Letras

Armando, Rompecabezas y Cuarentena. Por Luis Homes Jiménez

Rompecabezas

Este Domingo me encontré con Armando en el supermercado. No lo reconocía pues parecía un astronauta tropical de escasos recursos. Pantalones grises anchos, botas plásticas de pantano hasta las rodillas. Camisa gris manga larga y arrugada, tapabocas que era casi pasamontañas y gorra blanca. “Hola Luisito” escuché una voz que no alcanzaba a saber de donde venía. Me di media vuelta y le reconocí, solo porque venía con su inseparable Tino, su mascota. Salí a saludarlo y me dijo en seco: “Social distance” y levantó las dos manos que tenía cubierta de guantes. Nos colocamos a un lado de la entrada del supermercado, como a dos metros de distancia cada uno.

Sin mediar palabras, desenfundó su ametralladora de palabras, directo y al grano. “Este virus del carajo ha traído sus cosas buenas y malas. Te comento que para que la vaina no se me hiciera tan pesada por tener que trabajar desde la casa, me compre un rompecabezas de 500 piezas. Es un tren antiguo que se ve rodando en medio de un paisaje montañoso, muy bonito el paisaje». Y manotea en el horizonte como si estuviera dibujando algo del paisaje.

‘Tenía años que no armaba un rompecabezas pero me recordé que había que empezar por los bordes, tu sabes como para armar el cuadro. Y ese proceso me demore 3 días y le dedicada como 3 horas diarias, con sus intermedios. Los bordes se referían al paisaje, a parte del tren, a las aves y bueno, toda la parte externa. Y allí empecé a pensar que la vida es como un rompecabezas. Tienes que ir armando tus peos internos, acomodarlos, darle una ubicación y sentido de manera que las piezas no solo encajen unas a otras si no que tengan la forma adecuada y que encajen con otras piezas en la pintura completa. En eso estaba pensando como el día séptimo de la cuarentena cuando armé una rueda completa del ferrocarril, pero me empeñaba en colocarla en el cielo, solo porque una pieza del rompecabezas que era la rueda, tenia una mitad azul, y yo estaba empeñado que ese pieza parcialmente armada, era parte del cielo azul. Si hubiera insistido en esa terca idea, hubiera tenido un ferrocarril volando. Ahora me he propuesto armar las piezas con calma y aceptar que cada una tiene que encajar…… solita va encajando una a otra, sin formarla mucho, pero pensando donde es que cuadra, en medio del rompecabezas completo. Ya estoy terminando los bordes, ya terminé las ruedas y allí voy con ese tren que me está enseñando cosas que no había pensado. Gracias a la cuarentena».

Armando habla duro, como si estuviera dando una clase y la gente desacelera su paso para entrar al supermercado y alguno se detiene disimulando solo para escuchar la terapia del rompecabezas. “Cuando voy armando el paisaje, me doy cuenta lo que me fastidia mi propia casa. El ruido de la cocina. Los muchachos hablando por teléfono. La lavadora y la secadora todo el tiempo prendida. La comida que se hace como siete veces al día porque cada uno de nosotros tiene un horario diferente. Me doy cuenta que esto me molesta, como una mosca que te jode y jode. Busco los audífonos y me los pongo. Me aíslo en medio de un retorcijón de tripas que hace sentir incomodo. Y pienso que no estoy en ninguna parte si no en mi propia casa. Que nada me es ajeno. Que no son extraños los que tengo allí. Me preparo café y dejo las cosas sucias, para que otros la laven. Voy y vengo y miro el rompecabezas y me doy cuenta que no he armado ni cien piezas. No me va a dar tiempo de armar esto antes de que termine la cuarentena.”

Armando continua con su terapia que ya es casi colectiva porque la gente se detiene a escucharla. “Esto del coronavirus me puso de cabezas, me tiró al piso, me restregó mis conflictos en pleno encierro, me dijo ubícate y recompone todos tus peos. Abraza tu mujer. Habla con tus hijos. Limpia los trastes que dejas sucios». Y de pronto dijo Armando: “Me voy porque tengo que comprar, me están esperando mi mujer, mis hijos, el tren y el rompecabezas. Cuídate y no salgas tan descubierto como si no estuviera pasando nada en el mundo”.

Entramos al supermercado cada uno por su lado. Finalizada la compra y antes de llegar a la caja, me acerqué a la sección de juguetes. Compré un juego de ajedrez barato y por su puesto, un rompecabezas de 700 piezas.

Luis Homes Jimenez

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