“En la calle 83, número 28 raya 50, quinta ‘San Francisco’ ”. Episodio 2: COLUMBA. Por Enmanuel Camejo Zavala
COLUMBA
Había que atravesar una quebrada, meterse en una pequeña pero densa área de matorrales, hasta terminar en una casita de piso de tierra, paredes y techo de latón y una que otra pared de barro, sojuzgada por árboles indomeñables en pleno corazón de la otrora opulenta Maracaibo… allí vivía Columba.
Muy delgada, de piel oscura, cabello corto con rizos entretejidos a modo de «tumusa», dicharachera y jocosa, de edad inimaginable, pero sumaban mas de 50 los años, desde que había bajado de algún lugar de la Sierra de Coro, buscando la dicha de la fortuna que nunca encontraría.
Columba (nunca se sabrá si era su verdadero nombre de pila) venía dos veces a la semana a la casa de la 83, para lavar y planchar la ropa, tomarse no menos de cuatro cafés negros, a la vez de pedirle uno que otro cigarro Winston al «señor Camejo», mientras pasaba, el día de lavado, con sus blancos talones sumergidos en agua (color que contrastaba con el resto de su piel) o llena de sudor y acalorada, en los de planchado.
Un día Columba no volvió a aparecerse por la casa nuestra ni tampoco por la de ella. Desapareció por arte y magia de quien sabe que «mala hora», y se convirtió en una especie de martir del barrio, especulándose que fué tiroteada, picada y echados sus restos a los perros por unos malandros, quienes se apropiaron de su rancho de tierra y hojarasca, borrando de la faz de la tierra a la negra Columba. Otras versiónes menos trágicas y macabras, sugieren que simplemente «alzó el vuelo», con las alas de su nombre, buscando la fortuna que nunca consiguío en la esquiva Maracaibo.
- ¡Ah mundo Columba!
(Solo se le alcanzó oir a Ofelia)
Enmanuel Camejo Zavala
2 Comentarios
jhonnyroger vargas
En cada cada una de nuestras vidas había unos personajes que formaron parte de nuestra historia recuerdo con cariño y afecto a pimenio guanipa y su esposa chon dueños de una bodega en donde mi infancia transcurrió allí entre dulces , chucherías y refrescos
Mónica Márquez
Yo tuve mi María Guanipa de Coro, negra como el carbón, finos dientes blancos, fumaba con la «Candela pa dentro» Y tenía la risa más fantástica del mundo, lavaba, almidón abajo y planchado
Querida memoria!