Letras

Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XLVI – Villa Marrón». Por Luis Enrique Homes

Villa Marrón

XLVI. Villa Marrón


Olegario, el chofer del taxi, comenzó a simpatizar con Andrea y Julian. Ellos habían sido muy generosos con la oferta de los tres mil dolares y pues, estaban huyendo de un hombre muy poderoso e influyente. La fama del licenciado se extendía más allá de Río Blanco y posiblemente llegaba a toda Nicaragua. Sin que nadie promoviera el tema, el mismo comenzó a decir:

  • El licenciado Omar Lara tiene muchas influencias. Yo he llevado a gente de por estos pueblos que van a Rio Blanco a hablar con el de negocios y de otras cosas. He llevado a políticos, jueces, sacerdotes, hombres y mujeres que buscan trabajo. Yo no sé qué contactos tan jodidos tiene ese hombre pero mucha gente lo buscan. Pero también se sabe que tiene mucho dinero, muchos negocios y también, se dice que tiene muchas mujeres.


Julian y Andrea decidieron permanecer en silencio. Había un deseo profundo de dejar todo atrás y que el tiempo se adelantara, que el calendario corriera como una liebre hasta alcanzar salir de Nicaragua. Estaban llegando a la estación de autobuses de Nevado, pero algo llamó la atención de Olegario. Había una presencia policial más allá de lo normal. Miro por el espejo retrovisor y veía que se acercaban unas unidades policiales con rumbo a la estación de buses.

  • No me gusta esto que está pasando acá. Hay mucha policía. No puedo dejarlos acá. Me voy a devolver y vamos a otra parte.


Olegario cruzó a la izquierda, luego a la derecha, otra vez a la izquierda y comenzó a acelerar el vehículo por caminos llenos de piedra. Estaban saliendo de Nevado por otros caminos llenos de arena, piedras y sol. Atras solo quedaba la estela amarilla de polvo y huida. Andrea y Julian revisaron sus teléfonos que mantenian apagados. La cantidad de mensajes de whatsapp del licenciado, era como una ametralladora en la pantalla del celular. “Devuelveme a mi hijo, perra” “Te voy a matar. No puedes huir como te dé la gana” “Toda la policía está alerta que eres una secuestradora. Devuelvete a Rio Blanco antes que te encuentren y te maten” Igual ocurría en el teléfono de Julian, pero esos mensajes venían de su compañero el grandulón: “Enano traidor, deja que te agarremos” “Dinos dónde está Andrea y no pasara nada”. Andrea y Julian intercambiaron miradas de terror. Solo Julian alcanzó a decir con firmeza, mientras se quitaba la gorra:

  • Apaguemos los teléfonos patroncita, hasta que estemos ajuera de la candela.


Olegario entendió de las amenazas y aceleró hasta que llegó a otra estación de bus. El camino había tomado una o dos horas adicionales y tuvo la tentación de exigir más dinero, pero lo invadió un gran remordimiento de conciencia.

  • Aca en esta estación de buses, también salen buses que van para Honduras, Guatemala hasta llegar a México. Creo que hacen menos paradas, y también hay menos vigilancia. Vamos a bajarnos rápido.


Se bajaron del taxi. Jesus comenzaba a llorar nuevamente. Olegario les ayudó a montar las maletas en una vans pequeña que estaba disponible. Les insinuó que si podían, pagaran los asientos que estaban libres para que salieran rápido. Así lo hicieron y la van arrancó con rumbo a un pueblo cuyo nombre les pareció irreconocible, pero que desde allí, podrían llegar al destino final de Matamoros y pasar a los Estados Unidos. La conductora era una mujer que se hizo llamar Leticia y Andrea por un momento le recordó al chofer que meses atrás la había conducido generosamente desde la cabaña hasta de regreso a la casa de su mamá Rosa. Fue providencial este encuentro con las mujeres conductoras, porque Leticia se encargó de informarles todo lo que les esperaba en Matamoros.

Luis Enrique Homes