Letras

«ERRAR». Olimpio Galicia Gómez

«En el caso de la ortografía y la redacción son los errores que más abundan en la abominable escritura de nuestro tiempo»

ERRAR

La frase celebre del latín: «errare humanum est», que en cristiano es lo mismo que decir: «errar es de humanos», es tan cierta que nadie puede considerarse infalible, sin importar que se sigan al pie de la letra las indicaciones, de una u otra forma, en algún momento ocurre la «metida de pata» que a nadie le gusta ni se hace a propósito.


Podemos equivocarnos por ignorancia, por impulsivos, también ocurre por omisión (aunque los que menos se equivocan son los que nada hacen), por violentar las normas, porque «a mí me da la gana de hacer las cosas así». Y el listado podría prolongarse.


Existe todo un sistema que condiciona nuestra conducta, unida a los valores, principios, costumbres y otras situaciones de la cultura de los pueblos que son patrones establecidos para definir lo bueno y lo malo, lo justo, lo legal, la forma correcta, la ética, los deberes, los derechos, entre otros que, para lo que tengo planteado escribir hoy, no tengo los argumentos suficientes para tratarlos.


Volviendo al tema de los errores, todos, en mayor o en menor grado, hemos sido criticados, censurados y hasta castigados por no hacer las cosas como deberían ser hechas y por las consecuencias que esto genera. En cuántos exámenes, por ejemplo, cuando estudiábamos, salimos reprobados por errar en las respuestas, que en lugar de dos, colocamos menos dos; por errores de ortografía y/o redacción; o porque estudiamos para la prueba de biología y resulta que el examen a presentar era el de química.


En el caso de la ortografía y la redacción son los errores que más abundan en la abominable escritura de nuestro tiempo. Con sólo darle un vistazo a las redes tenemos tema suficiente para hacer un tratado de lo absurdo y recomendar a la Real Academia de la Lengua Española una nueva forma de escritura sin gramática, en donde se sustituya palabras por símbolos, números o emoticonos.


Errar en ortografía siempre ha ocurrido, por cualquier causa, pero resulta inadmisible verlos en documentos oficiales, en escritos institucionales, en declaratorias o informes profesionales, en periódicos y en cualquier papel escrito.


El Poeta Guillermo D’León Calles nos decía que él leía diez veces y más cualquier trabajo literario escrito por él y destinado a publicarse, hasta estar convencido que no tenía errores, sin embargo, cuando se lo entregaba a otra persona para que lo revisara, siempre aparecía un gazapo.


A mí me ocurre cotidianamente guardando la distancia y el respeto al Poeta que me lleno de incertidumbres al estar escribiendo cualquier cosa, en cuanto al significado de la palabra, a la ortografía y a la estructura del texto, por ello siempre tengo a la mano el DRAE o el Wikipedia de Google, sin embargo tengo amigos que muy generosamente, y para no herir mi susceptibilidad, me dicen: «ah mundo olimpio, el escrito que publicaste ayer, tiene más errores que la política económica del gobierno». Luego, en actitud consoladora y piadosa, me aconsejan: «yo creo que es mejor que te dediques a otra cosa, sigue pintando, así haces menos daño».


Hay la anécdota de un gran pintor dedicado a la publicidad que conocimos siendo estudiantes del IUTAG. A él se le encomendó realizar una valla para anunciar que en un terreno ubicado en donde ahora está el Teatro «Armonía» de la ciudad de Coro, se construiría el Museo de Ciencia y Tecnología del Estado Falcón, promovido por el IVIC, el CONICIT y el Tecnológico de Coro. Nuestro amigo realizó el trabajo y el aviso fue colocado en su sitio a la vista de todos. Ese mismo día, alguien le informa al Director del Tecnológico que esa valla tiene un error ortográfico.


Para verificar, el mencionado Director, fue hasta allá y pudo constatar que la información era cierta. Regresó a su oficina y llamó de inmediato al autor de este garrafal error, indicándole que eso era una vergüenza para la Institución, que lo corrigiera lo más pronto posible porque de lo contrario sería despedido por negligente.


Ante esto y con la angustia y la preocupación del caso, nuestro amigo pintor, estuvo toda la mañana auscultando palabra por palabra, letra por letra y no veía el error. Volvía a leer y concluía en que todo estaba perfecto. Para él no había error. No obstante, volvió a darle una última lectura, y nada, se consideraba despedido y sin moral. En ese momento pasaban por allí un grupo de muchachos estudiantes del Liceo que estaba por las inmediaciones, y se animó a preguntarles: «ey muchachos, ¿será verdad que en este aviso hay un error ortográfico?. De inmediato, uno de ellos contestó:» Qué bolas, escribieron museo con c». Y siguieron su camino riendo a carcajadas llenos de vida.

Olimpio Galicia Gómez