CIEN MIL VISITAS

¡Jesucristo ha Resucitado! …. ¡Y en verdad Resucitó!. Por Luis Homes

¡Jesucristo ha Resucitado!

¡Jesucristo ha Resucitado! …. ¡Y en verdad Resucitó!

Basado en Lucas 24:13-35

Lo que vimos ese viernes de la crucifixión de Jesús fue terrible.
Y con razón se llamó después ¡un viernes de Dolores!
Ese hombre Jesús humillado, maltratado, con su cuerpo hecho añicos a punta de latigazos de cuero con piedras incrustadas. Una corona de espinas clavada en la cabeza sudada y angustiada y en medio de un circo tarifado donde todos le escupían, se burlaban de él, ¡le decían que se salvara si era en verdad hijo de Dios!. Fue todo muy terrible, sencillamente indescriptible. Las películas, incluso las mas reales y sanguinarias de esas que hacen millones con el sufrimiento del redentor, se quedan cortas para los que vimos y presenciamos nosotros ese viernes de Dolores.


¿Que lo mataron como dije en una entrega anterior? ¡La verdad es que no!. Él se entregó para asumir con gallardía y serenidad la voluntad de su Padre, nuestro Padre. Y por esa tan voluntaria, solemne y serena entrega no dijo una sola palabra ni articuló gesto de protesta cuando lo querían condenar. Porque tenía en su alma y en su corazón la respuesta serena, intima de que “no se haga lo que yo quiera, si no lo que lo quieras tu”.


Cuando yo conozca por fin a mi Dios, así de tú a tú, (si es que lo conozco) le voy a hacer la misma pregunta que no he resuelto: ¿Por qué tuvo que ser todo tan cruel?. Entiendo que no soy muy erudito en estos temas de profundidades teológicas, pero de que le pregunto, le pregunto.


Lo más sorprendente de la muerte de Jesús es que todos le dejamos solo, salvo su Madre María, María Magdalena y el discípulo amado. Todos los demás, incluyéndome como buen cobarde y miedoso, salimos huyendo, corriendo para salvar nuestro pellejo de esa jauría cruel que se había desatado en él y en todos los discípulos. Hasta Pedro que se hartaba de serle tan fiel, pues en él se cumplió que antes de que cantara un gallo lo traicionaría tres veces. Y pues, así todos los discípulos y sus seguidores pensamos, ante la omnipotencia del poder romano: ¡A correr porque vienen por nosotros!


Yo cuando me sentí más o menos seguro decidí caminar (me da vergüenza el usar el verbo “huir” o “escapar”) con mi amigo Cleofás, al pueblo de Emaús, que quedaba como a 12 leguas de Jerusalén. Y pues íbamos muy triste y con la cabeza muy baja, casi sin decir palabras. Yo con un remordimiento de conciencia que me tenia la cabeza a estallar.


Cleofás estaba muy callado. Hasta que se presentó cerca de nosotros un caminante anónimo y nos acompañó sin que lo invitáramos, en nuestro trayecto de tristeza y melancolía. No sé de donde salió ese hombre. De pronto estaba allí en medio de nosotros y el muy atrevido se metió en nuestra conversación sin permiso, averiguando que nos pasaba, que, ¿por qué estábamos tristes, que por qué y que por qué, y que por qué? Hasta mal educado me pareció ese caminante: Meterse en conversaciones en las que nadie le había invitado. Y daba la impresión de que era el único que no sabía lo que había pasado escasas horas antes en Jerusalén.


Pero con suavidad y dulzura, a medida que Cleofás le comentaba lo que había pasado con Jesús, pues ese hombre iba explicando las escrituras de una manera tan hermosa, tan sencilla, tan bonita, que a mi hasta me empezó a caer bien ese caminante y así fue como empezamos Cleofás y yo a medio comprender, que tenían que cumplirse las escrituras y las profecías de una muerta tan cruel para después una resurrección triunfal del tal Jesús.


Cuando la conversación estaba en su punto más interesante, nos dimos cuenta de que se había hecho muy tarde y empezó a oscurecer. El caminante se quiso despedir, pero Cleofás le dijo que ya era casi de noche y que podía quedarse con nosotros en una casa que encontramos en el camino. A él le pareció bien y entramos los tres. Cansados de caminar, nos acercamos a la mesa. Cleofás saco de su mochila unas bolsas de pan y el agarro un pan, lo partió y lo consagro e hizo un gesto para dárnoslos a cada uno de nosotros. Y fue allí cuando nuestra mente se ilumino y nos dimos cuenta que ese caminante anónimo era el propio Jesús.


Yo quise acercarme a abrazarle. Cleofás quería gritar de emoción. Pero Jesús desapareció de la mesa y solo dejó una estela hermosa de humo entre celeste y blanco. Pues sin saber como ni porque, salimos a correr gritando que Jesús había resucitado. Era una palabra que yo nunca había pronunciado, ni siquiera sabia lo que significaba. ¡Jesucristo ha resucitado! decía yo sin comprender a ciencia cierta lo que eso significaba. Y mi amigo Cleofás también gritaba como loco, también sin saber nada de nada, ¡Y en verdad resucitó!. No se cuantas veces lo dijimos de vuelta a Jerusalén, pero fueron muchas horas de regreso gritando y gritando esa buena nueva que aun hoy, celebra la humanidad este Domingo de Resurrección.
¡Jesucristo ha resucitado!, gritaba yo
Y Cleofás repetía con voz más fuerte: ¡Y en verdad resucitó!


Y por todos los caminos de Norte a Sur, de Este a Oeste, salía la gente humilde y sencilla a contar sus historias sobre cómo se les había aparecido Jesús en la intimidad de su corazón para decirles al oído que ya todo había pasado. Que no hay dolor sin sanación. Que no hay noche, sin que después venga la luz. Y que pues, ese caminante vino a quedarse con nosotros, lo veamos o no. Pues siempre el está aquí, aquí mismo a tu lado, ahora vivo y resucitado.

Luis Homes

LE LLAMAN JESÚS. Autor Palito Ortega. Interprete Raphael

5 Comentarios

  • Mónica Márquez

    Muy muy sentido!
    No hay casa, sin pan y el hombre es bueno como decía Andrés Eloy Blanco, es la esperanza de la transformación, de el cese del dolor, que todos vivamos en paz

  • Sebastian Grau

    En el incosciente colectivo de cada ser humano, la resurreción del Cristo del Gólgota está adherida como signo genético. Aunque la mente pretenda negarlo, el alma con tierno tropismo nos lleva a ese regalo del Padre creador: La resurrección de su hijo, que no es otra cosa que la posibilidad de resurrección de cada hombre
    Muy buen artículo Luis Homes

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *