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Por allí está el Licenciado (Relato de Migrantes en Serie): “XXXVIII – El Plan”. Por Luis Enrique Homes

El Plan

XXXVIII – El Plan

En el intercambio de mensajes de texto cargados de angustias, preguntas sin respuesta y intervenciones desordenadas de Rosa y Andrea para Jacinta, estaba claro que ellas debían huir también en resguardo de su vida. Jacinta alcanzó a decirles que les parecía que eso era un viaje muy largo para hacerlo con el niño y que posiblemente debian hacerlo por escalas. También se ofreció a contactar a Ignacio el odontólogo para que pudieran esconderse en el refugio de la casa de campo, al menos para evitar ser encontrados en los próximos días siguientes a su desaparición del pueblo. Todas descartaron la idea de hacer un reporte policial por el último incidente con el licenciado, no solo por lo inutil del intento, si no porque levantarian todo tipo de alarmas en la policía y en el pueblo en general.
Al entrar en detalles del viaje Jacinta pudo comentarle a Rosa:

  • Me gustaría recomendarte a mi coyote, pero no puedes venir con él, porque transporta la gente en el Camiones que se parquean allí en la sastrería de la abuela. Tienes que salir de Rio Blanco sin coyotes y yo te digo cuando sepa, dónde vas a agarrar el bus, este mismo bus en el que yo estoy.


El próximo contacto debía ser Julian, el amigo fiel con quien ya había un pacto de sangre. Rosa lo llamó por teléfono un Domingo y le dijo que lo esperaba el Martes en la madrugada en la casa de Jacinta. Que entrara por la puerta del patio. Allí estaría ella con Andrea y el niño y partirían en el carro de Jacinta con un rumbo desconocido. “Traigase una maleta con su ropa y sus cosas, vamos a viajar lejos” sentenció Rosa.

  • Lo que usted diga mi patroncita. Recuérdese el juramento que tengo con ustedes.


Rosa y Andrea comenzaron a hacer planes para huir. Contactaron al Odontólogo para que les facilitara la casa de campo abandonada y les dijo inmediatamente que sí, que podrían usar la casa del Refugio pero que él no podía llevarlas porque se pondrían todos en peligro. Que les dejaría las llaves amarradas en un bolsa y colgadas de la mata de mango del patio. Que si las encontraba la policía allí, pues tendría que decir que se habían metido sin consentimiento del dueño y a su riesgo.
Los planes para verse el Martes en la madrugada se retrasaron porque Andrea se dio cuenta que no tenía ninguna documentación de su hijo y así mandó a buscar la partida de nacimiento de Omar con Julian, de manera de no despertar sospechas de que ella o su mamá estuvieran buscando papeles legales del hijo en oficinas públicas. Al tener la partida de nacimiento se dio cuenta que en la misma el niño solo se llamaba Omar Lara, como su padre y que el licenciado había realizado una enmienda legal del documento para eliminar el nombre de Jesús. Es así que el niño tendria para siempre dos nombres: El nombre de Jesus, por el que siempre era llamado por su madre, Rosa y Julian y el nombre de Omar, por el que siempre sería llamado por su padre, en recordatorio a su paternidad y de manera especial, su alegada propiedad.
Los planes para escapar de Río Blanco, eran básicos. Una maleta mediana que cada uno de ellos pudiera transportar sin mayores dificultades. Guardar dinero dinero en varias partes de las maletas, proveniente del efectivo que había aparecido en la caja de la abuela y tomar dinero adicional de la bóveda, especialmente de aquellos billetes de alta denominación. Sería dinero suficiente para sobrevivir y manejarse por dos o tres meses.
El lunes Rosa tomó la previsión de depositar suficiente dinero en su cuenta y actualizar sus tarjetas bancarias débito que pudiera utilizar en cualquier parte. Habría que apurar el paso de las decisiones porque el licenciado llegaría de un momento a otro, quien sabe con que estado de ánimo.
En la madrugada del miércoles se encontraron en casa de Jacinta. El enano llegó a la 1 de la madrugada, caminando con las piernas más abiertas que nunca y con ganas de abrazar al niño. Lo agarro, lo abrazo, lo beso como si tuviera meses que no lo hubiera visto. Le dijo a las mujeres que allí estaba para acompañarlas y que también para él, era una liberación. En algún momento se le salieron las lagrimas y ellas no supieron si era de nervios o de despedida de su verdugo.
En menos de una hora, y en medio de la oscuridad de una noche sin luna, ya estaban todos acomodados en el carro de Jacinta. Manejaba Rosa y Julián al lado. En la parte de atrás, Andrea iba con Jesus, a quien Andrea había acomodado cómodamente para que durmiera. Salieron del pueblo sin que nadie se diera cuenta. Al tomar la carretera rumbo al otro lado de la montaña y al agarrar velocidad, Andrea volteo hacia atrás. Dejaba una noche oscura, sin luna ni luz y pensó que pronto vería la luz y la libertad.

Luis Enrique Homes

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