Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XII. La Mudanza”. Por Luis Enrique Homes
Los muebles llegaron de imprevisto a la casa de Doña Petra, que ya estaba terminada en tiempo record. Rosa recordó de pronto la misma escena de cuando llegaron los camiones con el material de construcción, porque la escena se repitió casi con los mismos detalles. Un Domingo muy temprano, un camión se estacionó en la puerta del patio de la sastrería y dos hombres le indicaron a Rosa que por orden del licenciado debían bajar y acomodar los muebles. Ese mismo día, al finalizar la tarde, la casa estaba completamente equipada con muebles, lavadora, secadora, equipos de sonidos, muebles de oficina, alfombras. Todo un equipo profesional se había desplegado para cuando el licenciado llegara a las 9 de la noche, hora prevista para hacer entrega de la casa equipada.
“Pásese a la casa de la abuela. Nos vemos a las 9 allí.” le escribió en un mensaje de texto el Licenciado a Andrea. Como la palabra del licenciado era un orden, Andrea llamó a su amiga para que le ayudara con el paso de las maletas de una cosa a otra. No era mucho, la verdad, pero era una excusa para no hacer ese movimiento de su vida sola.
Cuando llegaron a la nueva casa, sorpresa total. Comenzaron por el segundo piso que era el área destinada a su nuevo hogar. Allí le esperaba algo jamás imaginado. Espacios grandes y cómodos. Pisos de cerámica de primera calidad. También el aire acondicionado central que contrastaba con los ventiladores de la antigua casa de la abuela o el único aparato de ventana que había mucho ruido. Todas las habitaciones con muebles nuevos, cuadros vellos en las paredes, espejos grandes y closets espaciosos.
Andrea no podía imaginar cuanto había costado esa nueva edificación que jamas habia sonado. No podría decirse que era algo de lujo, pero sí algo muy moderno y con muy buen gusto. Su corazón se hinchó, sus latidos se aceleraron como una fiesta de tambores. Se voltio donde Jacinta y le dio un abrazo fuerte que casi la ahoga, diciéndole “ay no lo puedo creer es tan bello todo. Que bueno que Omar pudo hacer todo esto. Vamos a buscarlo. Debe estar abajo.” Se asomo por la ventana y grito “mama, mama, ven para que veas este palacio, apurate, apurate, tienes que ver esto”.
Las dos bajaron la escalera como cabrillos descarriados y alli estaba el licenciado, dando órdenes para terminar de acomodar los muebles de su oficina, a todas luces más lujosos que los de la casa. Ella se le abalanzó a su cuerpo y lo abrazó como pudo. “Gracias papito lindo, que cosa mas bella me has dado” y se levantó en puntillas para darle un beso en la boca. El se limpio inmediatamente la cara, sorprendido por tanta espontaneidad “Que bueno que le gusto, eso es para ustedes, especialmente para Omarcito”. Ahorita le enseno mas pero aguante tantico que estoy acomodando aca la oficina.
Rosa llego y en medio de la algarabía de su hija que brincaba como una niña de la emoción, solo alcanzo a preguntar “dónde están las cosas de mi mama? ” a lo que un trabajador respondió con desprecio: “Todas las cosas viejas y la basura estan alla en ese cuarto del patio. Nosotros no botamos nada”.
A las doce de la noche se escuchó una fuerte trompeta en la puerta principal. Alguien salio abrir la puerta y un tropel de mariachis hizo entrada triunfal acomodándose en círculo alrededor del licenciado, cantando las mananitas. Inmediatamente después, como en estampida, entró un río de gente del pueblo, cantando en coro las mañanitas.
Andrea se acercó como pudo al centro de la escena y le dijo que sorpresa tan grande papito. “ Si, es mi cumpleaños” y volvió a abrazarlo. Llegaron mesoneros con bandejas llenas de whisky, vino, champagne y muchachas muy bonitas de las que trabajaban en el Negocio de Don Julio repartiendo comida y postres. Una auténtica fiesta de las pocas vistas en el pueblo. A las 4 de la mañana Andrea no pudo más y se fue a descansar en su cama nueva. Se recostó en la almohada y su cabeza se hundió en medio de una masa suave de algodón fino. En segundos ya estaba profundamente dormida.
Cuando Andrea se levantó a las 10 de la mañana, el licenciado estaba allí en la cama, roncando profundamente.
Luis Enrique Homes
5 Comentarios
Alejandro
Yo conozco al licenciado. Se llama Pedro, se llama Pablo, se llama Esteban, Ramón o Juan. Lo conozco porque lo he visto en mi pueblo andar y lo he visto conciencias comprar. Madres y padres sin dignidad le sonríen cuando a sus hijas le pone el ojo el sátiro rufián.
Maria
Así se compra la conciencia de manera subliminal
admin
Se me da un parecido al compasre Julio.
Jajaja
Alejandro
Hay tantos «licenciados» que llenan ese perfil que les puedo dar una enorme lista de posibilidades.
Tiburcio José Rivas Ordoñez
Insisto, ese licenciado o es Reyes, Caraballo o Acurero.
Felicitaciones, buen relato en serie