EL NOMBRE DE LA ROSA. Manuel Rojas
EL NOMBRE DE LA ROSA
Vigiliae matutini, al rayar el alba. Hora litúrgica.
Yo habría colocado una flor en su vientre, en los Montes Elíseos de la fábula para engalanar la noche de las espátulas de fuego.
Hombres con ínfulas de gladiadores del alma olvidaban el hierro y el bronce de la reforma. Las ninfas invocaban al dios de las glaciaciones, entonces pidieron fuego y les fue concedido. Tuve la sensación de ser un profeta en aquel castillo de la deshonra, no obstante la senectud del hielo bloqueó la desembocadura del gran río.Oí risas, suspiros, confesiones. Oí al viento descender desde las alturas milenarias mientras el mundo se moría a mi alrededor. Allí, ante la mirada del monje, un ave batía sus alas para morir a mis pies. El cadáver del inquisidor colgaba de su armadura y la rosa era pisoteada en la arena; la misma flor que un día sembré en tu figura de hielo.
Manuel Rojas