atrapado de esta forma en los pulmones, no puede ser renovado y pierde rápidamente su carga de oxígeno. Consciente de la importancia de la duración de esta fase de lucha agónica del ajusticiado, por conseguir un último sorbo de aire oxigenado, el verdugo tenía a su disposición varios mecanismos para acortar o alargar la tortura. La flagelación previa a la crucifixión, tenía como fin, además de aumentar el dolor y el sufrimiento del reo, acortar el aguante de éste en la cruz. Las contusiones y secciones provocadas en los músculos de la espalda, hombros y costados, disminuían la posibilidad de usar esos músculos como elementos accesorios para la ventilación de la caja torácica, además de inducir un gran dolor al intentar hacerlo. Asimismo, los golpes de la flagelación provocaban serias contusiones en los pulmones, disminuyendo su capacidad funcional. Era habitual el edema o encharcamiento de la base de los pulmones, lo que mermaba aún más la facultad respiratoria de los mismos y aceleraba la muerte por asfixia, de tal modo que en caso de incisión en la cavidad torácica, como en la lanza en el costado de Jesús –algo inusual en el ritual de la crucifixión-, no sería extraordinaria la emisión tanto de sangre como del líquido acumulado a dicho nivel, o incluso en derrames pleurales y pericárdicos – líquido acumulado alrededor de los pulmones y del corazón, por los mismos motivos.

La colocación del  Sedile (latín: Suppedaneum) que es una tabla de apoyo para los pies agregada a una cruz, la cual era usada en la Crucifixión en el Imperio Romano, como método para alargar la duración de una ejecución con tortura, esta permitía al reo, a costa de un tremendo dolor, un punto de apoyo, donde fijar un sostén de la columna que sirviese para realizar unas cuantas espiraciones eficaces, antes de que el dolor y el agotamiento le obligasen a dejar caer nuevamente su peso colgando de los brazos. Lejos de constituir una muestra de compasión, tales elementos lo que hacían era prolongar la agonía del condenado.

En caso de prisa por finalizar el espectáculo, la vía más expeditiva para ello era la fractura de las piernas para impedir dicho punto de apoyo, lo que solía llevar a la muerte en pocos minutos; caso diferente en Jesús, porque según los evangelios, su muerte fue inusualmente rápida, para ser en cruz, además según dice el evangelio de San Juan 19;32-33 “A continuación, los soldados llegaron, y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él; pero cuando llegaron a Jesús, y vieron que ya había muerto, no rompieron sus piernas”.

Si los ejecutores no recibían algún tipo de compensación de los familiares, solían dejar morir a los crucificados lentamente, durante cinco o seis días, y no bajaban los cuerpos hasta que comenzaba el proceso de descomposición. Es muy probable que recibieran una cantidad considerable antes de bajar y entregar el cuerpo de Jesús, ya que, el que lo reclamaba era, José de Arimatea, un rico hacendado que mantenía buenas relaciones con el Sanedrín y con las autoridades romanas.

Por cierto, la iconografía cristiana presenta a Jesucristo en la cruz, a menudo, con un sedile, que era característico sólo en la época post-románica. Se distingue desde ese momento, en la presentación del Crucificado, la denominada fase triclava (un clavo en cada mano, un clavo en las dos raíces de los pies) de la anteriormente común fase tetraclava, en la cual cada pie era mostrado con un clavo, cada uno.

Fuente de apoyo: Revista Memoria, Historia de cerca nº IV

Esto, para los cristianos, sucedió así y la fuente de basamento histórico es la Biblia, más específicamente los evangelios, en el Nuevo Testamento.

Tal vez ante esto, unos dirán que es cuestión de la creencia o tradición y no de otra razón, mas creo que no es relevante si fueron tres o cuatro, el número de clavos.

Todo lo dicho acá, tomando parte de la tradición oral, parte de los evangelios y de la historia de Juan “el crucificado de Jerusalén”, ha sido con la intención de hacer el siguiente cuestionamiento a cerca de la ejecución en cruz, hasta la muerte, ¿Era una macabra celebración? O ¿Ciencia y saber aplicados para la muerte?

Una conclusión y una reflexión

Los antigüos Romanos, es posible que no tuvieran definido lo que es un edema, un esfínter, la tibia o el peroné o cualquiera de los términos nombrados, en párrafo de la muerte por asfixia mecánica, lo que sí seguro sabían, era como, donde y cuanto golpear, que hacer para alargar o acortar la agonía o sufrimiento a un reo y, para eso, se necesitan ciencia y saber.

A pesar de haber transcurrido más de dos mil años y la práctica de la ejecución ha sido reinventada, lo que demuestra el progreso que se ha tenido y cuan comprometidos, estamos colectivamente, como sociedad. Lo diferente es que hoy se transmiten en vivo y en directo, a juicio y opción de cualquier público, mientras que antes se realizaban en el circo o en lugares y sitios preparados para tal fin, pero la brutalidad y crueldad son las mismas o quizá peores.

Quiero cerrar con un poema del gran poeta, dramaturgo y novelista romántico Francés Víctor Marie Hugo (Víctor Hugo).

Miguel Alberto Zurita Sánchez – Coro 23 / 09 / 2019.

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